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La narración oral: un arte que no debe perderse

Por La Prensa Austral Viernes 21 de Marzo del 2025

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Desde tiempos inmemoriales, el ser humano ha contado historias. Antes de la escritura, fue la palabra hablada la que permitió transmitir el conocimiento, las tradiciones y los valores que han cimentado la identidad de los pueblos. La narración oral no es sólo un ejercicio de entretenimiento; es un acto cultural que une generaciones y preserva la memoria de comunidades enteras.  

La reciente celebración del Día Internacional de la Narración Oral en Magallanes nos recuerda la importancia de mantener viva esta tradición en un mundo cada vez más dominado por la inmediatez digital y el consumo acelerado de información. La actividad organizada por la seremi de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, en conjunto con la Sociedad Tolkien Magallanes**, permitió que niños, niñas y jóvenes se sumergieran en relatos que estimularon su imaginación y también fortalecieron su capacidad de escucha y reflexión.  

La narración oral es una herramienta poderosa en el desarrollo cognitivo y emocional de las personas. Escuchar una historia narrada con pasión activa procesos mentales que fomentan la creatividad, la empatía y el pensamiento crítico. En una sociedad donde el acceso a la información está mediado por pantallas, recuperar la capacidad de atención y la escucha activa es un desafío que no podemos ignorar.  

Pero este arte no solo tiene una función pedagógica, sino también un profundo impacto en la preservación de la identidad cultural. En territorios como Magallanes, donde la historia y la tradición se entrelazan con la naturaleza y la geografía extrema, la narración oral es un vínculo esencial con el pasado. No basta con archivar documentos o registrar en libros las memorias de nuestros ancestros; es la voz humana la que da vida a los relatos, permitiendo que se adapten y se resignifiquen con cada nueva generación.  

Sin embargo, a pesar de su valor innegable, la narración oral enfrenta hoy un riesgo real de desaparecer. La educación formal y las políticas culturales han privilegiado otros formatos de aprendizaje y difusión del conocimiento, dejando a la oralidad en un segundo plano. ¿Estamos realmente haciendo lo suficiente para evitar que este arte se pierda?  

El Estado y las instituciones culturales deben asumir un compromiso más decidido con la promoción de la narración oral. No basta con conmemorar su día una vez al año; es necesario integrarla en las escuelas, en los espacios comunitarios y en la formación de nuevas generaciones de narradores. Los cuentacuentos no son sólo un elemento decorativo de festivales infantiles; son guardianes de la memoria colectiva, y su labor merece mayor reconocimiento y apoyo.  

La oralidad sigue siendo un puente entre el pasado y el futuro, entre lo local y lo universal. Cada historia contada mantiene encendida una chispa de nuestra humanidad. 

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