La importancia de la lectura
En diciembre de 2024 tuvimos acceso a los resultados de la prueba Piacc, por sus siglas en inglés, que consiste en una evaluación internacional de las competencias de la población adulta en comprensión de lectura, razonamiento matemático y resolución de problemas. Durante los años 2022 y 2023, el estudio evaluó a personas de entre 16 y 65 años pertenecientes a 31 países miembros de la Ocde, es decir, los países más desarrollados del mundo, aquellos con los que nos interesa compararnos.
Los resultados para Chile son, lamentablemente, estables dentro de su mediocridad. Cabe destacar que esta prueba se aplica cada 10 años, lo que permite generar comparaciones entre países, pero también al interior de cada uno de ellos, trazando tendencias a lo largo del tiempo en nuestras competencias en las áreas mencionadas. Chile se encuentra en el último lugar de los 31 países evaluados en todas las áreas, mientras que los países mejor posicionados son Finlandia, Japón, Suecia y Noruega.
En comprensión lectora, objeto de esta columna, Chile mantuvo sin variaciones sus resultados en relación con la evaluación realizada una década atrás, lo cual es evidentemente preocupante. Los puntajes se expresan en seis niveles de competencia: nivel bajo 1 y los niveles 1 a 5. Se considera que las personas que obtienen resultados en los niveles 1 y bajo 1 poseen competencias bajas en la habilidad evaluada. En el caso de la comprensión lectora, el 26,1% de los adultos de la Ocde tiene bajos niveles de competencia. En Chile, esa proporción asciende al 53,4%. En otras palabras, un poco más de la mitad de nuestra población adulta tiene un rendimiento bajo en comprensión lectora, lo que, en términos concretos, significa que, en el nivel 1, solo pueden entender textos cortos y listas organizadas cuando la información está claramente indicada, encontrar datos específicos e identificar enlaces relevantes. Aquellos que se encuentran por debajo del nivel 1 son capaces de comprender, a lo sumo, oraciones simples. En el extremo opuesto, solo el 2% de la población adulta de nuestro país logró los niveles 4 o 5, lo que implica que pueden evaluar textos largos y complejos, captar significados implícitos y utilizar conocimientos previos para interpretar textos y realizar tareas.
¿Preocupante? Como mínimo. Alarmante desde todo punto de vista. En primer lugar, según reporta la misma Ocde, se ha demostrado que las habilidades de comprensión lectora tienen un impacto significativo en la vida de las personas, asociándose positivamente con importantes beneficios económicos y sociales. Por un lado, esta competencia es clave en términos de empleabilidad y salarios; por otro, está estrechamente relacionada con el bienestar individual, medido a través de la salud autopercibida y la satisfacción con la vida. La participación cívica, por cierto, es otra dimensión fuertemente influenciada por las habilidades de comprensión lectora. Quienes tienen bajos niveles de competencia tienden a sentirse desconectados y al margen de los procesos políticos locales y globales, además de carecer de las herramientas necesarias para interactuar con la creciente cantidad de información digital compleja a la que accedemos diariamente. Esto, en términos estrictos, representa un potencial peligro para los procesos democráticos y la sana convivencia ciudadana.
¿Qué podemos hacer? Existen muchas iniciativas en desarrollo, tanto desde el Estado como desde el mundo privado. Sin embargo, probablemente sean los pequeños cambios de hábito al interior de las familias los primeros en generar una base mínima desde la cual los colegios y las instituciones educativas en general puedan cultivar un terreno más fértil.
Los beneficios de la lectura son múltiples y, como acabamos de indicar, tienen un fuerte impacto en el destino de las personas, pero deben desarrollarse desde la más temprana infancia. Los primeros referentes para nuestros hijos son sus padres o adultos cercanos. Si los niños solo nos ven navegando por distintas aplicaciones en el celular, repetirán ese patrón de conducta. En cambio, si nos ven leyendo libros o revistas, si les leemos cuentos e historias que podamos elegir en conjunto, lograremos adentrarlos en un mundo maravilloso que, además de aportar beneficios tangibles, nos hace seres humanos más felices, imaginativos, comprensivos y empáticos.
Cualquier momento es bueno para leer, pero el verano y las vacaciones son probablemente el espacio ideal para ello. La invitación está hecha.