El adiós del padre Fabres y el reflejo de una Tierra del Fuego olvidada
Porvenir ha quedado nuevamente sin sacerdote con la partida del padre Alejandro Fabres. Su despedida no es sólo la salida de un párroco más, sino el fin de una gestión marcada por su carácter frontal y su compromiso con los sectores más vulnerables de la comunidad. Pero más allá de su figura, en su adiós dejó al descubierto las profundas problemáticas que afectan a Tierra del Fuego y que, como él mismo denunció, siguen siendo silenciadas o normalizadas en la región.
El padre Fabres, durante sus seis años de servicio, no se limitó a los oficios religiosos. Se convirtió en una voz incómoda para algunos sectores, señalando realidades incómodas: la falta de respeto hacia la mujer, el arraigado machismo, el servilismo político y la pasividad de la comunidad ante estructuras de poder que perpetúan desigualdades. Sus palabras fueron claras y sin filtros: Magallanes es una región que se autodefine progresista, pero que en la práctica sigue atada a viejas prácticas que obstaculizan cambios reales.
Uno de los puntos donde puso mayor énfasis fue la realidad social de Porvenir y las comunas rurales de Tierra del Fuego. En su recorrido pastoral por Primavera y Timaukel, pudo ver de cerca el abandono del Estado en estos territorios. La escasez de servicios, la falta de oportunidades para los jóvenes y la dificultad de acceso a derechos básicos son una constante en la isla, donde la dependencia del clima y la distancia con los centros urbanos hacen aún más compleja la vida cotidiana.
Otro de sus legados fue su trabajo con la comunidad migrante. Desde 2022, impulsó iniciativas de apoyo para quienes llegaban a la isla en busca de una vida mejor, ofreciendo asesoría en documentación y generando espacios de integración. Sin embargo, su salida deja un vacío preocupante, ya que teme que este trabajo no tenga continuidad. En sus propias palabras, la ayuda brindada a los migrantes fue asumida por la iglesia y organizaciones sociales, mientras el Estado permaneció ausente.
La denuncia más fuerte del padre Fabres, sin embargo, recae en el servilismo político que aún domina la región. Con dureza, cuestionó la práctica del acarreo de votos y la sumisión a estructuras de poder que perpetúan desigualdades. Su mirada no es la de un forastero ajeno a la realidad local; después de seis años, se consideraba un fueguino adoptado, alguien que comprendió desde dentro los problemas y desafíos de la comunidad.
El alejamiento del padre Fabres no sólo deja un vacío en la comunidad religiosa de Porvenir, sino que nos obliga a reflexionar sobre el estado actual de nuestra sociedad. ¿Seguiremos ignorando las denuncias sobre machismo, desigualdad y corrupción? ¿Permitiremos que la ayuda a los sectores vulnerables dependa únicamente de la voluntad de individuos y no de una estructura sólida que garantice derechos?
Su partida es una oportunidad para que Porvenir y Tierra del Fuego tomen conciencia de sus propios desafíos. La voz del padre Fabres incomodó, pero también abrió espacios de diálogo y visibilizó problemáticas que no pueden seguir siendo ignoradas.