Necrológicas

La paupérrima calidad de vida que tienen que soportar los dializados de Porvenir

Martes 29 de Abril del 2025

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Una vez no alcancé a llegar antes del despegue del avión y me tuve que quedar a dormir en el aeropuerto hasta el primer vuelo del otro día, porque no tenía plata para volver en taxi a Punta Arenas, ni menos para alojarme”. “Me dan un baucher para el transfer del aeropuerto a Punta Arenas, pero a veces no llega y tengo que gastar 20 mil pesos para taxi, si consigo alguno, porque no me dan ayuda en plata, sólo el pasaje ida y vuelta en avión”. “Otras veces el transfer, que es de Dap, viene antes de que yo salga de mi tratamiento, porque trae temprano a los pilotos y no me lleva y ahí también tengo que pagar un taxi al aeropuerto”.

“Cuando llueve, tengo que esperar al transfer mojándome, no me queda otra, porque si lo espero dentro del hospital no me ven, ni lo alcanzaría; ahí sí que lo paso muy mal, porque una sale completamente débil y con mucho malestar de la diálisis y encima te enfrías con la lluvia, se siente muy mal, no quiero ni pensar cómo va a ser si hay una tormenta en pleno invierno”. “En Porvenir, el hospital pone una camioneta que me va a buscar a las 8 de la mañana a la casa, los tres días de la semana que voy a diálisis, pero al volver tengo que arreglarme sola para bajar del aeródromo a la ciudad”. “Cuando mi plata no me da para pagar los consumos, voy a la Dideco de la municipalidad a pedir que me paguen la boleta y eso lo agradezco, pero no, no me ayudan con una canasta familiar, ni nada de eso”.

Así describe sólo una parte de los múltiples problemas y malestares que debe pasar tres veces por semana la porvenireña Fernanda Carolina Subiabre Nahuelquín (45 años), madre de dos mellizos (hombre y mujer) de apenas 15 años, los cuales estudian en el Liceo de Porvenir y quienes quedan solos cuando ella viaja a dializarse los lunes, miércoles y viernes a Punta Arenas. Comenzó a someterse a diálisis el año pasado, aunque estaba diagnosticada por un mal renal congénito desde 2018, pero quedó sin controles cuando comenzó la pandemia.

“El año pasado caí al médico, me hicieron los exámenes y arrojaron que estaba ya en etapa 5, debido a que quedé sin controles y ya no había nada que hacer, salvo ir a dializarme, lo que comenzó en mayo. Cada sesión es de 4 horas, pero como el horario de los viajes no me acomoda, debo hacerlas de tres horas y media, nada más. Apenas llego al Hospital de Magallanes, en Punta Arenas, comienza la sesión hasta las 15,30 horas, que es cuando debo regresar a Porvenir”.

Una ayuda insignificante

Fernanda indica que la única ayuda que recibe son los pasajes que provee la Delegación Presidencial de Tierra del Fuego, más el baucher de traslado entre el aeropuerto y el hospital, el que no sirve cuando no llega el transfer. “No puedo quedarme en Punta Arenas, no tengo dónde, por eso tengo que ir en la mañana y volver en la tarde. Cuando me ha tocado quedarme porque no hay vuelo, he debido dormir en el aeropuerto, porque ‘bajar’ a Punta Arenas es un costo muy alto para mi (mínimo $12 mil, más el regreso) y menos da para alojarme. Y esto es de por vida, porque yo sigo viviendo sólo porque las máquinas hacen funcionar mis riñones. Si no hiciera la diálisis, mi cuerpo no lo soportaría y después de un tiempo comenzarían a fallar irremediablemente también mis pulmones, el corazón, todo”, teme con tristeza la vecina isleña, quien es muy querida en su barrio, la población Nueva Esperanza Fueguina, al norte de la ciudad.

Frustrada por el anuncio presidencial

Fernanda Subiabre vive apenas de lo que le provee su modesta pensión de invalidez, con ello alimenta y da educación a sus hijos, pero no recibe otra ayuda alimentaria, ni del municipio o del gobierno insular, y durante un tiempo se dedicó a vender ropa en su casa, que le dejaba una mínima ganancia, pero con el tiempo la plata no le alcanzó para reponer su mercadería. Por eso se sintió contenta cuando comenzaron los anuncios oficiales sobre la habilitación de una unidad de diálisis en Porvenir.

“Estaba contenta cuando vino el Presidente Boric y anunció la diálisis, yo lo fui a ver porque ese día estaba acá, después vino la ministra de Salud y pensé que daría una noticia favorable. Pero no, porque cuando llegó la directora de Salud al Concejo Municipal, dijo que los enfermos que iban a Punta Arenas a dializarse, debían seguir viajando. Fue chocante porque ¡claro!, como ellos no lo viven es fácil decir ‘que sigan viajando’, pero no saben lo desgastante que es esto, porque una sale muy mal de la diálisis”.

Para la paciente fueguina, saber que no habrá sala con sillones de diálisis en Porvenir hasta 2028, “fue una noticia muy mala porque yo tengo entendido que esto viene de muchos años atrás y como han ido cambiando los gobiernos se va aplazando. Y ahora se va a atrasar más, porque como se dijo que comenzaba este año pero se dice que en realidad es para 2028, capaz que yo ni siquiera esté viva para entonces…”.

Recordó que en Fueguinas, hace casi un decenio, leyó que eso que teme pasó con una enferma renal que vivía en Porvenir, la cual ya falleció. “Las enfermeras me dicen ‘¿porqué mejor no se viene a vivir a Punta Arenas?’, pero para mi eso es muy difícil, ¡imposible!, porque mis dos hijos menores están estudiando acá y encima, sin trabajo, ¡no se puede!. Allá el costo es más alto, se va plata en movilización, aquí están cerquita del colegio, tengo mi casa propia, gracias a Dios, y con eso puedo manejar mejor los gastos”.

Explica que un mes paga una boleta, al otro pide que se la pague la Dideco municipal, otro mes compra mercadería, un “juego” de recursos que no podría sostener en la capital regional, donde un arriendo sería muy caro. “Las únicas ayudas que recibo son del Hospital, que me lleva en las mañanas al aeródromo, los pasajes aéreos ida y vuelta de la Delegación, una boleta de consumos que me paga la municipalidad y nada más. ¿Mi mensaje para las autoridades?, que por favor se pongan de verdad la mano al corazón y vean que estamos en una isla, no es como tomar un taxi y llegar al Hospital Regional”.

“Recuerden que además de mi, hay más personas que también deben viajar por diálisis y si uno no tiene plata, ni cómo llegar, está en juego la vida de uno. Porque si una no lo hace, se va a morir: el cuerpo se echa a perder y ya no funciona, pueden haber paros cardiacos, problemas cerebrales. Mi vida depende que haya acá diálisis y también la vida de mis hijos, porque no tienen otro apoyo”.

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