“Un Dolor Real”: un camino de autodescubrimiento y comedia sutil
Por Guillermo Muñoz Mieres,
periodista
Estados Unidos, 2024
Director: Jesse Eisenberg
Protagonistas: Jesse Eisenberg, Kieran Culkin, Jenniffer Grey
En Disney
De todas las películas nominadas al Oscar, Un dolor real no alcanzó pasaje para llegar a las salas de cine de Magallanes, y su aterrizaje en la región fue directamente en streaming, pero ya con varios premios en su haber, entre ellos, el de Mejor Actor de Reparto en la última entrega de los Oscars.
Su gran mérito, y un dato a considerar, es que está dirigida, escrita y protagonizada por Jesse Eisenberg, ese actor de rostro impávido que interpretó al creador de Facebook en La red social (2010) y a Lex Luthor en Batman v Superman: El origen de la justicia (2016), y que ahora, cuando ya bordea los 40, se suma a nombres como Clint Eastwood, Ben Affleck y Bradley Cooper, quienes decidieron un día que podían estar también detrás de las cámaras.
Un dolor real es su segunda película como director y relata el encuentro de dos primos judíos que alguna vez fueron cercanos, pero cuyas vidas tomaron rumbos distintos. Tras la muerte de su abuela, deciden juntos emprender un viaje a Polonia para conocer el lugar donde ella nació y sobrevivió al Holocausto.
Ambos ya no son los mismos: David es un pequeño empresario del mundo digital que ya tiene su propia familia, mientras que de Benji poco sabemos, salvo que es más inquieto, que no le puede faltar la marihuana y que su carácter puede irradiar simpatía, pero en ocasiones también meterlo en problemas.
En ese trayecto, David y Benji integran un grupo turístico de personajes secundarios tan particulares como ellos, con un guía de libreto demasiado aprendido, un inmigrante convertido al judaísmo que escapó del genocidio en África, un matrimonio ya maduro y una mujer recién divorciada, interpretada por Jennifer Grey, la protagonista de aquel clásico ochentero Dirty Dancing (1987), quien, después de tanto tiempo, parece estar solo de parranda.
Eisenberg dirige con precisión una historia mínima, donde no eleva la voz ni aparece una vuelta de tuerca que lo cambie todo, desplegándose con serenidad por los territorios de la comedia y el drama en una road movie (o también conocida como “película de carretera”), donde los protagonistas, con música de Chopin de fondo, avanzan de pueblo en pueblo para descubrir que ya no son los mismos que cuando partieron.
Un dolor real utiliza el tema del origen y el Holocausto como excusa para algo más interior, que no está en los vestigios de los campos de concentración que contempla el tour, sino en esas pequeñas aventuras que pueden surgir en el día, donde lo que puede resultar simbólico y emotivo también podría ser ridículo e insignificante.
Pero, sobre todo, es la mirada de David sobre su primo Benji, un personaje quizás sin rumbo, doblegado y sensible por sus experiencias de vida, que observa a la gente como una oveja extraviada en la manada, ya sea en un aeropuerto, en el vagón de un tren, en un sitio de memoria del Holocausto o en la terraza de un edificio.
Y sobre esa mirada está la de Jesse Eisenberg, un actor de rostro pálido e inexpresivo, que se puso a dirigir sin pedirle permiso a nadie y que entrega esta película que no necesita de premios ni de un éxito abrumador de público para demostrar que, en las pequeñas historias, a veces se puede encontrar mayor grandeza.