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Mujica, Mandela y Francisco

Por Marcos Buvinic Domingo 18 de Mayo del 2025

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En nuestro mundo tan carente de liderazgos confiables y creíbles, es esperanzador ver cuando surgen esos hombres o mujeres que expresan lo mejor de los seres humanos y convocan a vivir de un modo distinto, de una manera nueva y mejor. Eso es lo que sucede con el recién fallecido exPresidente de Uruguay, José Mujica, con el Papa Francisco, que se le adelantó unas semanas, y con Nelson Mandela, el exPresidente de Sudáfrica y Premio Nobel de la Paz, que falleció en el 2013.

Son tres hombres muy distintos y, al mismo tiempo, muy parecidos. Más allá de sus posiciones ideológicas o religiosas, o del juicio que cada persona pueda tener sobre ellos, son tres hombres honestos, con autoridad moral, creíbles y confiables, y no sólo para quienes comparten sus puntos de vista. Por eso, es bueno y muy necesario aprender de ellos.

Son tres referentes mundiales, pero especialmente para los que no se conforman con que la vida y el mundo sean como están, para los que quieren sentir el perfume de algo nuevo y están dispuestos a trabajar por esa novedad, como ellos lo hicieron. Los tres invitaban a la aventura de soñar y buscar algo nuevo y mejor para todos: “algo siempre es imposible hasta que se hace” (Mandela), “¿y si se pudiera hacer distinto?” (Mujica), “sueñen que el mundo puede ser distinto, y cuenten sus sueños, porque soñar es el primer paso para hacer posible lo imposible” (Francisco). 

Son tres hombres que siendo viejos eran amados por los jóvenes. Tres hombres que tenían como una de sus cartas de presentación la coherencia entre lo que decían y lo que hacían. La sencillez, el rechazo al consumismo y la sobriedad hasta la austeridad, sellaron sus vidas en un liderazgo hecho del servicio a los demás. En palabras que podrían ser de los otros dos, Pepe Mujica, conocido como “el Presidente más pobre del mundo” y que donaba el 90% de su sueldo a distintas obras benéficas, decía: “el dios Mercado organiza nuestra economía, nuestra política, nuestros hábitos, nuestras vidas e incluso nos provee tarifas y tarjetas de crédito que nos dan la sensación de felicidad. No es plata lo que nos falta, nos falta corazón, compasión, nos falta amor a la vida, a los demás”.

Son tres artífices de paz en un mundo violento y despiadado, constructores de una paz que pasa por la reconciliación. Mandela que construye la convivencia en su país marcado por la segregación racial, y que saliendo de los 27 años que pasó en la cárcel dice a uno de sus carceleros, con quien mantuvo una relación cercana hasta su muerte: “Escribe nuestra historia, ayudará a la reconciliación”. Pepe Mujica que sale de 12 años de prisión y torturas sin buscar revancha, y jugándose por una política basada en la reconciliación, la austeridad y la democracia. Y el Papa Francisco que recorre el mundo gritando “nunca más la guerra” y llamando a la reconciliación y al encuentro fraterno, llegando hasta besar los pies de los políticos que desangraban a Sudán del Sur en una guerra civil: “Les pido como hermano que permanezcan en paz”. Son tres hombres que todo lo hacían sin grandilocuencia ni agresividad, sólo con su autoridad moral, sus gestos, y su palabra desarmada, sencilla y directa.

Son tres hombres luminosos que pasaron por muchas tinieblas y fueron perseverantes en buscar la luz. Hombres que sufrieron mucho y salieron del dolor con una mirada transformada. Los tres vivieron la noche oscura: Mandela y Mujica en los largos años de prisión y tortura, y Francisco en lo que llamó “el tiempo de una gran desolación [1981–1992], un tiempo oscuro; creía que era el fin de mi vida”.

Tres hombres que reconocían públicamente sus errores y buscaban enmendarlos. Tres hombres capaces de hacer autocrítica, capaces de cambiar y renovar su manera de pensar y sus modos de actuar, y así invitaron a otros al cambio de vida: “la mayor gloria no es no caer nunca, sino levantarse siempre” (Mandela), “el verdadero triunfo en la vida es levantarse y volver a empezar” (Mujica), “nunca permanecer caído, levantarse enseguida, y para ello es importante dejarse levantar por otro; caer está permitido, levantarse es una obligación” (Francisco).

Son tres hombres con vivencias y creencias distintas, pero para los tres el amor era lo primero y lo más importante de la vida. Así, con su ejemplo, con sus gestos y sus palabras invitaban a amar a los demás y, allí donde estuvieron, se jugaron por ese amor. De esta manera son recordados, admirados y -Dios lo permita- imitados por otros.

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