Necrológicas

– Marta Lida Andrades Andrades

– Manuel Franco Medina Avilés

– Miguel Angel Solorza Vásquez

– Fernando Mellin Sánchez

Verniory en Punta Arenas…

Por Jorge Abasolo Jueves 22 de Mayo del 2025

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DIEZ AÑOS EN LA ARAUCANIA (1889-1899)” debiera ser un libro de lectura obligada en la enseñanza secundaria de nuestro país, pero los programas insisten en hacernos creer que “Prometeo encadenado” deja más enseñanzas que un tropiezo en la vida o que “Edipo Rey” trae más moralejas que la Biblia.

“Diez años…” es de Gustave Verniory, un ingeniero francés que vino a Chile traído por Balmaceda para extender la línea férrea hasta el sur del país, cuando esta zona estaba convertida en el far west chilensis y los bandoleros se multiplicaban como callampas después de la lluvia. Verniory se empapó de la idiosincrasia nacional y supo entenderse con la gente a su cargo. Describe el mar chileno como el más hermoso del mundo y encuentra nuestros bosques tupidos y con árboles de alta calidad. De paso, intuye que el descuido humano los puede hacer desaparecer. Predictivo el hombre…

Lo que dice de los aborígenes ojalá no lo sepan en La Araucanía, pues si así fuese, van a quemar todos los ejemplares de este libro, tan escaso como turista cubano. De todas maneras -y apelando a mi condición de copuchento impenitente- les doy a conocer las partes menos desdorosas:

– “En guerra, los araucanos son intrépidos, sanguinarios y crueles. Tienen muy buena memoria y no olvidan jamás un favor y menos una injuria. Los hombres son muy indolentes, siendo las mujeres las que ejecutan los trabajos duros”. 

Como anécdota, les diré que el franchute Verniory era un tipo con carisma y más simpático que un anticipo de sueldo. Un indio que deseaba demostrarle su cariño, no encontró nada mejor que enseñarle la manera de sustraer los corderos en un corral. (¡SIC!)

¿Qué nos dice Verniory de Punta Arenas?

Trajinemos las páginas 43 y 44 para saberlo: -“Esta mañana despierto con un ruido desacostumbrado, el ladrido de un perro. Estamos anclados frente a Punta Arenas, la ciudad meridional del globo. No descendemos a tierra y nos contentamos con mirar de lejos la pequeña ciudad que, si no fuera por su situación excepcional, no presentaría gran interés. Punta Arenas es un conjunto de casas de madera de un piso, distribuidas en tablero de ajedrez sobre una lengua de arena, rodeada de colinas bajas cubiertas de vegetación achaparrada. Es el único puerto libre de Chile. Lo que hay de más interesante son los indios fueguinos, que en sus canoas de corteza rodean el vapor, ofreciendo en venta pieles de guanaco, plumas de avestruz y mariscos. Son hombres más bien grandes de color café claro, con largos cabellos revueltos y de fisonomía bestial. Los marineros les arrojan latas de conserva vacías y bidones de petróleo, que ellos recogen con entusiasmo (…)”

En síntesis, Verniory encontró a Punta Arenas algo tediosa y de una opacidad que invitaba a la siesta larga. Bueno, en esos tiempos no existía La Prensa Austral, no nacía esta columna, no había Casino y no estaba el “Nano’s”, para alegrarnos la vida…

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