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100 Años de trabajo social y las políticas públicas en chile

Por Walter Manuel Molina Chávez Domingo 4 de Mayo del 2025

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El 4 de mayo de 1925, un día como cualquiera, se funda en Santiago de Chile la primera Escuela de Servicio Social de Latinoamérica y el Caribe. Por ello, este año se cumplen 100 años de una nueva profesión que surgió en el contexto de dos hechos sociales que marcaron la configuración de la sociedad chilena de inicios del siglo XX. El primer hecho histórico está marcado por el golpe militar del 5 de septiembre de 1924, conocido como el “ruido de sables”, y que llevó al poder a un grupo de “militares progresistas y reformistas”. Éstos, inmediatamente, destituyeron al Presidente Arturo Alessandri; suprimieron el Congreso Nacional, entre otras medidas autoritarias. A su vez, aprobaron en un breve periodo de 5 meses, es decir, hasta el 23 de enero de 1925, un conjunto de leyes sociales que el economista José Pablo Arellano (1985) muchos años después resume del siguiente modo: Ley que obliga a los empresarios a realizar contratos de trabajo a sus trabajadores, leyes y reglamentos que facilitan la sindicalización de los trabajadores, derecho a huelga, indemnización por accidentes del trabajo, entre otras leyes de beneficio para el conjunto de los trabajadores, incluidos los militares entendidos éstos últimos como trabajadores públicos. Por lo anterior, sostenemos que el trabajo social en Chile emerge indisolublemente ligado tanto a los conflictos económicos, sociales y políticos de su época; así como a la formación, gestión e implementación de las primeras políticas públicas articuladas a principios del siglo pasado. 

El segundo acontecimiento histórico, y que condicionó fuertemente el nacimiento del trabajo social chileno, está relacionado con la emergencia de Juntas de Beneficencia Pública que se habían estructurado a fines del siglo XIX y que se organizaban del siguiente modo: “La dirección de los establecimientos públicos de beneficencia en cada departamento de la República estará a cargo de una Junta compuesta por el siguiente personal (…) En Santiago i Valparaíso, de cuatro miembros elegidos por la Municipalidad (…) de otros cuatro nombrados en la misma época por el Presidente de la República; i de los administradores i subadministradores de los establecimientos” (Reglamento J de B, 1886). Como se puede observar, ya en las disposiciones legales desde fines del siglo XIX hubo en la sociedad chilena una permanente preocupación por robustecer la presencia estatal en las formas de organización, estructura y conducción de la Beneficencia Pública a lo largo del territorio de Chile. Posteriormente, en 1925 y en pleno desarrollo de los hechos antes relatado, se crea el Ministerio de Higiene, Asistencia y Previsión Social, y que da forma a una institucionalidad moderna y que comienza a desarrollar una parte significativa de las funciones que antes cumplían las Juntas de Beneficencia que eran organismos privados con financiamiento estatal con la finalidad de promover el desarrollo social. 

Finalmente, en la síntesis de esta historia, hacía falta un individuo, un sujeto y un actor social que fuera capaz de articular los hechos narrados y es en ese escenario histórico que emerge la figura del médico higienista chileno Alejandro del Rio Soto Aguilar (1867-1939), quien fuera el primer titular del precitado Ministerio de Higiene Pública, entre el 17 de octubre y el 23 de enero de 1925. De este modo, este connotado médico fue uno de los protagonistas y artífices en el surgimiento de esta primera escuela de Servicio Social que se funda en forma pionera en Chile. Por ello, destacamos su rol protagónico en estos acontecimientos políticos, sociales e institucionales que fueron registrados en primera persona en una publicación de divulgación científica de la época: “Fue para mí motivo de especial satisfacción durante mi corto paso por el Ministerio de Higiene, Asistencia y Previsión Social poder dar impulso a estas nuevas orientaciones (…) y echar siquiera las bases de las instituciones, obras y organizaciones que tienen estrecha relación con estas carreras (…). Llevan mi firma el decreto-ley que creó el Consejo Superior de Asistencia Social y los decretos que dieron forma a las Consejos Superiores de Protección a la Infancia (…) tuve también el honor de dictar el decreto-ley que crea la carrera (…) En la preparación del presupuesto vigente tuve el agrado de incluir asignaciones para dar vida a las nuevas instituciones y servicios y entre éstos a nuestra Escuela de Servicio Social. Bien puedo, pues, dar por compensados- los sacrificios y sinsabores que para mí significaron esos meses de ruda e inquieta labor en servicio del país” (Revista de Beneficencia Pública, Tomo IX, Volumen 3, septiembre de 1925). Como se puede observar, el nacimiento del trabajo social chileno junto con estar situado en un complejo proceso sociopolítico; se nutre al mismo tiempo de las primeras políticas públicas en Chile (en salud, educación, previsión o seguridad social para los trabajadores asalariados). Y tal como estas políticas se han transformado en el principal instrumento para organizar las prestaciones sociales del conjunto de la población; trabajo social se ha consolidado como una profesión y disciplina académica comprometida con los intereses y el bienestar de las clases populares a lo largo de los últimos 100 años de la historia política y social de Chile. 

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