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Desde Punta Arenas a Washington: Macarena Sáez, la abogada que lucha contra la desigualdad de género

Domingo 2 de Febrero del 2025

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Nacida y criada en Punta Arenas, Macarena Sáez se define, antes que cualquier otra cosa, como magallánica. Su infancia estuvo marcada por una fuerte conciencia social. En el Derecho encontró su camino para defender la justicia y la igualdad. Hoy, desde Washington D.C., lidera la División de Derechos de Mujeres en Human Rights Watch, impulsando cambios en la lucha contra la violencia de género y la discriminación.

Raíces en el fin del mundo

Macarena Sáez nació en 1969 en Punta Arenas, en el seno de una familia pequeña, pero muy unida. Hija de Gregorio Sáez, funcionario de Enap, y Marión Torres, profesora de francés, creció junto a su hermano mayor, Gonzalo Sáez Torres, quien hoy es médico en la ciudad.

“En mi casa nunca hubo distinción entre conversaciones de adultos y conversaciones infantiles”, recuerda.

Su infancia transcurrió en los años más duros de la dictadura. Al respecto comenta: “Nuestros papás fueron muy abiertos y honestos con las cosas que estaban ocurriendo”.

Sus progenitores eran parte de una Iglesia Católica comprometida con los más vulnerables y ella creció en un ambiente donde ayudar a otros era natural. “En Navidad, recibíamos en casa a conscriptos que no tenían familia. Mis papás y otras personas de la iglesia se aseguraban de que nadie pasara esas fechas solo”.

Estudió en el Liceo María Auxiliadora. La música fue una parte importante de su vida escolar, al igual que el servicio social. “En enseñanza media, tenía un grupo de canto con tres amigas más”, recuerda con cariño.

A esa edad, se empezaba a vislumbrar su vocación por la justicia. “Recuerdo estar en octavo básico cuando leí por primera vez la Declaración Universal de Derechos Humanos y tenía ganas de aprendérmela de memoria”.

Pese al contexto de crisis política, guarda un recuerdo feliz de su infancia, marcada por el sentido de comunidad de Punta Arenas. “Éramos todos más o menos iguales, no existían esas jerarquías sociales que encontré después en Santiago”, señala.

La experiencia
que le abrió el mundo

Macarena Sáez viajó a Estados Unidos en 1986 gracias a un programa de intercambio estudiantil, una oportunidad que surgió por iniciativa de su padre. “El objetivo principal de mis padres siempre fue que nosotros tuviéramos la mejor educación posible”, explica.

El programa permitía a estudiantes extranjeros cursar un año escolar en un colegio estadounidense, alojándose con una familia anfitriona. “Recuerdo que estaba en séptimo u octavo básico cuando mi papá me dijo: ‘Tú tienes que tomar la decisión ahora si te quieres ir, porque tengo que ahorrar mucha plata’”.

Su hermano mayor, Gonzalo, fue el primero en viajar bajo este sistema, lo que facilitó que luego ella pudiera hacer lo mismo.

Ella fue a estudiar al North Monterey County High School, California. A diferencia de su hermano, que vivió con una familia de altos ingresos en Ohio, Macarena se encontró en un hogar de clase media con dificultades económicas, lo que le dio una visión más realista de la sociedad estadounidense.

Allí descubrió una realidad distinta a la que imaginaba desde Chile. Más allá del brillo de las grandes ciudades, conoció una comunidad donde la precariedad también era parte del día a día. “El colegio en el que estudié era muy rural, con muchos estudiantes temporeros que venían de México y compañeros estadounidenses que, en su mayoría, no tenían interés en seguir estudiando después de la enseñanza media”.

Mirando Chile desde afuera

A diferencia de la imagen de progreso y abundancia con la que muchos asocian a Estados Unidos, ella vio de cerca los problemas económicos que aquejaban a muchas familias. “Fue muy interesante porque uno no se imagina la pobreza blanca, que en ese momento no se conocía tanto fuera de Estados Unidos”, comenta, destacando cómo esa vivencia amplió su visión sobre la desigualdad más allá de las fronteras de Chile.

En EE.UU. no dejó de lado su interés por la realidad política de Chile, a pesar de la distancia y las limitaciones del programa que le prohibía involucrarse en actividades políticas. “Buscaba firmas con Amnistía Internacional en contra de Pinochet y me junté con exiliados”, recuerda.

“Cuando uno está en Chile, el protagonista es la vida de uno. Cuando uno está afuera, el protagonista es toda la región”, dice Sáez. La experiencia le permitió conocer más sobre las dictaduras sudamericanas y el papel de Estados Unidos en esos procesos.

El retorno a estudiar

Al regresar a Chile, Macarena ingresó a estudiar Derecho en la Universidad de Chile, en un periodo donde el país comenzaba a dejar atrás la dictadura. Valora que en tal tiempo la Casa de Bello le permitió vivir de cerca los cambios políticos que atravesaba la nación. “Yo siempre digo que estudié dos carreras al mismo tiempo: la que me enseñaban en las salas de clases y la que aprendí en los pasillos y patios de la facultad”.

