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Tangos de siempre: “Garufa”

Por Marino Muñoz Aguero Domingo 30 de Marzo del 2025

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De tanto en tanto, en este espacio dominical recordaremos uno que otro tango de esos que han quedado en la historia y en nuestra memoria. Arranquemos entonces con “Garufa”, un tango chispeante en medio del dramatismo reinante del género. Es una de las pocas composiciones que salen del molde tradicional del “sentimiento triste que se baila”, como definiera al tango el gran Enrique Santos Discépolo, autor —entre otras joyas— de “Uno”, “Cambalache”, “Yira, yira” o “Cafetín de Buenos Aires”.

“Garufa” es una expresión que, en lunfardo —el lenguaje popular del Río de la Plata—, alude a un muchacho divertido, alegre y que gusta de las fiestas. El tango “Garufa” nace en Montevideo, Uruguay, en 1927. Sus autores formaban parte de la “Troupe Ateniense”, grupo de actores y músicos uruguayos de la década de 1920 que componían música para los carnavales y también tangos. Tres de sus integrantes, Juan Antonio Collazo en música y Víctor Soliño y Roberto Fontaina en letra, produjeron este famoso tango que cuenta la historia del obrero que se transforma los sábados en la noche para ir a la milonga (los bailes populares que se realizaban en los clubes de Montevideo y Buenos Aires).

“…durante la semana, meta laburo y el sábado a la noche sós un Dotor…”: acertada descripción del obrero que “se rompe el lomo” trabajando para tener un respiro de diversión al final de la semana. De la letra deducimos que el protagonista es un joven soltero que vive todavía con su madre: “Garufa, pucha que sós divertido, Garufa vos sós un caso perdido / tu vieja… dice que sós un bandido / porque supo que te vieron, la otra noche en el Parque Japonés”.

El tango tuvo muchas versiones grabadas en Montevideo y en Buenos Aires, incluyendo la de Gardel, con la particularidad de que en las versiones argentinas se alteró la letra para adaptar los lugares citados —propios de Montevideo— a la geografía bonaerense. De todos los registros nos quedamos con los que repasaremos a continuación.

La gran Tita Merello (“Tita de Buenos Aires”), célebre por su versión de la milonga “Se dice de mí”, grabó “Garufa” en 1968 acompañada de la orquesta de Carlos Figari. La Merello, en sus facetas de actriz y cantante, hacía gala de la ironía para representar el sufrimiento, en especial el asociado a la pobreza —como la de los conventillos— desde donde provenía. Por ello, el tango que reseñamos encajaba perfecto en su estilo bravo, provocador y contestatario.

En 1975, Edmundo Rivero (“El Feo”) graba “Garufa” con acompañamiento de guitarra. Rivero, con su estilo rudo, interpretaba muy bien aquellos tangos con predominio del lunfardo. También registró la composición en 1976 con orquesta.

Pero —a nuestro modesto entender— la mejor versión de “Garufa” se la debemos al gran Alberto Castillo, “El cantor de los cien barrios porteños” o el “Dotor Castillo”, específicamente la que grabó en 1960 con la orquesta de Osvaldo Requena (en 1951 la había registrado acompañado por Ángel Condercuri). Castillo era médico ginecólogo, pero no ejerció su profesión, derivando en actor y cantor de tangos, milongas, candombes y valses criollos. Era histriónico (emitía alaridos, según Julio Cortázar) y hacía gala de un estilo desafiante.

En la escena artística, Castillo se desclasa: en lugar de ser el médico que canta, se autoasume como integrante de la clase popular argentina, y su apogeo coincide con el auge de Juan Domingo Perón, que gobernó en su primer período entre 1946 y 1952. Castillo representaba a los “Descamisados”, a los “Grasas” (“Mis queridos Grasitas”, les decía Eva Perón), es decir, al obrero, al trabajador que ya no disimulaba su condición social sino que, al contrario, se enorgullecía de ella. Entonces, a Castillo, “Garufa” le llegaba como anillo al dedo. Nadie cantó ni cantará ese tango como él lo hizo. Nadie lo hará igual, porque él era “Garufa”.

“Con un café con leche y una ensaimada / Rematás esa noche de bacanal / y al ir a tu casa de madrugada / Decís: Yo soy un rana fenomenal”.

Notas: La ensaimada es la factura en forma de medialuna.
Un “rana” es un tipo vividor, alegre.

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