Necrológicas

Del frío austral a las gélidas tierras nórdicas: la historia de María José Soto, una magallánica inquieta

Domingo 16 de Febrero del 2025

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María José Soto Mendoza nació en Río Gallegos, Argentina, pero su vida estuvo marcada por Punta Arenas, la ciudad donde creció y a la que sigue vinculada a pesar de la distancia.

Es hija de Javiera Mendoza y Miguel Soto, quienes le brindaron una crianza amorosa y estimulante. “Yo crecí en una familia muy apapachada, muy escuchada y, sobre todo, muy contenida. Miro hacia atrás y siento haber sido una niña muy querida y haber crecido en un espacio muy sano y protegido”, remarca.

La calidez del hogar
de Magallanes

El hogar de los Soto Mendoza era el típico magallánico: la cocina como epicentro de la vida familiar, el humor como un pilar fundamental y la música siempre presente. “Mi papá es parte de Patagonia 4. Entonces, claro, crecí rodeada de música, pero además él trabaja en turismo, directamente con empresas estadounidenses”.

Ese entorno fue fundamental para una de las decisiones que marcaría su vida: aprender inglés desde niña. “Mi papá siempre me decía: ‘Puedes decidir salirte de lo que tú quieras, deportes, actividades del colegio, pero el inglés simplemente no es opción. Eso tienes que hacerlo sí o sí’”. Con esa consigna clara, comenzó a estudiar el idioma a los 8 años y a los 15 ya tenía el nivel C1 certificado.

Estudió en el Colegio Miguel de Cervantes. “Siempre fui súper familiar, de círculos pequeños, pero de amistades muy valiosas. Y como mi casa era un lugar muy a salvo, mis amigos siempre iban para allá y mis papás eran muy cercanos a ellos”.

Desde pequeña, María José fue inquieta. Nunca se sintió completamente limitada a hacer su vida en su ciudad. “Siempre tuve un bichito que me decía que no era suficiente, que había más, que tenía que conocer. Y por eso yo sentía que me tenía que ir”. Esa sensación, que en la adolescencia se mezclaba con una urgencia de cambio, la impulsó a buscar su primer gran salto fuera de la región.

De Magallanes a Santiago y su pasión por el maquillaje

Con 18 años y el colegio recién terminado, decidió mudarse a Santiago para estudiar Maquillaje para Cine y Televisión en la Escuela de Cine de Chile. Era un mundo completamente distinto al que conocía en Punta Arenas.

Su educación le abrió puertas rápidamente y le permitió trabajar en producciones nacionales e incluso en Netflix. Sin embargo, tras algunos años, se encontró con un dilema: la industria no era lo que ella había imaginado.

Tenía ciertos resquemores con el mundo de la farándula. “Eso era algo que a mí me dio pánico”, dice. Nunca cayó en ese ritmo de vida, pues sentía que no encajaba. “Crecí súper protegida, y este salto me choqueó. Llegó un punto en el que a mí me llamaban para maquillar a celebridades nacionales y yo ya no quería, porque me daba susto”.

Esa crisis personal la llevó a replantearse su futuro. “El maquillaje era algo por lo que yo sentía mucha pasión, pero quizás me muevo por algo un poco más práctico. Algo que me dé estabilidad, que me permita tener una vida en paz”.

Fue en esa búsqueda que descubrió un camino, hasta ahora, impensado: el comercio naviero.

El inesperado salto
al comercio naviero

En medio de su incertidumbre, María José encontró el Instituto de Comercio Alemán (Insalco), donde se impartía un programa de formación dual con énfasis en logística y comercio exterior.

La idea le atrajo por su enfoque práctico. “Dentro de Insalco haces entrevistas con empresas una vez que entras y, cuando te contratan, ellos pagan la mitad de tus estudios”.

Sonaba ideal, pero había un problema: debía aprender alemán en menos de un año. “Yo le dije a mi papá: ‘Dame un año y aprendo alemán’”, recuerda.

A los seis meses, su mamá la impulsó a intentarlo antes. “Me dijo: ‘Jose, ¿por qué no intentas entrar ahora? No hay nada que perder’”. Se arriesgó y lo logró.

Para algunos, el salto del maquillaje al comercio naviero era drástico, pero, en realidad, respondía a su personalidad inquieta. “Siempre fui muy amiga de sentirme incómoda. En el momento que me sentía cómoda, necesitaba arrancar”, comenta.