Su primera experiencia con la política electoral fue en el plebiscito del 88, donde trabajó como apoderada de mesa. “Estaba tan nerviosa que me dio fiebre altísima después de que cerraron las urnas. Mi hermano me despertó diciendo: ‘¡Ganamos!’, y yo apenas podía reaccionar”, cuenta.

Amor, distancia y familia

En tercer año de carrera conoció a su esposo, Gonzalo Flores, con quien compartiría tanto su vida como su vocación por el derecho internacional. Tras egresar, ambos decidieron continuar su formación en el extranjero, sin un plan definido, pero abiertos a las oportunidades.

Fueron aceptados en universidades prestigiosas, pero en ciudades distintas: ella en Yale, en Connecticut, y él en Cornell, en el norte del estado de Nueva York. “Estuvimos un año separados, eran como 6 o 7 horas de viaje entre ambas universidades”, recuerda.

Tras completar sus estudios, se reencontraron en Washington D.C., donde Gonzalo consiguió un contrato en el Banco Mundial, en el Ciadi. Macarena, en tanto, se integró como visitante académica en Georgetown University, enfocándose en investigación. Fue en esa etapa que nació su primer hijo, Alonso.

Macarena tenía un compromiso con Chile. Gracias a la beca Presidente de la República, debía regresar al país a trabajar, lo que la llevó a reintegrarse a la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile. En ese período, su familia siguió creciendo y nació su segunda hija, Amanda.

Pese a que habían vuelto a Chile, el destino los llevó nuevamente fuera. Gonzalo recibió una oferta para reincorporarse al Ciadi. Así comenzó su etapa definitiva en Estados Unidos. Ingresó a la American University, primero en la coordinación de programas internacionales y luego como profesora de Derecho de Familia y Derechos Humanos, sentando las bases de su futuro en el litigio de derechos humanos.

Karen Atala contra Chile:
el caso que cambió su vida

En 2004, la jueza chilena Karen Atala perdió la custodia de sus tres hijas luego de que la Corte Suprema fallara en su contra por vivir con su pareja del mismo sexo. Aunque había ganado en primera y segunda instancia, el máximo tribunal del país revirtió la decisión, argumentando que el bienestar de las niñas requería una “familia heteronormativa”.

“Fue extraordinario en el peor sentido de la palabra”, recuerda Macarena Sáez, quien asumió su defensa ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos.

“Era un caso muy difícil, en 2004 nadie hablaba de familias LGBTQ+ y el estigma era enorme”, explica Sáez. En 2012, tras años de litigio, la CIDH falló a favor de Atala, reconociendo que el Estado la había discriminado. “Fue la primera vez que un tribunal reconoció que la orientación sexual no puede ser un factor de discriminación”, remarca.

El impacto fue inmediato: cortes en México, Colombia y Costa Rica han citado la sentencia en decisiones sobre matrimonio igualitario y derechos de familias diversas. Para Sáez, fue un punto de inflexión en su carrera. “Hasta ese momento estaba más enfocada en teoría del derecho, pero el caso me volcó hacia el litigio y el activismo”, confiesa. Más allá del fallo, la experiencia la transformó a nivel personal. “Me cambió la visión sobre la maternidad, los estereotipos y sobre cómo el derecho puede generar un cambio real”, señala.

Human Rights Watch

Sáez asumió en 2021 un nuevo desafío: dirigir la División de Derechos de Mujeres de Human Rights Watch, una de las organizaciones más influyentes en la defensa de los derechos humanos a nivel global.

Desde Washington D.C., lidera un equipo que impulsa estrategias para fortalecer la autonomía de las mujeres en temas como violencia de género, discriminación económica y derechos reproductivos. “Si no hay un respeto hacia la autonomía de las mujeres para tomar decisiones sobre sus propias vidas, es imposible que haya igualdad”, afirma.

El desafío ha sido enfocarse en estrategias de largo plazo en un mundo obsesionado con el impacto inmediato. “Es fácil caer en el grito al aire, pero el trabajo estratégico requiere pensar en objetivos a 10 o 20 años”, dice. En tiempos de activismo digital, advierte: “Parece que el que grita más fuerte tiene más poder, pero el verdadero cambio no ocurre de un día para otro”.

Magallánica antes que todo

A pesar de su vida internacional, su identidad magallánica sigue intacta. “Cada vez que me preguntan quién soy, lo primero que digo es que soy de Punta Arenas, no de Chile”, cuenta. Aunque vive en Estados Unidos con su esposo y sus hijos, mantiene un fuerte vínculo con su tierra natal. “Por lo menos dos o tres veces al año trato de ir”, dice, principalmente para visitar a sus padres.

El regreso definitivo a Magallanes, sin embargo, parece improbable. “Me encanta viajar y mi trabajo exige mucho movimiento. Salir de Magallanes toma muchas horas, no sé si sería posible”, reflexiona. Además, sus hijos ya han construido su vida en Estados Unidos, lo que hace aún más difícil la idea de volver. “No es que tenga que vivir donde están ellos, pero tampoco quiero estar a 48 horas de distancia”, admite.

Aun así, cuando pisa Punta Arenas, siente que todo sigue igual. “Cuando estoy allá, me siento en casa”, dice con la certeza de que, sin importar dónde esté, Magallanes siempre será su hogar.

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