Un amor de infancia que cruzó fronteras
Desde pequeño, Sebastián Oyarzún Stewart aprendió que el hogar no se encuentra en un solo lugar fijo, sino que lo componen las personas que te rodean y acompañan.
Hijo de René Oyarzún e Ingrid Stewart, nació en Punta Arenas en 1992, pero su infancia y juventud fueron un constante ir y venir entre distintas ciudades y países. Fue esta movida vida la que lo llevó a encontrar el amor en Asunción, Paraguay, donde reside de forma definitiva hace 10 años.
Hoy, a más de dos décadas de aquel primer viaje a la tierra del chaco cuando tenía ocho años, Sebastián ha convertido a ese país en su hogar. “La vida en Paraguay es increíble. Las posibilidades son infinitas”, afirma, con un acento paraguayo que ya comienza a incorporar en su hablar.
Una infancia de constantes cambios: la vida de un nómade
Para Sebastián, su infancia en Punta Arenas fue breve, pero significativa. Nació y vivió sus primeros años en la ciudad austral, rodeado del cariño de su familia y la tranquilidad de un lugar donde todos se conocen. “Íbamos al campo, jugábamos con la nieve, nos íbamos al Parque María Behety con trineos”, recuerda.
Sin embargo, su rutina cambió de forma radical cuando en 2000, con apenas ocho años, su familia dejó la Patagonia para trasladarse a Asunción, Paraguay.
El motivo del viaje fue laboral: su padre, René Oyarzún, recibió una oferta para un nuevo negocio en el rubro de ventas, lo que llevó a la familia a subirse a un avión y partir hacia un país hasta entonces desconocido.
Fueron dos años. Donde Sebastián conoció un clima y una cultura muy distinta a la de la terra australis. Pero fue ahí donde conoció a una niña de nombre Maureen Ahues, hija de chilenos residentes en Asunción y amigos de sus padres, quien se transformaría en su futura esposa. Aunque en aquel entonces ninguno de los dos imaginaba el impacto de aquel encuentro.
En 2002 la familia Oyarzún regresó a Chile. Sin embargo, el retorno fue a Santiago, donde vivieron tres años. La vida de nómade no paró y luego se fueron a vivir a Viña del Mar.
En la ciudad jardín, Sebastián pasó su adolescencia, desarrollando su amor por el deporte y la actividad física. Practicó remo y otras disciplinas que, más adelante, influirían en su elección profesional.
Fue en esta ciudad donde finalmente completó su enseñanza media en 2010. Sin embargo, su vida siguió sin un destino claro y, en un nuevo giro, volvió a Punta Arenas.
Redescubriendo su tierra natal
Ese regreso en 2010 fue significativo. Sebastián no tenía la intención de quedarse ni de estudiar ahí, pero la enfermedad de su abuelo cambió sus planes. Lo que debía ser sólo una visita, terminó siendo un reencuentro con la ciudad de su infancia, aunque esta vez con la mirada de un joven que había pasado gran parte de su vida en otros lugares. “Para mí era todo nuevo. Fue como volver a descubrir Punta Arenas”, explica.
Por motivos prácticos y económicos, la familia decidió asentarse nuevamente en Magallanes. Fue ahí donde Sebastián comenzó a buscar su vocación. Finalmente, optó por Pedagogía en Educación Física en la Universidad de Magallanes, una elección influenciada por su amor por el deporte.
Aunque parecía sensato quedarse en la ciudad de sus raíces luego de obtener su título, poco sabía que, nuevamente, el dinamismo de su vida le traería sorpresas que le harían cuestionar su destino.
El reencuentro con Paraguay
En el último verano de su vida universitaria, su familia compró pasajes a Asunción. Quería volver a pasear por la tierra que lo acogió por dos años en el pasado. Al mismo tiempo, visitarían a viejos conocidos, y Sebastián tendría la posibilidad de reencontrarse con la niña con la que se entretenía en su infancia.
“Yo sabía que había una muchacha jovencita con la cual jugaba con su hermano y eso. Más allá, no la recordaba”, cuenta sobre Maureen. Ya adulto, reconoce haber sentido una conexión inmediata cuando la conoció nuevamente. “Fue ese clásico amor de verano que te engancha y que no querés que se acabe”.
