Necrológicas

Condorito, el eterno cóndor de papel

Domingo 8 de Junio del 2025

Compartir esta noticia
193
Visitas

Por Cristián Morales C.
Leo el Sur. 

 

 

A veces la memoria tiene la forma de una viñeta o cuadro. No necesita mucho texto, pero deja una marca profunda. Recuerdo viejas tardes de infancia en que me escondía entre los sillones con una revista de Condorito en las manos, dispuesto a reír sin culpa, a pasar las páginas como quien deshoja la risa misma. Condorito, el personaje creado por Pepo, era mucho más que un dibujo animado.  Entonces era un compañero de aventuras, un cómplice que me enseñó, sin pretenderlo, que la lectura también podía ser placer.

En ese mundo de papel, Pelotillehue era el universo entero. Condorito, con su cabeza de cóndor, su polera rojo y su picardía infinita, se enfrentaba al mundo con una mezcla perfecta de ingenuidad y agudeza. No había problema que no pudiera solucionar… o empeorar. Y a su alrededor giraban los planetas secundarios de su fiel constelación: su compadre siempre dispuesto ayudar y entregar un consejo a la medida; Pepe Cortisona, el eterno rival, arrogante y torpe; Huevo Duro y sus torpezas o el suegro escéptico que jamás aceptó al cóndor como yerno; Garganta de Lata, la versión criolla del eterno bebedor, y por supuesto Yayita, la enamorada eterna, paciente y coqueta, cuya belleza era tan reconocible como sus moños.

Con el tiempo, llegaron las animaciones, las versiones digitalizadas, las voces prestadas que intentaron revivir el espíritu de la revista. Y aunque agradezco el intento de traerlo al presente, a veces siento que esa magia —la que solo existe cuando uno pasa la hoja, se detiene en el detalle de una cara, lee entre líneas una burla al sistema, una crítica social envuelta en humor blanco—, esa magia se pierde en el pixel.

Por eso me aferro al papel, y con él a la posibilidad de que mis hijos también rían con Condorito. En casa, las historietas de Pepo siguen en circulación. No están guardadas en vitrinas ni se consideran piezas de museo: están en el velador, en la mochila, en el baño. Porque leer a Condorito es una forma de entender el mundo con ligereza, sin dejar de verlo con claridad.

Y para quienes aún no lo conocen, o quieren reencontrarse con él, basta con darse una vuelta por Leo el Sur, en el segundo piso de la Galería Palace, donde Condorito también sonríe desde las estanterías. Allí espera, como siempre, con su humor afilado y su ternura escondida entre chistes cortos y carcajadas largas.

A los padres que desconfían del humor gráfico como puerta de entrada a la lectura, solo les diría: no subestimen la risa. No descarten las caricaturas. Que los niños se rían, que abran un libro, aunque sea con dibujos, aunque no tenga más que una frase por cuadro. Porque una página de Condorito puede ser la antesala de una biblioteca entera. Todo empieza con el asombro, y nada más asombroso que un final con ese gesto inconfundible: alguien cae de espaldas, el mundo se derrumba por una tontera… y entonces, como un eco familiar, suena el inconfundible PLOP!.

Pin It on Pinterest

Pin It on Pinterest