Magallánicos bajo cero: la lucha y pasión de tres nadadores de aguas gélidas que representan al país y a la región
- Paula Bravo, Ljubomir Drpic y Alexander Dick viajaron hasta Italia para representar a Chile en el Mundial de Natación en Aguas Gélidas. Sin piscina donde entrenar y con financiamiento propio, lograron competir contra los mejores del mundo.
Tomás Ferrada Poblete
Cada año, miles de magallánicos se lanzan a las gélidas aguas del estrecho de Magallanes en el tradicional “chapuzón”. El evento, reconocido en Chile como una muestra de valentía e identidad magallánica, une a la comunidad de Punta Arenas.
Pero, ¿se imagina hacerlo de forma constante y que ese chapuzón no consista de un par de segundos sino que de largos minutos, llegando a nadar incluso un kilómetro? Eso hacen los nadadores en aguas gélidas de todo el mundo y, en conversación con El Magallanes, tres magallánicos nos cuentan su historia practicando este extremo deporte.
Competir en hielo
Enfrentando temperaturas cercanas al punto de congelación en el Campeonato Mundial de la International Ice Swimming Association (IISA), Paula Bravo, Ljubomir Drpic y Alexander Dick representaron a Chile en esta competencia de natación en aguas gélidas realizada en Molveno, Italia.
Esta disciplina es un deporte extremo en crecimiento. Aunque aún no es olímpico, podría sumarse a los Juegos de Invierno 2030. Sin embargo, su falta de oficialidad ha limitado el apoyo institucional. “Eso igual frena un poco el tema de los apoyos”, explica Paula Bravo, señalando que la participación de los chilenos en estos eventos ha sido autofinanciada.
El camino de los nadadores magallánicos
El camino que llevó a estos tres nadadores hasta el Mundial de Italia es diverso. Paula Bravo, médica de profesión, llegó a Magallanes hace cuatro años por motivos laborales. Su vínculo con la natación venía de antes, pero la falta de piscinas disponibles durante la pandemia la llevó a buscar alternativas. “Yo quería seguir nadando, así que tocó tirarse al estrecho”, recuerda.
Al principio utilizaba traje de neopreno, pero con el tiempo descubrió que podía nadar sin él y que su cuerpo tenía una gran tolerancia al frío. Desde entonces, ha entrenado y competido en la disciplina.
Ljubomir Drpic, en tanto, es magallánico de origen, pero pasó varios años viviendo en la zona central del país. Fue la pandemia la que lo trajo de vuelta a Punta Arenas, donde buscó retomar alguna actividad deportiva. Su primera incursión en la natación fue casi accidental: “Yo hacía otros deportes que acá no había, escalaba en roca, y ahí encontré a un amigo que estaba nadando en la piscina”, relata.
Se unió al club de aguas abiertas sin saber exactamente en qué se estaba metiendo y, con el tiempo, descubrió que tenía facilidad para la natación en frío. Lo que comenzó como un pasatiempo se convirtió en su pasión.
El caso de Alexander Dick tiene matices similares. De niño nadaba, pero tuvo que dejar las piscinas debido a problemas con el cloro. Luego de años practicando otros deportes, volvió a Punta Arenas y decidió entrar al club de aguas abiertas como una forma de mantenerse activo.
La gran motivación llegó cuando Alexander y Paula participaron en una competencia en el glaciar Perito Moreno, donde descubrieron que la natación en aguas gélidas tenía reglas propias y un circuito de competencias. “Nos mostró un poco el mundo”, confiesa Alexander. Si bien Ljubomir no pudo asistir, la experiencia de sus compañeros en Perito Moreno también le abrió la puerta para prepararse y competir internacionalmente.
Italia 2025: nadar en una piscina congelada
El Campeonato Mundial de la International Ice Swimming Association (IISA) se celebró en Molveno, Italia, entre el 13 y el 18 de enero pasado. Con la participación de más de 40 países, la competencia reunió a los mejores nadadores de aguas gélidas de todo el mundo.
Cada mañana, la piscina de la competencia amanecía congelada, con una capa de hielo de hasta 10 centímetros de espesor. “Venía gente de la organización con combos y picotas a romper el hielo, luego sacaban los bloques con carretillas para que recién pudiéramos entrar a nadar”, describe Ljubomir Drpic. La temperatura del agua se mantenía entre 1 y 1,5 grados Celsius.