Los pocos días que pasaron juntos fueron intensos y llenos de momentos inolvidables. “Fue una semana de salidas, de farra, de fiesta”. Pero el tiempo se agotaba y Sebastián debía regresar a Chile para finalizar su carrera universitaria. La distancia parecía un obstáculo insalvable. “No podía dejar mi universidad por algo que realmente no conocía”, admite.
Intentaron mantener el contacto a través de videollamadas, pero después de dos meses decidieron cortar la relación. “Nos dijimos: “No podemos continuar esto porque no es normal, no nos va a hacer bien para ninguno de los dos”. Cada uno siguió su camino, o al menos eso pensaban.
De flechazo a formar familia
El destino aún tenía una jugada más preparada. A finales de ese mismo año, sus padres volvieron a sorprenderlo: le anunciaron que viajarían nuevamente a Paraguay, pero esta vez por un mes entero. “Me dijeron: “Seba, te compramos un pasaje, treinta días también con nosotros y ya”, recuerda. Para él, la noticia fue una sorpresa total, y aunque su familia sabía de su fugaz romance con Maureen, el propósito del viaje no era necesariamente un reencuentro.
Sin embargo, al volver a verla, todo lo que había sentido meses atrás resurgió con más fuerza. Lo que al principio parecía una aventura pasajera, esta vez se convirtió en algo más profundo. “A los dos nos dio esa burbujita en el estómago nuevamente y nació el amor de vuelta”, confiesa. Fue entonces cuando Sebastián tomó una de las decisiones más importantes de su vida.
Pese a que aún debía regresar a Chile para recibir su título universitario, sabía que no quería dejar a Maureen nuevamente. “Le dije: “Me encantaría venir y tener una vida contigo, experimentar lo que fuese, un mes, dos meses, dos años, lo que salga, pero no quiero estar en esta incertidumbre de qué hubiese pasado”.
Así, en 2015, con su título en mano y sin mayores certezas, Sebastián volvió a Paraguay, esta vez no como turista, sino con la convicción de construir una vida junto a Maureen. Ese salto al vacío, motivado por el amor, fue el comienzo de la familia que hoy han formado juntos.
Un hogar en Asunción
Desde que Sebastián Oyarzún Stewart se estableció en Asunción en 2015, su camino ha estado marcado por el crecimiento personal, la construcción de su familia y una transformación profesional. Estudió Ingeniería Comercial y ejerce como agente de bienes raíces, en un mercado en auge.
En 2017 fue un año que lo marcó profundamente. En pocos meses, recibió la mejor y la peor noticia de su vida: por un lado, supo que sería padre por primera vez; por otro, sufrió la repentina pérdida de su padre. “Fue un antes y un después para mí. Me hizo cambiar mi forma de ver la vida, de valorarla cada día”, confiesa. A pesar del dolor, el nacimiento de Mia Isabella le devolvió la luz y le ayudó a encontrar un nuevo propósito en su rol como padre.
Junto a Maureen, con quien se casó en 2023, fueron construyendo poco a poco una vida juntos. “Nos propusimos tener estabilidad antes de casarnos: nuestra casa, nuestras cosas, nuestra familia consolidada”. En 2022, con la llegada de Martina Ignacia, su familia creció, y con ello, también lo hizo su visión de la vida.
Pero el amor en su hogar no se detuvo ahí. Hace unos meses, Sebastián y su esposa tomaron una decisión que refleja su gran sentido de familia y generosidad: convertirse en padres de acogida a través de un programa social en Paraguay. Así llegó María Belén, una bebé recién nacida en situación de vulnerabilidad. “Desde que nos conocimos hablamos de la posibilidad de adoptar en algún momento, y cuando Maureen me contó sobre este programa, no dudamos en intentarlo”. Aunque el futuro de la pequeña aún es incierto, hoy la cuidan como a una hija más. “Sabemos que puede irse en cualquier momento, pero mientras esté con nosotros, le daremos todo nuestro amor”.
Hoy, con casi diez años de vida en Paraguay, Sebastián siente que ha construido un hogar estable, pero no descarta nuevas aventuras en el futuro, incluso un retorno a Magallanes. “Nunca me cierro a la posibilidad de cambiar, me gusta salir de mi zona de confort”. Sin embargo, su prioridad es clara: su familia. “No sé dónde estaremos en unos años, pero mientras estemos juntos, eso es lo único que realmente importa”.