A once husos horarios de distancia: la historia de Michelle Kalazich, la kinesióloga fueguina que ofrece servicios en China
- La joven magallánica dejó su natal Tierra del Fuego para recorrer el mundo en busca de aprendizaje. Hoy, radicada en China, es supervisora en una clínica suiza de medicina funcional y enfrenta el desafío de vivir en una cultura completamente distinta.
Tomás Ferrada Poblete
“Vamos a tener que dejar la entrevista para las 9 de la mañana de Chile, que a esa hora voy saliendo del trabajo”, dijo Michelle Nicole Kalazich Montenegro al agendar el espacio con El Magallanes. Mientras Punta Arenas comenzaba su jornada, ella terminaba un largo día en China.
Once horas de diferencia separan su presente de su origen. Mientras en Porvenir el viento veraniego azota la pampa, Michelle respira el aire de Meixi Town, un pequeño pueblo en el distrito de Anji, emplazado entre montañas y bosques frondosos. “Estoy en un pueblito que ni aparece en Google Maps”, confiesa sobre su actual hogar.
Nacida en Porvenir el 13 de enero de 1993, su trayectoria la ha llevado a explorar distintos rincones del mundo, siempre con una pregunta en mente: ¿Qué más puedo aprender?
Origen en Porvenir
Criada en la capital de Tierra del Fuego, Michelle creció en el seno de una familia con raíces en la zona. Su padre, Juan Carlos Kalazich, es ganadero y empresario, mientras que su madre, Nelly Montenegro, trabajó 37 años como ejecutiva en BancoEstado.
Tiene tres hermanos: Juan Carlos y Vianka Kalazich Rogosich, por parte de su padre, y Milan Kalazich Montenegro, con quien mantiene un vínculo muy cercano.
Desde chica, Michelle se destacó por su amor por las artes y el deporte. Estudió en la Escuela Bernardo O’Higgins durante la educación básica y luego en el Liceo Polivalente Hernando de Magallanes. Participaba activamente en actividades extracurriculares, desde atletismo hasta danza y poesía, pero fue la música lo que terminó marcando su adolescencia.
“Desde quinto empecé a cantar. Yo no cantaba muy bien y mi familia estaba como media sorprendida de por qué empecé a cantar. Pero empecé a practicar mucho y desde ahí hasta gané festivales en mi colegio”, recuerda.
Descubriendo su vocación
Cuando terminó el liceo, tenía claro que quería dedicarse al área de la salud, pero no sabía exactamente en qué. Se matriculó en Kinesiología en la Umag y comenzó un proceso de aprendizaje que, en sus primeros años, no fue sencillo.
Al principio se enfrentó a dificultades académicas que la llevaron a reprobar un ramo y atrasarse. Pero con el tiempo, algo cambió: “Llega el tercer año y yo me empiezo a enamorar de esta carrera”, dice, explicando que cuando comenzó a realizar prácticas fue cuando comprendió el impacto de la kinesiología en la vida de las personas.
Su interés por la rehabilitación la llevó a especializarse cada vez más. Paralelamente, comenzó a estudiar inglés. “Mi papá siempre fue busquilla. Me decía “Michelle, te va a servir. Estudia inglés. Yo te apoyo”, rememora.
Tras egresar en 2016, continuó formándose. Realizó un diplomado en kinesiología integrativa en Viña del Mar y luego vino otro diplomado en reeducación pelviperineal en la Universidad de Chile, consolidando su especialización en suelo pélvico.
Este camino la llevó a emprender. Junto a dos colegas, fundó Kinai, un Centro de Kinesiología Integrativa en Punta Arenas donde pudo aplicar lo aprendido. “Hicimos un montón de actividades. Yo hice clases de suelo pélvico, de preparación para el parto”, relata. Además, trabajó en el Centro de Rehabilitación, complementando su práctica profesional con nuevas especializaciones, como osteopatía y terapia para mujeres con fibromialgia.
Volver a sus raíces croatas
En 2021, la pandemia impactó la estabilidad del Centro y Michelle volvió a Porvenir, donde trabajó en el Centro de Rehabilitación y más tarde como trazadora de casos de Covid-19, hasta encontrar una oportunidad inesperada.
Ella, con ascendencia croata como una buena parte de los magallánicos, tenía en mente sacar su doble ciudadanía. Mientras investigaba cómo obtenerla se encontró con un anuncio de becas para estudiar el idioma en Croacia. Sin pensarlo demasiado, postuló.
Sin avisar a sus padres hasta que la aceptación fue oficial, en febrero de 2022 partió a Split, donde pasó varios meses aprendiendo croata. Se trasladó a la isla de Solta, donde trabajó como mesera durante la temporada. Durante ese tiempo, la kinesiología quedó en pausa.
