De regreso a sus raíces: la historia de dos magallánicos que llevaron una herencia natalina a Croacia
- Vesna Covacich y Carlos Biott dejaron Magallanes para conectar con sus raíces en Croacia, donde hoy mantienen vivo un legado gastronómico.
Tomás Ferrada Poblete
Para muchos descendientes de inmigrantes croatas en Magallanes, la conexión con sus raíces es parte esencial de su identidad. Pero para la pareja de Vesna Covacich Sánchez (34) y Carlos Biott Yutronich (36), ese lazo con Croacia se convirtió en un destino compartido.
En 2016, decidieron viajar a la tierra de sus ancestros con la intención de aprender el idioma y conocer la cultura familiar. Hoy, casi nueve años después, no sólo han hecho de Croacia su hogar, sino que también han llevado un pedazo de Magallanes con ellos: su propia empanadería, El Telégrafo, un homenaje a la histórica pastelería que el tatarabuelo de Carlos fundó en Puerto Natales en 1922.
Del sur de Chile
a los Balcanes
La decisión de emigrar para Vesna y Carlos no fue repentina. Desde Punta Arenas, ambos trazaron un camino que los llevó primero a Santiago y luego a establecerse en el país europeo. “Postulamos a una beca que dan para los descendientes de croatas para estudiar el idioma”, recuerda Vesna. La ayuda cubría los estudios y otorgaba ciertos beneficios a los estudiantes, como alojamiento y comida barata.
Su idea siempre fue más ambiciosa. Desde que llegaron, tuvieron claro que querían emprender. “Nuestra idea era una cafetería en un principio, Cuando nos dimos cuenta que exigían tener una profesión de pastelero para poder vender tortas, lo tuvimos que descartar”, cuenta Vesna. Esto los obligó a replantear su plan y, tras varios intentos en la cocina, descubrieron que las empanadas podían ser una alternativa viable.
Pero el camino que los llevó hasta Croacia comenzó mucho antes, en la Patagonia, donde ambos crecieron con una identidad marcada por el legado croata.
Carlos Yutronich: Tierra del Fuego, fútbol y pasteles
Carlos nació en Punta Arenas, hijo de Vesna Yutronich y Juan Francisco Biott, y creció junto a sus hermanos Pamela y Juan Pablo. Pasó gran parte de su infancia en Tierra del Fuego, entre Cullen y Cerro Sombrero, donde su vida estuvo marcada por el deporte, especialmente el fútbol.
Desde pequeño jugó en el club Magallanes y en otros equipos locales, jugando tanto en la Patagonia chilena como en la argentina.
Estudió en tres colegios distintos, entre Punta Arenas y Santiago. Su talento deportivo lo llevó a probarse en Universidad Católica, pero no logró consolidarse en el fútbol profesional.
A los 17 años, se trasladó a Santiago con la esperanza de continuar en el fútbol. En la capital jugó futsal para Cobreloa, representando al club en la Copa Libertadores de Futsal en Paraguay. Sin embargo, con el tiempo decidió enfocarse en su futuro profesional y estudió Construcción Civil.
Su historia familiar tuvo un gran peso en su vida. Su tatarabuelo, inmigrante croata, fundó en 1922 la pastelería El Telégrafo en Puerto Natales, un negocio que permaneció en la familia por casi un siglo. Si bien cerró en 2021, Carlos se encargó de mantener el legado más allá de las fronteras del país.
Vesna Covacich: Punta
Arenas, esquí y hotelería
Criada en Punta Arenas, aunque nacida en Coyhaique, Vesna Covacich Sánchez (34) llegó Magallanes a los cuatro años junto a sus padres, Miriam Sánchez y Drago Covacich, y sus hermanos, Vjera y Drago.
Su infancia también estuvo marcada por el deporte, en especial el esquí. “Siempre me gustó mucho la nieve. Con mi hermano competíamos por el Club Andino y por eso mismo viajábamos un montón, sobre todo durante el invierno”, recuerda. Desde temprana edad representó a su región en competencias nacionales y patagónicas.
Estudió en el Colegio Británico y a los 17 decidió hacer un intercambio en Estados Unidos. Tras su regreso, se instaló en Santiago, donde estudió Hotelería.
Mientras estudiaba, mantuvo su vínculo con la nieve trabajando como instructora de esquí en Valle Nevado, en la Región Metropolitana.
Desde siempre, la ascendencia croata fue parte de su identidad, pero sentía que aún le faltaba conocer más sobre la cultura y el idioma. “Siempre supe que quería conocer Croacia. Teníamos la ascendencia, los apellidos, pero nos faltaba entender la cultura y el idioma”, confiesa.
Una historia compartida
El destino de Carlos y Vesna se cruzó en Punta Arenas, cuando ella estaba en la enseñanza media. “Nos conocimos hace más o menos 18 años. Yo estaba como en tercero medio y Carlos era más grande”, recuerda Vesna. Su primer encuentro fue en reuniones de amigos en común.
Desde allí, comenzaron una relación que los terminó llevando juntos a la capital. “Carlos se fue antes y yo me quedé en Punta Arenas. Pero cuando terminé el colegio, me fui a Santiago y ahí estábamos los dos”, cuenta.