Las pruebas iban desde los 50 hasta los 1.000 metros, con diferentes estilos y relevos mixtos. “Muchos pueden aguantar 50 metros, porque entras, das todo y sales, pero nadar un kilómetro a un grado es otra cosa. Tu temperatura interna va bajando, el cuerpo se congela, es una competencia física, pero muy mental”, explica Drpic.
Los nadadores no sólo se enfrentaban al frío en el agua, sino que también al impacto que este tenía en el cuerpo al salir. “Después de un nado de 500 o 1.000 metros, uno sale con hipotermia, y la prueba no termina hasta que te recuperas por completo”, dice Paula Bravo. En las distancias más largas, los deportistas eran sometidos a un chequeo médico inmediato para asegurarse de que estaban en condiciones de continuar.
El otro obstáculo
Más allá de las bajas temperaturas, los nadadores de Magallanes enfrentaron otro obstáculo: la falta de preparación en condiciones óptimas. En septiembre de 2024, la piscina fiscal de Punta Arenas cerró por mantenimiento y no estuvo disponible por meses. “Nos cortaron el ritmo de entrenamiento en un momento clave, justo antes del Mundial”, comenta Drpic. Sin un lugar donde entrenar regularmente y sin entrenador, cada deportista tuvo que adaptarse como pudo.
El problema no es nuevo. Mientras en otros países los nadadores entrenan con recursos y equipos técnicos completos, en Magallanes todo ha sido autogestionado. “Es un tremendo esfuerzo llegar hasta allá y competir”, comenta Alexander Dick.
A pesar de estas dificultades, los resultados fueron destacados. Paula Bravo logró un cuarto lugar en los 50 metros espalda y un sexto en los 1.000 metros, una de las pruebas más exigentes. Alexander Dick obtuvo un quinto lugar en los 50 metros pecho, mientras que Ljubomir Drpic quedó dentro del top 10 en casi todas sus pruebas, compitiendo contra nadadores experimentados.
Los tres magallánicos lograron posicionarse entre los mejores. Su participación demostró el nivel competitivo de los nadadores de la región, en una disciplina cuya máxima exponente nacional es la santiaguina Bárbara Hernández, campeona mundial y poseedora de dos Récords Guinness.
Los desafíos que vienen
Tras su destacada participación en el Mundial de Italia, los nadadores magallánicos ya tienen la mirada puesta en nuevos desafíos. El primero de ellos será en agosto de este año, cuando participen en la Copa de Aguas Gélidas en Calafate.
El gran objetivo a largo plazo es el Mundial de Oulu, Finlandia, en marzo de 2026, donde los mejores nadadores de aguas frías volverán a enfrentarse en condiciones extremas. A diferencia del torneo en Italia, en Finlandia la cultura de la natación en hielo está mucho más arraigada, lo que representará un desafío aún mayor para los chilenos.
Pero no todo está ligado a las competencias contra otros nadadores. Paula Bravo ha decidido asumir un reto consigo misma: cruzar el Canal Beagle sin traje de neopreno. Se trata de un desafío que forma parte de la denominada “Triple Corona Austral”, una serie de tres cruces extremos que incluyen también el estrecho de Magallanes y el Río de la Plata.
“Desde una isla argentina hasta la costa chilena hay aproximadamente un kilómetro y medio”, explica Bravo, quien realizará la travesía en abril próximo.
Un potencial desaprovechado
Los deportistas coinciden en que Magallanes tiene un potencial único para consolidarse como la capital de la natación en aguas gélidas en Chile. “Aquí tenemos las condiciones naturales para desarrollar este deporte, mientras que en otros lugares la gente busca dónde entrenar en aguas frías”, reflexiona Alexander Dick. Sin embargo, el desarrollo de la disciplina sigue limitado por la falta de infraestructura, entrenadores especializados y apoyo financiero.
La falta de una piscina olímpica, los cierres de la piscina fiscal y la priorización a actividades recreativas, sumado a la escasez de apoyo institucional han sido obstáculos constantes en su preparación. Estas dificultades los dejan en desventaja frente a sus rivales. “Hay chicos que entrenan dos o tres horas todos los días de la semana, y nosotros, después del trabajo, vamos tres o cuatro veces por semana, una hora”, comenta Paula Bravo.
A pesar de todo, los tres nadadores han demostrado que con pasión y disciplina se puede competir. Por ahora, sólo podemos imaginar lo que ellos y sus compañeros de disciplina podrían lograr con más apoyo, representando las banderas de Chile y de Magallanes en cada competición.