“La viuda negra”: Caras vemos, corazones no sabemos
Por Guillermo Muñoz Mieres,
periodista
España 2025
Director: Carlos Sedes
Protagonistas: Carmen Machi, Ivana Baquero, Tristán Ulloa
En Netflix
El título de esta película nada tiene que ver con el personaje de Scarlett Johansson del universo de superhéroes de la industria Marvel, sino con un hecho policial acontecido el año 2017 en España, y que era solo cuestión de tiempo para que llegara a convertirse en película.
Por eso, el título tiene algo de osado, quizás oportunista o, simplemente, algo de justicia, ya que el caso fue bautizado como “la viuda negra de Patraix” y mantuvo en la crónica roja y rosa a la audiencia española más por curiosidad que porque el crimen deba pagar.
Y la película tiene esa conciencia y, después, los ingredientes justos y necesarios para construir un relato del mejor cine policial negro, con personajes que parecen ser lo que no son, una trama convertida en telaraña y, por si fuera poco, la femme fatale: aquella mujer que, con su sola presencia, lo desarma todo.
Es el personaje de María Jesús, Maje, interpretado por la actriz Ivana Baquero, quien alguna vez fue la niña que conversó en el inframundo de la guerra civil española con un ser mitológico y fantástico en El laberinto del Fauno (2006) de Guillermo del Toro, y que ahora es la joven viuda de un empresario asesinado de forma sangrienta en un estacionamiento y cuyo rostro dulce parece algo esconder.
Es lo que debe descubrir la intuitiva y experimentada agente policial, Eva, a cargo del caso —y de sus propios problemas—, junto a su equipo de colaboradores, donde especulan, intervienen teléfonos, y si de algo se sienten seguros es de que están del lado de los buenos.
La película se la juega con varios recursos, por ejemplo, dedicar un capítulo a cada uno de los personajes principales: Eva, Maje y Salva, rindiendo de esta forma tributo al mejor suspenso de Alfred Hitchcock, porque lo que saben los espectadores es más de lo que saben sus protagonistas; en Maje, la joven viuda que no cede ni un milímetro en su inocente dulzura; y la imagen de un espectro de audio que reproduce los diálogos de los sospechosos mientras hablan desde sus teléfonos intervenidos por la policía.
En todos ellos están los ingredientes para una película que cumple con mantener un ritmo que atrapa y mantiene cierta duda de que algo, mejor o peor, está por venir, aun cuando, googleando, ya se pueda saber cuál fue el desenlace real del caso.
A la película le sobra, quizás, cierta textura televisiva en sus imágenes, algo de olvido en el drama personal de Eva y un innecesario homenaje a la eficiencia de los casos resueltos por la policía.
Porque lo que realmente importa es esa mujer que ha quedado viuda tan joven, y que con su voz dulce e inocente nos dice que todo está bien, que así es la vida y que con ella no hay nada que temer.