Presidente en Magallanes: entre las luces del Bid y las sombras del territorio
La visita del Presidente Gabriel Boric a Magallanes, enmarcada en el side event del Banco Interamericano de Desarrollo (Bid), se produce en un contexto local mucho más tenso y complejo que en otras ocasiones. A diferencia de anteriores viajes, donde la esperanza y el simbolismo del Mandatario nacido en Punta Arenas marcaban el tono general, esta vez lo recibe una ciudad convulsionada, con conflictos abiertos en áreas claves como educación, transporte y cumplimiento de compromisos presidenciales.
Es cierto que la instancia internacional representa una vitrina importante para Magallanes: autoridades regionales y locales de América Latina y el Caribe llegaron a la capital regional para discutir sobre innovación, desarrollo territorial e integración. Sin embargo, el brillo del evento contrasta fuertemente con el panorama interno de la región, que dista mucho del orden y la planificación que suele esperarse en el marco de este tipo de encuentros.
El paro de profesores, que se ha extendido por semanas en Punta Arenas y que ha sumado a otras ciudades, no sólo revela el colapso del Servicio Local de Educación Pública (Slep), sino también la fragilidad de una política pública que, lejos de mejorar la educación, ha profundizado su crisis. Con cerca de 11 mil estudiantes sin clases, las calles de la ciudad parecen más despejadas, lo que algunos han interpretado erróneamente como eficiencia en el transporte público. Lo cierto es que la crisis educativa ha ocultado —momentáneamente— otra: la de la movilidad, con una flota disminuida, atrasos reiterados y un sistema que no responde a las necesidades reales de la comunidad.
A esto se suma el creciente descontento por el modo en que se ha abordado uno de los compromisos presidenciales: el pago del 4%. El “chaucheo” con el cual se ha encarado esta deuda histórica no sólo despierta críticas por su forma, sino también por lo que simboliza: una promesa de justicia que se va diluyendo en tecnicismos y cálculos políticos.
Pero hay más. A casi tres años de asumir la presidencia, Boric llega a su región natal sin haber concretado algunos de los compromisos más esperados. El anunciado Plan Especial de Zonas Extremas —que él mismo dijo sería su legado para Magallanes— aún no toma forma. El Eleam de Puerto Natales sigue en compás de espera. Y otras promesas, como la eliminación de los delegados presidenciales o la transformación del predio del Club Hípico en el “Central Park” de Punta Arenas, parecen haberse quedado en el papel.
La pregunta que flota en el ambiente es inevitable: ¿Puede un gobierno que organizó un encuentro internacional para debatir sobre desarrollo sostenible y cohesión territorial, dar respuesta efectiva a las urgencias de su propia tierra? La respuesta, por ahora, es ambigua. Porque si bien el Presidente se esfuerza por conectar el presente con una visión de futuro —hidrógeno verde, descentralización, innovación— lo que los magallánicos reclaman es atención al aquí y al ahora.
Nadie desconoce el valor de proyectar a Magallanes como un actor relevante en el escenario latinoamericano e internacional. Pero mientras las bases del territorio tiemblan, mientras los niños no están en las aulas, los adultos mayores siguen esperando dignidad y las promesas se postergan sin fecha, la visita presidencial corre el riesgo de leerse más como un gesto de protocolo que como un acto de compromiso.
Es tiempo de menos discursos y más concreciones. Magallanes no necesita otro aplauso en foros internacionales: necesita soluciones reales, aquí y ahora.