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Funeral del papa Francisco congregó a más de 400.000 fieles

Domingo 27 de Abril del 2025

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  • Miles de personas y líderes del mundo dieron su último adiós al pontífice
    en una emotiva ceremonia en la Plaza de San Pedro en el Vaticano.

 

 

“Fue un Papa en medio de la gente”, dijo ayer el decano de los cardenales, Giovanni Battista Re, que ofició la ceremonia durante el funeral del papa Francisco, fallecido el lunes a los 88 años tras 12 de un pontificado intenso y que ha agitado la Iglesia. Gente ha habido muchísima: 400.000 personas, según las autoridades, sumando quienes acudieron a la plaza de San Pedro (250.000) y al cortejo fúnebre por la ciudad (150.000). Una abrumadora respuesta de afecto popular para un Papa a veces más comprendido y querido en la calle y en las parroquias de barrio que en los despachos de la Iglesia y de los gobiernos.

En la explanada exterior de la basílica vaticana había delegaciones de 146 países, con 10 monarcas, 50 jefes de Estado y de Gobierno. Muchos de ellos le han criticado, incluso insultado, como el que estaba en primera fila más cerca del féretro, Javier Milei, Presidente de Argentina.

Las palabras de Francisco fueron contra las políticas de muchos de los presentes: el estadounidense Donald Trump, la italiana Giorgia Meloni, el húngaro Viktor Orbán, la alemana Ursula von der Leyen. A toda la clase política mundial que hace la guerra, descuida el planeta, rechaza inmigrantes o se olvida de la pobreza. Un mundo en crisis, con miedo y en tensión, en el que ahora se hace este vacío que deja Jorge Mario Bergoglio y que crea en la Iglesia el vértigo de decidir quién podrá sustituirle, y para hacer qué, cómo hablar tanto al mismo tiempo a la gente común y a los más poderosos que estaban ahí sentados. Porque al final han venido todos a despedir a Francisco.

El monumental ritual tuvo casi 5.000 clérigos celebrantes, 220 cardenales que a la izquierda del altar componían un cuadrante rojo, frente al oscuro de los trajes de luto de las personalidades que estaban a la izquierda.

Esta imagen de la Iglesia a un lado y al otro, quienes dirigen el mundo, ambos ante el ataúd de Francisco que cierra una era, representaba visualmente el desafío en juego en el cónclave. El próximo papa será quien tenga que afrontar el despliegue de la era Trump y el auge de los populismos de extrema derecha en Europa, un amplio frente que, más allá de la ideología, se arroga también la defensa de las tradiciones cristianas, y por tanto entra en competencia directa con la Iglesia por la legitimidad del mensaje. Para el sector más radical, Francisco era un hereje y un impostor.

No es un secreto que el sector más conservador del catolicismo, donde la Iglesia de Estados Unidos supone un tercio de los fondos que recibe el Vaticano, espera un papa en las antípodas del que acaba de fallecer. Ha sido muy batalladora estos años y no se descarta que a partir de ahora y hasta el inicio del cónclave se recrudezca una ofensiva mediática y en redes sociales, también con campañas contra candidatos no deseados. 

Luego, al pie del altar, comenzaba una gran muchedumbre que se alargaba por toda la Via della Conciliazione, con varias pantallas gigantes para seguir el ritual. Bajo un cielo romano bonito, azul y con nubes, y una ligera brisa que pasaba las páginas del Evangelio dejado sobre el féretro de madera. Entre la multitud, el paisaje humano que refleja la variedad de la Iglesia y las otras religiones presentes en túnicas, hábitos e indumentarias exóticas. Muchas excursiones de chicos y chicas, mochilas, boy scouts.

Antes de que el ataúd fuera transportado a hombros al exterior de la basílica, la pequeña familia vaticana del Papa se despidió de él. Sus secretarios y asistentes Juan Cruz Villalón, Manuel Pellizzon y Fabio Salerno. También su enfermero Massimiliano Strappetti, y los ayudantes de cámara Piergiorgio Zanetti y Daniele Cherubini. Besaron el féretro antes de salir. Entre los familiares de Bergoglio, la monja Ana Rosa Sivori, salesiana, 82 años, prima lejana que vive en Tailandia.

La homilía en italiano del cardenal Re, cuyo fuerte acento de Brescia retumbaba por los altavoces, hizo oír una vez más a los jefes de Estado y de Gobierno las palabras de Francisco: “Construir puentes y no muros es un ruego que ha repetido muchas veces”. Aplauso de la multitud, caras impertérritas entre los políticos.

El último viaje en papamóvil de Francisco, rumbo a la basílica de Santa María la Mayor, donde fue enterrado, comenzó a las 12.26. Se colocó el ataúd en un vehículo blanco, escoltado por cuatro motos de Carabinieri y Policía. Seguido de una hilera de vehículos. En dos minutos salió del territorio del Vaticano y ahí, fuera de los muros, ya estaba esperando la gente. Recibió los primeros aplausos que no se apagaron durante la media hora de trayecto. Se escucharon gritos parecidos a lo largo del camino: “¡Bravo!”; “Viva el Papa”; y sobre todo uno “¡Grazie!”. 

Los aplausos cesaron al llegar a Santa María la Mayor, a las 12.55, donde dominaba el silencio y de nuevo el tañido fúnebre de las campanas. Esperaban cuatro guardias suizos, algo raro de ver fuera del Vaticano. También medio centenar de personas a las que Francisco ha ayudado estos años, inmigrantes, refugiados, sin techo, prostitutas trans, los últimos a los que dedicó sus fuerzas. Cada uno con una rosa blanca.

Dentro del ataúd se introdujo el viernes el rogito, un escrito que resume la vida del difunto. 

A las 13.30 se colocó sobre su tumba una lápida de mármol de Liguria, la región de Génova de la que emigraron sus abuelos hacia Argentina a principios del siglo XX. 

El País

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