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Magallanes, H2V y un mundo en tensión: la visión europea

Por La Prensa Austral Domingo 2 de Febrero del 2025
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En un contexto de incertidumbre global y transformaciones energéticas sin precedentes, la reciente visita de la embajadora de la Unión Europea y de otros 16 representantes diplomáticos de la UE en Chile a Magallanes subraya el creciente interés del bloque en el desarrollo del hidrógeno verde y en la estabilidad de un país que, pese a sus desafíos, sigue siendo visto como un socio confiable.

Desde la perspectiva europea, Magallanes es mucho más que un paisaje majestuoso y remoto. Es un territorio estratégico que encarna la oportunidad de una transición energética sostenible, alineada con los compromisos globales de carbono-neutralidad.

La Unión Europea ha dejado en claro que el hidrógeno verde es una de sus apuestas fundamentales para el futuro. Frente a la crisis energética derivada de la guerra en Ucrania y la necesidad de reducir la dependencia del gas ruso, el bloque ha acelerado sus planes de diversificación energética. Magallanes, con su capacidad para producir hidrógeno verde a partir de fuentes limpias, se presenta como un socio estratégico en este desafío.

Sin embargo, no todo es entusiasmo y optimismo. La embajadora europea reconoce que existen barreras importantes para el desarrollo de esta industria en la región. La permisología, la infraestructura insuficiente y la incertidumbre regulatoria son obstáculos que podrían retrasar la llegada de inversiones clave. La judicialización de proyectos, un fenómeno creciente en Chile, es otro factor que preocupa a los inversionistas europeos, quienes buscan estabilidad y reglas claras antes de comprometer capital en iniciativas de largo plazo.

Aun así, Europa no se retira de la mesa. Más bien, apuesta por el diálogo y la cooperación.

Pero la agenda energética no es el único tema que preocupa a Europa. La embajadora es clara al reconocer que el mundo atraviesa un momento de extrema volatilidad.

La guerra en Ucrania, que parecía una crisis pasajera, ha transformado por completo el tablero geopolítico, obligando a la UE a redefinir sus relaciones comerciales y estratégicas. La dependencia del gas ruso se ha reducido drásticamente, pero el conflicto sigue abierto y las tensiones con Moscú no han disminuido.

Al otro lado del Atlántico, el regreso de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos introduce un nuevo factor de incertidumbre. Su retórica confrontacional, sus anuncios de medidas proteccionistas y su historial de desdén por el multilateralismo generan preocupación en Bruselas.

La Antártica, territorio históricamente resguardado como un espacio de cooperación científica, comienza a despertar ambiciones geopolíticas. Aunque el Tratado Antártico sigue vigente, la pregunta que surge es si será lo suficientemente fuerte para resistir la presión de potencias que han demostrado poca inclinación a respetar el derecho internacional.

En medio de este escenario complejo, Chile sigue siendo un país con el que la Unión Europea quiere estrechar lazos. La modernización del acuerdo comercial entre ambas partes es una señal de que la relación bilateral sigue en buen estado, pese a las turbulencias globales.

Lo que está claro es que, en un mundo donde la incertidumbre es la norma, la cooperación internacional será la mejor herramienta para construir un futuro más seguro y sostenible. Y en ese camino, la relación entre Chile y la Unión Europea tiene mucho que aportar.

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