“El don de la desesperación”: Testimonios de quienes encontraron una vía de escape en Narcóticos Anónimos
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El grupo funciona en Punta Arenas desde hace ocho años, pero su historia en Chile ya suma 32. Sus integrantes insisten en que la recuperación es posible y que “el único requisito para ingresar es tener el deseo de dejar de consumir”.
Silvia Leiva Elguera
A veces, tocar fondo no significa morir, sino encontrar la posibilidad de vivir distinto. Esa es una de las convicciones que mueven a los integrantes del grupo de Narcóticos Anónimos que funciona en Punta Arenas, quienes compartieron su historia de vida, marcada por el consumo, el dolor, pero también por la recuperación y la esperanza.
“Uno no elige ser adicto”, confiesa uno de los voceros, con tono sereno pero firme. “Si yo hubiese sabido todo lo que iba a pasarme, no consumo. Lo que te vuelve adicto no son las drogas, es la enfermedad de la adicción”.
En el relato de los participantes, la historia suele empezar de forma precoz en la infancia o en la adolescencia. “Cuando probé el alcohol me gustaba el estado que me provocaba. No sabía lidiar con mi vida, no sabía relacionarme. En el colegio me hicieron bullying, pasé por centros de menores, nadie me entendía. Y cuando llego a Narcóticos Anónimos me doy cuenta de que tengo una enfermedad crónica y progresiva que me hizo dejar a mi hijo solito, era una enfermedad que me hacía consumir sin parar”.
Su testimonio tiene lugares comunes, historias de abuso temprano, rupturas familiares, adicciones que progresan y que consumen no sólo a la persona, sino a todo su entorno. “Hay un proceso que se llama el amargo final”, explica uno de ellos. “Es ese momento en que ya no puedes seguir negando la decadencia, en que ya no tienes chivas, ya no puedes ocultar. El cuerpo, el alma y la cara te delatan”.
Ese instante, para muchos, se convierte en un punto de quiebre: “El don de la desesperación, así le llamamos nosotros. Esa desesperación de estar a punto de morir. Es lo que nos trae aquí”.
Una comunidad que
acoge sin preguntar
Narcóticos Anónimos es un programa de base comunitaria donde “un adicto ayuda a otro”. Quienes ingresan se encuentran con un grupo que funciona con reuniones, algunas cerradas para adictos y otras abiertas a la comunidad y familias, y cuenta con literatura propia, como el llamado “libro azul”, que muchos reconocen como una guía para entender su enfermedad. En Punta Arenas, el grupo se llama “La Llave” y trabajan con el método de los doce pasos.
“Yo cuando lo leí, fue como que me diagnosticó. Ahí salía todo lo que me pasaba. Me di cuenta de que esto es una enfermedad, no es que yo fuera una mala persona. Y como cualquiera otra, hay que tratarla”, relata una de las mujeres entrevistadas.
El grupo insiste en que no se requiere nada especial para participar. No hay que pagar, no se necesita recomendación médica ni llegar acompañado. “El único requisito es el deseo de dejar de consumir”, repiten con convicción. “Aquí hemos visto de todo: profesionales, artistas, personas en situación de calle. Todos son bienvenidos. De la puerta para adentro, somos iguales. Aquí lo que nos une es la enfermedad”.
Invitación abierta
a la comunidad
Uno de los objetivos del grupo es que la información llegue a quienes más la necesitan, incluso si no saben que existe esta posibilidad. Por eso valoran especialmente que se difunda en espacios públicos y que los medios se abran a contar sus historias. “Lo importante es que la gente sepa que esto existe, que es gratuito, y que nadie los va a juzgar”, dicen.
En ese espíritu de ayuda mutua y de apertura, el grupo de Narcóticos Anónimos de Punta Arenas sigue funcionando con reuniones miércoles y viernes. Y aunque su labor es silenciosa, quienes lo integran están convencidos de que cada reunión puede significar un antes y un después para alguien. “Este programa nos enseñó a vivir otra vez. A vivir, no a sobrevivir”.
El movimiento nació en California, Estados Unidos, en 1953, como una adaptación del programa de Alcohólicos Anónimos (AA), y con el tiempo fue desarrollando su propia literatura y enfoque, basado siempre en el principio de que la recuperación es posible. A Chile llegó en 1993, con grupos en Santiago y La Serena que, al principio, ni siquiera sabían de la existencia del otro.
El grupo de Punta Arenas se reúne actualmente dos veces por semana. Allí, los participantes se acompañan, comparten experiencias y trabajan en su proceso de recuperación con la guía del programa. Una de sus integrantes explica: “Es un programa donde hay cosas que hacer. No se trata sólo de dejar de consumir, sino de trabajar herramientas para mantenerse limpio. Se trata de cambiar defectos de carácter por principios espirituales”.
Los doce pasos
El corazón del programa son los 12 pasos, una serie de reflexiones y acciones personales que cada integrante trabaja acompañado de un padrino o madrina -alguien con más tiempo en abstinencia y experiencia en el proceso- . Lejos de ser una serie de frases hechas, estos pasos implican un trabajo profundo, honesto y, muchas veces, doloroso.
“El primer paso es admitir que somos impotentes ante nuestra adicción y que nuestra vida se había vuelto ingobernable”, plantea una de las entrevistadas. “Eso es lo más difícil, porque uno cree que puede controlar el consumo. Yo siempre intenté volver a consumir exitosamente… y nunca lo logré. La droga siempre me ganó. Siempre”.
Los primeros tres pasos se enfocan en parar el consumo y reconocer la necesidad de ayuda. A partir del cuarto paso, el trabajo se intensifica. “Es un inventario moral detallado de uno mismo, sin miedo. Son más de 80 preguntas que abordan aspectos personales muy profundos: abuso, relaciones, miedos, errores”, comenta otra integrante. “Muchos no logran avanzar desde ahí. Es como una muralla”.
Cada paso está orientado a reconocer y reparar el daño causado, tanto a uno mismo como a otras personas, incluyendo instituciones o espacios. “En la lista de personas a las que hice daño, la primera soy yo”, afirma una participante.
“Sólo por hoy”:
un día a la vez
Uno de los lemas más representativos de Narcóticos Anónimos es “sólo por hoy”. El trabajo no se propone como un objetivo a largo plazo que puede abrumar, sino como una decisión diaria, renovada cada 24 horas. “Si me hubieran dicho que tenía que estar un año limpia, no habría podido”, complementa una integrante. “Pero si me dicen ‘sólo por hoy’, eso es manejable. Vivo el día, tratando de hacer las cosas bien”.
El programa no está ligado a ninguna religión. Es espiritual, pero cada persona define su propia relación con un “poder superior”. “Puede ser Dios, el universo, la naturaleza, lo que sea que uno considere más fuerte que la adicción”, explican. “Es libre, y eso lo hace accesible para todos”.
“Esto no es fácil”, reconoce una de las asistentes. “No es llegar y sentarse. El primer paso es admitir que estás mal. Es mirarte, aceptar tus errores. Es doloroso. Pero posible”.
Narcóticos Anónimos ofrece su ayuda a cualquier persona que tenga el deseo de dejar de consumir. Sus reuniones son gratuitas y abiertas. Y como sus integrantes repiten una y otra vez, todo comienza “sólo por hoy”.
Quienes deseen consultar, se ponen a disposición los siguientes Fonos Ayuda: +569 75801152 y +569 90241141.