Su relación maduró en la gran ciudad, pero el giro llegó cuando decidieron postular a una beca para descendientes croatas, que les permitiría viajar a la tierra de sus ancestros para estudiar el idioma y optar a la ciudadanía.
Volver a las raíces
Cuando Carlos y Vesna aterrizaron en Croacia en septiembre de 2016, su primer destino fue Zagreb, la capital. Aunque su ascendencia croata les daba un vínculo con el país, la ciudadanía no era un mero trámite. “No se nos permitía trabajar, así que nuestro enfoque era estudiar el idioma y aprobar el examen de historia y cultura”, explica Vesna.
A pesar de las dificultades iniciales, encontraron similitudes con las tierras magallánicas. “El viento en algunas zonas me recordaba a Tierra del Fuego”, comenta Carlos. En tanto, Vesna notó una conexión especial con la cultura croata. “Son muy de familia y amigos, algo parecido a Punta Arenas. Pero también son cerrados a probar cosas nuevas, lo que fue un desafío cuando pensamos en emprender”, reconoce.
En 2018, tras aprobar el examen y completar el proceso, ambos obtuvieron la ciudadanía. Con el documento en mano, por fin podían trabajar sin restricciones y empezar a pensar en su futuro en el país. Dejaron Zagreb y se mudaron a Split, en la costa del Adriático. “Aquí el estilo de vida es distinto, la gente trabaja en temporada y después descansa el resto del año”, señala Carlos.
Fue allí donde buscaron la forma de emprender para establecerse de forma permanente. En un principio pensaron en una cafetería y pastelería, inspirada en la empresa familiar de Carlos, pero al encontrar dificultades optaron por presentarle a Croacia una comida propia de las tierras latinoamericanas: la empanada.
Y de paso, aunque no fuese con pasteles, Carlos podría seguir con el legado gastronómico de su familia, al bautizar su emprendimiento como El Telégrafo, misma marca que durante 99 años acompañó a los natalinos en su local ubicado en una esquina de la Plaza de Armas.
El Telégrafo: Un pedazo de Magallanes en Split
La historia de El Telégrafo, ahora como empanadería, surgió durante la pandemia, cuando comenzaron a perfeccionar recetas y probar nuevas opciones. “Nos pusimos a perfeccionar la masa, a inventar rellenos y a probar”, cuenta Vesna. Descubrieron que, aunque la empanada era un producto desconocido en Croacia, tenía similitudes con preparaciones locales como el burek, un pastel de masa fina relleno.
El desafío no solo era introducir un producto nuevo, sino también adaptar los sabores a los paladares croatas. “El croata es muy tradicional con la comida. No es de probar cosas nuevas, y al principio, algunos ni siquiera querían aceptar una empanada gratis”, recuerda Carlos. Para atraer clientes, decidieron incluir sabores locales en su menú. “Hicimos opciones croatas con rellenos típicos como cevapi, que es una carne con una salsa llamada ajvar”, explica Vesna.
Finalmente, en agosto de 2022, tras seis meses de trámites burocráticos y dificultades para obtener permisos, El Telégrafo abrió sus puertas.
El primer año fue una prueba de resistencia. “Al principio fue difícil, pero poco a poco, los clientes comenzaron a recomendar el lugar”, cuenta Vesna. También notaron el impacto de las reseñas en Google, donde su negocio rápidamente comenzó a destacar. “Teníamos nota cinco y la gente llegaba diciendo que nos había visto en internet”, relata Carlos.
Hoy, El Telégrafo se ha convertido en un punto de encuentro para locales y turistas. Además de empanadas, ofrecen alfajores de maicena y hasta piscola, un guiño a la comunidad chilena que visita Split. “La agregamos para el 18 de septiembre y se quedó”, cuenta Vesna.
A pesar de la extrañeza que puede causar un negocio de empanadas en medio de Europa oriental, el negocio ha ido creciendo y consolidándose. “Nos dimos cuenta de que nuestro producto podía funcionar en cualquier parte”, dice Carlos.
Con un modelo de comida rápida y un espacio diseñado para atender al paso, han logrado atraer una clientela fiel, incluyendo croatas que, a pesar de su reticencia inicial, han adoptado la empanada de El Telégrafo como parte de su dieta.
El regreso pendiente
a Magallanes
Desde que se establecieron en Croacia, Carlos y Vesna han vuelto pocas veces a Magallanes. “Yo fui la última vez hace cuatro años”, dice ella, mientras que Carlos no ha regresado desde que emigró.
Su ausencia no ha sido casual. “Imagínate volvía y después no quería volver a Croacia”, explica. Temía que regresar antes de consolidarse en Croacia lo hiciera replantearse todo y abandonar su objetivo.
Ahora que han logrado establecer El Telégrafo, esa sensación cambió. Con su negocio funcionando y su vida en Split más asentada, sienten que pueden visitar Chile sin el temor de que el viaje se convierta en un regreso definitivo.
Aunque su presente está en Croacia, no descartan volver algún día a la tierra que los vio crecer. “Nunca sabes”, dice Vesna, a lo que Carlos agrega: “A mí no me molestaría volver”. Mientras tanto, su conexión con Magallanes sigue intacta, a través de sus familiares y amigos, y a través de El Telégrafo y las empanadas de pino que también venden en su local.