Aprendiendo a emprender
“Enamórate del problema, no de la solución”, nos dice Uri Levine -cofundador de Waze- en su libro del mismo nombre, invitándonos a valorar al usuario final como clave del éxito emprendedor. ¿Qué significa esto último? Implica tener la capacidad de identificar un problema, lo suficientemente relevante como para dedicar tiempo y esfuerzo a la solución.
No es extraño que hoy -y en el futuro inmediato y largo plazo del trabajo- las habilidades más demandadas por las organizaciones son el “pensamiento crítico”, el “pensamiento estratégico”, el manejo de “data” y el “storytelling”. Vale decir, la capacidad de pensar para identificar un problema raíz, tomar decisiones basadas en evidencia, tomar una decisión, agregar valor y ser capaz de contar una “historia”. Esta última, ha de ser un relato que nos conecte con una solución única que nos debe “encantar”.
En el agregar valor la clave está en que nuestro negocio debe servir a los intereses del cliente, de ahí que nuestra actitud ha de ser con certeza, empoderamiento, pero también empática, humilde, de escucha efectiva, con pasión y emoción: hablar con convicción y escuchar como si estuvieras equivocado.
El punto central es la capacidad para identificar un problema social y complejo que nadie más este intentando resolver. Ahí esta el camino al éxito.
Magallanes es una tierra de emprendedores. Una mirada a su historia nos pasea por relatos de pioneros que fueron capaces de identificar problemas y plantear soluciones agregando valor, muchos de ellos de manera única. Varios de ellos reinventaron la realidad del momento y especialmente fueron no sólo eficientes, sino resilientes. Pero eso no bastaba.
Una vez resuelto el problema que sea lo suficientemente bueno para un grupo de la sociedad, viene la etapa del financiamiento y, ciertamente, de la importancia de la mentoría.
Una rápida mirada a las posibilidades de financiamiento al emprendimiento en la Región de Magallanes permite encontrar alternativas como “Capital Semilla Emprende” (Sercotec), “Fortalece Pyme Magallanes” (Corfo), la “Academia Circular Magallanes (Incubatec Ufro), “Mi primer negocio rural” (Indap) y el “Proyecto Magallanes Sostenible”. Cada uno focalizado a iniciativas distintas, pero en las cuales se observan precisamente las etapas por las cuales es necesario avanzar en el éxito emprendedor. Una de ellas, la mentoría, la experiencia. No quisiera entrar en la clásica discusión académica si un emprendedor “nace” o “se hace”, pero de lo que no cabe duda es que “se contagia”. Esto ocurre cuando escuchamos historias de otros que pudieron salir adelante. Sus problemas, sueños y estrategias muchas veces no sólo harán que nos identifiquemos sino que nos pueden permitir a encontrar ese navegador que nos guie hacia la solución.
Levine insiste en que “los emprendedores saben que es necesaria una gran pasión por los productos y por la compañía”. Enamorarse de un problema valorando al usuario final implica no poner el foco en las ideas propias ni en las creaciones, sino en el consumidor.
Pero todo lo anterior requiere identificar ese dolor y poner emoción, la pasión que desata un nuevo producto tanto en los inversionistas como en quienes lo usarán por primera vez. ¿Cuántas veces las emociones nos ayudaron a tomar las decisiones sobre el producto?, se pregunta Levine. Agrega: “sólo hay decisiones correctas, o no hay decisión”, cuando tomamos un camino, no sabemos como habría sido tomar otro, de ahí que la convicción es una conducta fundamental en el camino al éxito. Concluye: “Una de las experiencias más gratificantes es aquel momento ‘¡eureka!’ cuando hay una chispa y un cambio en la mentalidad del emprendedor”.
Enamorarse del problema, no de la solución, poner el foco en el cliente, no en el producto, es una primera lección fundamental que nos enseña Uri Levine en un camino de “aprender a emprender”.