Necrológicas

La Selección (2)

Por Marino Muñoz Aguero Domingo 15 de Junio del 2025

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Y sucedió aquello que, en alguna medida, intuíamos en nuestra crónica del domingo recién pasado: “La Roja de Todos” quedó definitivamente eliminada de las clasificatorias para el Mundial de Fútbol de 2026, gesta deportiva que nuevamente veremos por televisión volcando nuestras preferencias por algún país, cualquiera, menos el nuestro.

Que decepción este golpe, que decepción en medio de una danza de millones ver un equipo sin garra, sin guapeza, reflejo de una decadencia generalizada en una actividad que se supone “profesional”.

Un amigo nos hacía un alcance respecto del fútbol amateur y su lucha contra la adversidad en competencias en las cuales se deja el alma en las canchas. También nos hablaba de la Escuelas de Fútbol, un buen negocio y nada más. Ahí llegan algunos niños y niñas, porque ya no vemos niños jugando “a la pelota” en las calles, ni menos rompiendo vidrios de un pelotazo; Serrat se ha quedado sin discurso el “…niño deja ya de joder con la pelota…” de “Esos locos bajitos”, semeja un bolero de otro tiempo. 

No nos gusta este fútbol de ahora, quizá estemos atados a un pasado de garra, de canchas de tierra, de camisetas descosidas, tiempo no exento de pillajes y “gambetas” de los “vivos” de siempre que dejaron al borde de la desaparición a prestigiosos clubes.

Un pasado cuando el fútbol se jugaba en los estadios, las patadas se daban en la cancha y no en las “ruedas” de prensa y nadie “chistaba”, pues -como ya lo señaláramos en algún artículo por ahí- el fútbol era cosa de “guapos” y , entonces, cuanto falta nos hace un “Chita” Cruz, un Leonel Herrera, un Leonel Sánchez o “Don Elías” que repartía codazos a diestra y siniestra, pero lo hacía con “códigos” y así llegó a ser el mejor de América en lo suyo.

Recordamos aquellos equipos que hicieron época, empezando por nuestra Selección que ocupó el tercer lugar en el Campeonato Mundial de 1962.  Sigamos entonces con la “U” y su “Ballet Azul” de la década de 1960, Colo – Colo “73” o el del 1991 de la Copa Libertadores, la Universidad Católica de 1949, en la que formaban, entre otros, Sergio Livingstone, Fernando Riera, Andrés Prieto y José Manuel Moreno (“El charro”) que venía de Argentina, específicamente de “La Máquina”, ese equipo de leyenda que tuvo River Plate entre 1941 y 1944.

Pensemos también en Cobreloa de la década de 1980, en la Unión Española, Palestino y Everton de la década siguiente; en “Los Panzers” de Santiago Wanderers, campeones en 1968; en el Huachipato con Luis Mendy a la cabeza que se llevan el título de 1974 o, Unión San Felipe que, con la conducción de Luis Santibañez, es el único equipo que ha hecho la hazaña de campeonar consecutivamente en segunda y primera división (1970 y 1971 respectivamente).

Eran los tiempos con pocos jugadores criollos jugando en el extranjero, pero estos “pocos” salían generalmente de clubes pequeños. Por ejemplo, Iván Zamoramo estuvo en Cobresal, Cobreandino y de ahí a Europa;  Osvaldo Castro, el “ Pata Bendita” (cuentan que El Mercurio lo mencionaba como “ Pié Bendito”) se inició a mediados de la década del 60 en Unión La Calera, pasó a Deportes Concepción y luego triunfó en México. Otro que terminó en México fue el versátil jugador de Audax Italiano Carlos Reinoso. Contemporáneo de Castro se movía con igual destreza en el mediocampo y en el ataque. En México se transformó en ídolo nacional con la camiseta del América.

El fútbol chileno debe recuperar el sitial que alguna vez tuvo, cuando nuestra selección y nuestros equipos imponían respeto, cuando “entrenábamos” con los “grandes” en esos campeonatos octogonales o hexagonales de verano en el Estadio Nacional. Al coliseo de Nuñoa llegaban cuadros de la talla de Emelec de Ecuador, Vasas de Hungría, Peñarol de Montevideo, Racing de Avellaneda, Santos de Brasil con Pelé incluido o el Dynamo de Moscú con Lev Yashin (considerado el mejor arquero de la historia). 

Esperemos que todo esto mejore, no somos expertos para dar recetas, pero quizás sea conveniente volver a la esencia y no olvidarnos nunca de las canchas de tierra; pues, si ignoramos de donde venimos, difícilmente sabremos hacia donde vamos. 

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