Necrológicas

– María Olinda Millán Vargas

– María Andrea Santana Miranda

– Arturo Menay Contreras

– Fabiola Alejandra González Salaza

– María Soledad Menéndez Ruiz

La educación rural espontánea

Por Alfredo Soto Martes 8 de Abril del 2025

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– “Enseñar siempre: en el patio y en la calle como en la sala de clase. Enseñar con actitud, el gesto y la palabra” (Gabriela Mistral)

Me conmueve aproximarme a la laguna Figueroa, ahora tan cerca de mi hogar, entre el Hotel Tres Pasos y una serie de estancias y puestos en la parte norte de la comarca de Ultima Esperanza, poder visitarla frecuentemente me ha permitido entender la capacidad que tiene este lugar para invitarnos a reflexionar, aunque sean los pequeños momentos del día, o quizás aquellos grandes espacios y circunstancias en que se agudizan los pensamientos y los proyectos futuros comienzan hacerse realidad. Visitar el esplendor de sus aguas y las múltiples manifestaciones en sus alturas con elevadas cumbres que se enrojecen ante los últimos rayos de un sol otoñal. Desde estas mismas alturas de manera vertiginosa en la mirada desde la cúspide, se compenetra el vuelo majestuoso del mayor alado, el cóndor, que circula a las corrientes que le otorga la misma laguna que en su superficie sustenta en sus cadenciosas aguas, a la tagua, a la huala, uno que otro cisne coscoroba, si hasta el pato quetru se atreve en su lánguido vuelo acuatizar en sus aguas por un descanso o quizás un retiro equinoccial. Una mirada por sus alrededores te darás cuenta de que no sólo una vez ha llegado alguien a sentir estas mismas emociones y que no quieren dejar pasar el momento para plasmarla en una imagen, en un curioso video o quizás como ocurrió en antaño en las manos de Gabriela, si, nuestra Gabriela, su sensibilidad ayudó a que se refugie en sus mágicas letras para derivarlas en profundos sentimientos de soledad en el inconfundible silencio de una Patagonia quieta y tranquila. En esta somera mirada por el lugar, se aprecian rectos álamos que se atreven a imponer su figura esbelta, ante el torcido y menguado tronco de la lenga y del coigüe, pero si me he dado cuenta que el orgullo de sus formas, pierde primero sus hojas, mucho antes que los demás rudos de la Patagonia.

Estamos recién celebrando lo que fue ayer el Día de la Educación rural, destacando la figura de Gabriela Mistral, en su natalicio, quien simboliza con creces su espíritu pedagógico, pensando siempre en el bienestar de los niños y niñas desde la perspectiva educacional. En este caso, Gabriela Mistral desde sus primeros pasos y experiencias como educadora, fue justamente en pequeñas escuelas en pueblos campesinos, zonas rurales en donde pudo ir dándose cuenta del gran valor y de los privilegios de los niños de estas localidades por entender mejor sus entornos totalmente naturales. 

En estos entornos nos damos cuenta que muchas veces las herramientas pedagógicas no sólo están en el interior de las aulas, sino que potencialmente están en el milagro de ir descubriendo diferentes tópicos de nuestra naturaleza que nos permite ir tomando desde sus formas y condiciones ventosas, de lluvias frías y copiosas nieves nos involucran sin que lo queramos a forjar el carácter, el entendimiento de muchas cosas cotidianas, que hoy día tienen un valor adicional al agregar la educación ambiental en colegios de ciudades, en donde se van vinculando las experiencias en la adopción de valores, conceptos y al mismo tiempo en el desarrollo de habilidades para una convivencia armónica entre las personas, su cultura y por sobre todo los espacios geográficos que los envuelve en su territorio.

Educar en el campo se ha transformado en un modelo de aprendizaje, sobre todo para comprender y entender aún más la complejidad del cambio de los entornos a través de las manifestaciones del cambio climático y hacer frente a ello junto con sus comunidades inmediatas y que les permita a niños y jóvenes a emprender la lucha eficaz para la mitigación y al mismo tiempo el valor de la adaptación. No dejemos que se nos olvide y no permitamos que lo urbano nos deje aturdidos, permitamos que, en las labores docentes, nuestros niños y niñas de las ciudades, tengan las oportunidades de conocer estos espacios, estoy seguro que leer un poema de Gabriela, es mucho más potente hacerlo en la naturaleza, soñando quizás a orillas de la laguna Figueroa, mucho más contundente que en una sala de concreto y de colores sin sentido.

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