Al regresar a Zagreb para continuar con el aprendizaje del idioma, volvió a su campo profesional. Su primer acercamiento fue en una clínica especializada en suelo pélvico, donde realizó clases de yoga terapéutico. Sin embargo, enfrentó un obstáculo importante: el idioma. “La mayoría eran adultas mayores y no sabían hablar inglés, y yo tampoco tenía las palabras específicas en croata para poder comunicarme en términos médicos”.
Pese a las dificultades, su estancia en Croacia le permitió obtener la ciudadanía tras nueve meses. Con su pasaporte en mano, comenzó a enviar su currículum.
De masajista a algo más
Consiguió una oportunidad laboral en Split, donde comenzó a trabajar en el Hotel Radisson Blu como terapeuta. “Primero hacía masajes pero después me empezaron a derivar clientes con dolor crónico o con problemas músculo-esqueléticos”, cuenta. Su trabajo no pasó inadvertido y pronto comenzó a atender al dueño del hotel y a su familia.
Fue gracias a su reconocida labor que un exgerente del hotel, ahora vinculado a La Prairie, una reconocida clínica suiza de medicina funcional, le hizo llegar una oferta de trabajo para su sede en China.
El proceso de selección fue arduo. Debió pasar varias entrevistas antes de recibir la oferta formal. Durante ese tiempo, recibió también una propuesta para trabajar en un hotel en Austria, lo que la llevó a cuestionarse su siguiente paso. “Finalmente para mí era mucho mejor una clínica en la que pudiera interrelacionarme con la parte médica, nutricional y de movimiento, que solamente estar en un hotel”, explica sobre su decisión de partir a Asia.
A finales de 2023, Michelle fue aceptada y se trasladó a Meixi Town para un periodo de entrenamiento, donde aprendió los protocolos de tratamientos como crioterapia, estimulación cerebral y terapias de desintoxicación. Finalmente, en febrero de 2024, se instaló definitivamente en China, comenzando la mayor aventura de su vida.
Vivió una transformación en Asia
Aterrizar en China significó una transformación en su estilo de vida. Desde el primer día se encontró con barreras. “Es muy distinto llegar a China que llegar a Europa o a cualquier otro país porque las redes no funcionan igual. No te funciona Google, no te funciona Instagram, ni WhatsApp, ni nada”, relata.
El sistema de pagos también es diferente. “Todo acá es con código QR. No puedes pagar en efectivo y si no tienes una cuenta bancaria china, es imposible comprar”, explica. Sumado a esto, el idioma fue un gran obstáculo, ya que la mayoría de las personas en su entorno no hablaban inglés.
En La Prairie, Michelle se integró al equipo de bienestar, uno de los cuatro pilares de la clínica. Sus tareas incluyen tratamientos con tecnología avanzada como crioterapia y estimulación cerebral, además de masajes especializados en desintoxicación y revitalización. “Trabajamos con programas de tres a seis días, en los que los pacientes pasan por chequeos médicos, sesiones con nutricionistas y distintos tratamientos”.
Al poco tiempo la nombraron supervisora de su área, lo que sumó una nueva dificultad: liderar un equipo compuesto mayoritariamente por chinos con quienes tenía serios problemas de comunicación. “No todos hablaban inglés, entonces explicar cualquier cosa tomaba muchísimo más tiempo”.
Se las ingenió para comunicarse con métodos alternativos, con traducciones, imágenes y mucha paciencia. También tuvo que acostumbrarse a diferencias culturales. “Las amistades acá son distintas. No son de abrazos ni de expresar mucho. Me costó entender eso, pero con el tiempo fui generando lazos”, dice sobre sus compañeros, entre los que ha logrado encontrar un grupo de amigos, incluyendo dos chinas y una ucraniana.
No todo es “pega”
Más allá de su trabajo, Michelle ha aprovechado cada oportunidad para conocer el gigante asiático. Gracias a los días extra que acumuló en el trabajo, ha recorrido destinos icónicos como la Gran Muralla China, templos en Beijing y Shanghái, además de lugares como las Montañas Amarillas. También ha visitado Bali y otros destinos del sudeste asiático.
Hoy, aunque está establecida en Meixi Town, sabe que su camino aún está en constante evolución. La Prairie ya le ha ofrecido nuevas oportunidades en otros países, y ella está evaluando cuál será su próximo paso. “Me gustaría seguir creciendo dentro de la clínica, quizás llegar a ser manager de mi área”, comenta. También tiene interés en profundizar en la medicina china, con cursos de Qigong y Tai Chi.
¿Volver a Magallanes? Por ahora, no está en sus planes. “Me gusta volver a ver a mi familia, recargar energías, pero aún me faltan unos años afuera”, dice feliz a El Magallanes desde el otro extremo del mundo.