Esa determinación ya era parte de su identidad. Cuando anunció el cambio, una amiga le señaló: “Tú me puedes decir que vas a meterte a la Nasa el otro año y yo te voy a creer”.

La decisión resultó ser acertada. “Es un rubro en el que no te puedes aburrir. Todos los días son distintos, todos los días tienes problemas de distinta índole y tienes que craneártela mucho para poder solucionarlos”.

A los 21 años, con alemán intermedio y formación en logística, su vida profesional tomaba un nuevo rumbo. Lo que no imaginaba era que pronto cruzaría el mundo para comenzar de cero en un nuevo país.

El amor que
le cambió la vida

En un carrete en Santiago, María José coincidió con Andreas, un joven danés que hacía su práctica en la Embajada de Chile. “Como este tema de Insalco es tan internacional, coincidimos y él estaba ahí con otros amigos de otros países”. Vivían a solo un par de cuadras y comenzaron a verse con más frecuencia.

Al principio, no buscaba una relación, pero algo en Andreas la hizo dudar. “Yo lo estaba pasando bien, pero me di cuenta con el tiempo de que era una persona con valores muy lindos, todo era muy orgánico”.

Tras nueve meses juntos, él debía volver a Dinamarca para terminar su máster y trabajar en la Eurocopa 2020. La idea de separarse no le pareció una opción. “Un día le dije: ‘¿Te tinca si me voy contigo?’ Y me respondió: ‘Yo pensé que nunca me ibas a preguntar’”.

Cuando le contó a sus padres, todo fue expedito. “Me sentaron muy en serio y me dijeron: ‘¿Estás segura?’. Les dije que sí y me respondieron: ‘Perfecto, te apoyamos’”. Con esa confianza, dejó todo atrás y, en diciembre de 2019, aterrizó en Copenhague.

Partir de cero
en Dinamarca

Llegó en pleno invierno y le tocó vivir la pandemia. No tenía trabajo, pero confiaba en que encontraría algo rápido. Sin embargo, las oportunidades no aparecían. Justo la empresa para la que había trabajado en Insalco cerró su oficina en Dinamarca.

Pasaron meses de incertidumbre hasta que, en octubre de 2020, consiguió un puesto en HelloFresh, una empresa alemana que gestiona la cadena de suministro de alimentos en los países nórdicos. “Yo trabajo con 20 proveedores internacionales y estoy a cargo de la planificación de suministros de Noruega, Dinamarca y Suecia. Muevo seis millones de productos a la semana”, explica.

A María José le tocó aprender un nuevo idioma. Hoy reconoce ser “muy funcional con el danés, pero no es un idioma que necesites para sobrevivir porque todos hablan inglés”. Su día a día transcurre entre inglés, español y, ocasionalmente, alemán.

Su marido, por otro lado, trabaja en una editorial de libros. En casa, la comunicación es una mezcla de idiomas. “Pasa mucho que él me pregunta palabras en español y yo le pregunto en danés. Nuestro cerebro ya funciona en varios idiomas a la vez”.

El regreso siempre
es una posibilidad

A pesar de la distancia, nunca ha perdido el lazo con Punta Arenas. Viaja a Chile cada año y medio y su familia también ha ido a visitarla.

Valora aún más su región desde que vive afuera. “Extraño las montañas. En Punta Arenas, donde te pares, tienes una montaña. Acá lo más montañoso que vas a encontrar es un lomo de toro”.

También echa de menos la calidez de la gente. “La gente de Punta Arenas es extremadamente acogedora y de piel. Esas son cosas que no encuentras fácilmente en los países nórdicos”.

Aun así, no descarta volver en el futuro. “Esa puerta nunca la he cerrado. Me encanta Dinamarca, pero no cierro la posibilidad de que en 10 años más me quiera volver”.

Mientras tanto, ha encontrado formas de llevar Chile a su nueva vida. “Siempre he cocinado comida chilena, pero al principio la gente acá era muy reacia a probar cosas nuevas. Ahora, para mi cumpleaños, mis amigas se mueren por un pastel de choclo o un pisco sour”.

María José ha logrado construir una vida estable en Dinamarca, pero sin olvidar sus raíces. “Acá siempre me preguntan si extraño el calor de Chile. Y yo les explico que de dónde vengo no hace calor. Soy del sur, para mí el frío es normal. Y más que eso: me gusta porque me recuerda a mi infancia”.

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