Ciencia y el liderazgo de Inia Kampenaike en la defensa de la estepa magallánica
En una era marcada por el colapso de ecosistemas y la aceleración del cambio climático, la estepa magallánica -árida, fría y azotada por los vientos patagónicos- emerge como un bastión de biodiversidad resiliente. Este vasto territorio, que alberga entre el 70 y 80% de su vegetación en especies nativas, es mucho más que un paisaje extremo: es un reservorio genético estratégico para el planeta. Y es precisamente desde este extremo austral que el Inia Kampenaike está trazando un camino ejemplar en la conservación vegetal y microbiana.
De ello, dimos cuenta este domingo en el suplemento Ciencias, donde se informó de la importancia que tiene el conservar la estepa magallánica, no en vano los recursos fitogenéticos -las especies vegetales y sus variedades con valor actual o potencial para la alimentación, agricultura y resiliencia ecológica- son reconocidos por el Convenio de Río como una parte esencial del patrimonio biológico de las naciones.
Pero, no se trata únicamente de preservar especies, sino de de proteger soluciones evolutivas únicas desarrolladas durante milenios. Por ejemplo, el coirón (Festuca gracillima), verdadera “joya genética” de la estepa, encarna esta misión: una planta capaz de prosperar en suelos pobres, bajo sequías prolongadas y en condiciones de herbivoría constante. Su resistencia no sólo asombra por su valor natural, sino por su potencial en la restauración de paisajes degradados en un mundo cada vez más árido.
Los recientes esfuerzos del equipo de Inia Kampenaike -que incluyen visitas estratégicas a centros de investigación en Vicuña, La Platina, La Cruz y Concepción- han consolidado una red nacional de colaboración científica que coloca a Magallanes en el centro de la discusión sobre biodiversidad, soberanía alimentaria y cambio climático. Conectando técnicas de propagación in vitro, criopreservación microbiana, monitoreo satelital e inteligencia artificial, esta agenda no es sólo reactiva: es visionaria.
Porque conservar hoy no es simplemente proteger lo que existe, sino anticiparse a lo que viene. En ese sentido, la estepa magallánica ofrece una oportunidad única: desarrollar una agricultura más resiliente, basada en especies adaptadas localmente y respaldada por ciencia de frontera. Las alianzas con universidades, bancos de semillas y laboratorios de clima, fortalecen la protección de especies nativas y también la capacidad de adaptación de nuestras comunidades frente a escenarios inciertos.
Frente al avance de especies invasoras como Bromus tectorum, la detección científica y la respuesta coordinada son indispensables. Pero más allá de lo reactivo, lo que propone Inia Kampenaike es una estrategia de futuro, buscando integrar conservación, ciencia aplicada y compromiso territorial para que la estepa no sólo sobreviva, sino florezca como un modelo de resiliencia ecológica.
Desde Magallanes, Inia Kampenaike nos recuerda que el conocimiento local y la ciencia pública son claves para enfrentar los desafíos del siglo XXI. Lo que está en juego no es únicamente la flora de una región remota. Es el derecho -y el deber- de imaginar un futuro sustentable con raíces profundas en la tierra que habitamos.