Necrológicas

El primer intento de Golpe de Estado en Chile

Por Jorge Abasolo Jueves 15 de Mayo del 2025

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Aunque parezca paradojal, el primer intento de formar un gobierno de facto no ocurrió en el siglo XIX como se cree. Hay que irse más atrás en la historia para encontrar la respuesta

Era una fría noche de otoño cuando una soldadesca española capitaneada por Pedro de Valdivia se abocaba a la construcción de una embarcación de mayor calado para la época, en las playas de Concón (pleno litoral central).

En esos momentos, De Valdivia recibió una carta de su noble amigo, el teniente Monroy, advirtiéndole que algunos españoles, cansados de lidiar día a día contra los incansables aborígenes y no ver oro por ninguna parte, planeaban una conspiración.

Raudamente, Valdivia retornó a Santiago e hizo tomar presos a seis personajes dignos de su sospecha.

El cabecilla de la conspiración era Martín de Solier -a la sazón- regidor de Santiago que, extrañamente, dos meses antes había desplegado mucho empeño en llevar a Valdivia al rango de Gobernador.

Sus principales cómplices eran Antonio de Pastrana, el procurador de la ciudad, un yerno de Pastrana llamado Alonso de Chinchilla y otros tres tipos de menor importancia.

El plan de los conspiradores consistía en dar muerte al Gobernador, apoderarse del buque que se construía en Concón y retornar al Perú.

Todo indica que entre los soldados conquistadores, obligados a no moverse de Santiago, en la inacción consiguiente a los meses de invierno, rodeados de privaciones de todo tipo, comiendo el precario e insulso alimento que obtenían de los nativos y obligados a vivir con las armas en la mano, había cundido el desaliento, en paralelo a la convicción de que perderían el tiempo y tal vez hasta la vida en la conquista de un país cuya pobreza era exactamente como les habían advertido antes de viajar a Chile.

El castigo a los conspiradores vino de inmediato. Valdivia se limitó a castigar a los instigadores del complot.

Y así fue como un 10 de agosto de 1541 la reciente aldea de Santiago presenció la primera ejecución capital.

Al centro de la Plaza de Armas se levantaron cinco horcas para Solier, Pastrana, Chinchilla y dos de sus cómplices.

Tras ser despojados de sus armas, armaduras y cotas, dejados semidesnudos para agravar la afrenta, perdieron la vida en aquel degradante suplicio.

Era la lógica de la época.

Siete años más tarde, Valdivia hubo de contestar a las acusaciones que le hacían sus enemigos, y se refirió a esos sucesos en los siguientes términos:

– “Con estas muertes se remediaron muchos daños; y aunque había otros culpados y bulliciosos, tomaron ejemplo en ellos, y hasta hoy no se ha hecho otro castigo”.

Más adelante, un epígono de Valdivia agregaba que: “Convino hacer este tipo de justicia, ya que de no hacerse pudiera ser que se perdiera la tierra”.

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