Antártica, ciencia y avances tecnológicos
Chile, como puerta de entrada natural al continente blanco, y Magallanes, como su base logística y territorial, deben seguir alentando el desarrollo de la ciencia, invirtiendo cada vez más en la formación de capital humano y en el desarrollo de nuevas tecnologías.
En la reciente edición dominical del suplemento Ciencias, se informó de dos investigaciones relevantes en tal sentido. Por un lado, la campaña invernal que lideran dos geólogos de la Universidad Andrés Bello en la estación Tarp, donde por primera vez se recopilan datos atmosféricos durante el crudo invierno antártico; por otro, el desarrollo de un robot submarino inspirado en la mantarraya, creado por estudiantes de ingeniería de la Universidad Adolfo Ibáñez, que busca explorar la biodiversidad submarina antártica sin alterar su entorno.
Ambos proyectos coinciden en una premisa ineludible: sin ciencia, no hay soberanía posible en la Antártica, ni posibilidad real de anticiparnos al cambio climático o proteger un ecosistema único y frágil. Y sin inversión sostenida en investigación, Magallanes corre el riesgo de seguir siendo una escala técnica, no un polo de generación de conocimiento.
Los investigadores atmosféricos destacan que la Península Antártica está experimentando un derretimiento acelerado, y una de las claves para entenderlo está en la composición del aire, en los “ríos atmosféricos” y en variables como el albedo o la radiación solar. La información se recolecta con tecnologías sofisticadas y en tiempo real, en condiciones extremas, para alimentar bases de datos que luego nutren informes de la Onu o la Nasa.
Junto con destacar este proyecto, cabe preguntarse en este ámbito: ¿Cuántos de esos equipos, datos y publicaciones tienen origen o liderazgo regional?
Por su parte, el robot Skiper —un “soft robot” inspirado en la biomecánica de la mantarraya— busca conocer los misterios del mundo submarino antártico sin invadirlo. Diseñado con materiales flexibles y sensores modulares, este desarrollo ejemplifica cómo la ciencia joven, innovadora y responsable puede marcar una diferencia real, incluso con escasos recursos. Pero requiere apoyo, validación institucional y continuidad.
Otra vez la pregunta es: ¿Cuántos estudiantes de la Umag o de algunos institutos o centros de formación técnica regionales están realizando investigaciones y/o prototipos de esta envergadura?
Chile tiene un discurso sólido en foros internacionales sobre la Antártica como reserva de paz y ciencia. Ahora necesita coherencia entre ese relato y el presupuesto público para investigación polar. No basta con tener bases científicas o prestar apoyo logístico. Debemos convertirnos en protagonistas de los descubrimientos, y para ello necesitamos políticas públicas robustas, financiamiento continuo, articulación entre universidades e institutos, y una estrategia que entienda que invertir en ciencia es invertir en soberanía, en diplomacia y en desarrollo sostenible.
Magallanes debe ser más que una plataforma. Debe ser el corazón antártico del país, una región donde la educación científica, la innovación y la exploración encuentren su base.