Dos visiones sobre la Antártica Chilena: ¿triunfalismo versus realidad?
La reciente temporada estival en la Antártica ha sido motivo de orgullo para el Instituto Antártico Chileno (INACH) y el gobierno. El director del INACH, Dr. Gino Casassa, calificó este verano como “histórico” para Chile. Según su visión, la visita del Presidente Gabriel Boric al Polo Sur y su participación en actividades científicas reflejan la importancia que el Estado le asigna a la ciencia polar. Además, se destacan logros como la consolidación de la Estación Polar Científica Conjunta Glaciar Unión, la puesta en marcha del rompehielos Viel y el fortalecimiento de la logística antártica con nuevas infraestructuras y expediciones.
Casassa destaca que Chile ha alcanzado un nivel de madurez en la investigación polar, afirmando que el país, pese a contar con menos recursos que otras potencias, ha logrado optimizar sus capacidades y se posiciona como líder regional. Según él, estas iniciativas refuerzan la imagen de Chile como un actor clave en la gobernanza del continente blanco, sustentada en la ciencia, la cooperación internacional y una logística eficiente.
Sin embargo, esta perspectiva triunfalista es fuertemente cuestionada por el académico y exdiplomático Jorge Guzmán, especialista en geopolítica antártica. Para Guzmán, la visión del gobierno y del INACH oculta una serie de falencias estructurales que ponen en riesgo la soberanía chilena en la región. Guzmán critica que la gestión estatal de la Antártica sigue fragmentada, con múltiples organismos operando sin una estrategia nacional consolidada. En su opinión, Chile ha priorizado la logística y la investigación básica por encima de la ocupación efectiva del territorio, lo que pone en segundo plano el refuerzo de los derechos soberanos del país.
En su análisis, los recientes logros celebrados por el INACH son insuficientes para garantizar una presencia chilena a largo plazo en la Antártica. Guzmán señala que, mientras Argentina avanza con la construcción de una base combinada en Ushuaia y la ampliación de la Base Petrel, Chile aún no cuenta con una base permanente en el sector del Mar de Weddell. Además, advierte que la falta de una política geoestratégica clara ha permitido que Argentina tome la delantera en la logística y el turismo antártico, desplazando a Punta Arenas como la principal puerta de entrada a la Antártica.
Guzmán también critica la desconexión entre el gasto público destinado a la Antártica y el desarrollo de la Región de Magallanes, señalando que no existe un vínculo claro entre las inversiones realizadas y el fortalecimiento de la presencia soberana chilena en la zona. En contraste con Casassa, quien valora los avances científicos como una forma de consolidar la posición chilena, Guzmán argumenta que la ciencia por sí sola no es suficiente para asegurar la soberanía. Para él, el Estado debe adoptar un enfoque más pragmático y estratégico.
Como alternativa, Guzmán propone la creación de un Instituto Marítimo y Polar del Estado, con financiamiento asegurado y autonomía política, cuya sede debería estar en la propia Antártica. Este instituto coordinaría de manera efectiva la investigación aplicada y la ocupación del territorio, superando la actual fragmentación gestionada por la Cancillería y otros ministerios.
El contraste entre ambas visiones es claro: mientras Casassa celebra los logros en investigación y cooperación internacional, Guzmán denuncia la falta de una estrategia coherente y efectiva para consolidar la soberanía chilena en la Antártica. La falta de infraestructura permanente en zonas clave, la desconexión territorial con Magallanes y la ausencia de un plan a largo plazo cuestionan el futuro de la presencia chilena en el continente blanco.
Chile se encuentra en un punto de inflexión en su política antártica. Si bien la ciencia y la cooperación internacional son herramientas valiosas, la realidad geopolítica exige medidas más concretas para asegurar la soberanía en un territorio donde otras naciones avanzan con pasos firmes. La pregunta clave es si el país continuará celebrando pequeños logros dentro del marco del Tratado Antártico o si tomará decisiones más audaces para consolidar su posición en la región en el siglo XXI.