Exalumna lidera especialidad de construcciones metálicas en Liceo Industrial
- Emblemático establecimiento trabaja en la mejora de infraestructura y el fortalecimiento de su currículo.
En el marco del 85° aniversario del Liceo Industrial Armando Quezada Acharán, uno de los establecimientos educacionales más emblemáticos de Punta Arenas, Micaela Lentrizco Manqui se convirtió en la primera mujer en dirigir la especialidad de construcciones metálicas. Su testimonio revela una historia de pertenencia, formación técnica y compromiso con las nuevas generaciones, en un colegio que busca recuperar su sitial histórico desde la educación pública.
A los 14 años, Micaela Lentrizco ingresó como estudiante de primero medio al Liceo Industrial. Egresó en 2015, con una trayectoria marcada por la participación activa en la vida estudiantil, el orgullo por su formación técnica y un fuerte sentido de identidad institucional. Hoy, a casi una década de distancia, volvió a las mismas aulas, pero esta vez como docente encargada de la especialidad que la vio crecer.
“Ha sido un desafío importante, pero también muy grato estar aquí. Es un orgullo poder dirigir esta especialidad, porque soy exalumna del liceo y de construcciones metálicas. Hoy tengo la oportunidad de formar jóvenes para el futuro”, reflexiona. Su rol cobra aún más valor al ser la primera mujer en asumir esa responsabilidad en una especialidad históricamente dominada por hombres, abriendo camino a nuevas generaciones de mujeres en el ámbito técnico-industrial.
Durante su etapa como estudiante, Micaela fue mucho más que una alumna aplicada. Representó a su liceo en actividades científicas, fue parte activa del Centro de Estudiantes y participó en iniciativas de divulgación junto al programa Explora, con el que incluso viajó a Santiago. “Traté de representarlo con mucho orgullo. Siempre me sentí industrialista”, rememora.
Su vocación se consolidó con estudios posteriores en ingeniería en geomensura y especialización en soldadura, lo que le permitió regresar al establecimiento con una propuesta formativa basada en la excelencia técnica y el compromiso social. “Para mí es fundamental desarrollar jóvenes que no sólo tengan habilidades laborales, sino que también representen con identidad y orgullo a su liceo. Tal como mis profesores lo hicieron conmigo”, confiesa.
Su historia personal se entrelaza con los esfuerzos institucionales que hoy movilizan al liceo. Bajo la dirección de José Raúl Alvarado, el establecimiento vive un proceso de transformación que apunta a reposicionar a la educación técnico-profesional como motor de desarrollo regional. Y en ese horizonte, la experiencia de Micaela representa el resultado concreto de una formación pública con sentido.
“Este liceo puede volver a ser lo que fue: el más grande de los liceos industriales del país”, afirma Alvarado. “Aquí se formaron cientos de profesionales, muchos de los cuales hoy son autoridades de gobierno, ingenieros, académicos, dirigentes sociales. Pero para recuperar esa grandeza se necesita trabajo, compromiso y creer en la educación pública como un proyecto colectivo”.
Uno de los ejes de esa renovación es la adaptación del currículum a los desafíos medioambientales y tecnológicos de la región. Con el auge del hidrógeno verde como horizonte productivo en Magallanes, el liceo estudia la posibilidad de abrir una especialidad en energías renovables o incorporar estos contenidos dentro de las áreas de electricidad y mecánica automotriz. “Hay que mirar lo que viene, y lo que viene es la energía limpia. Nuestros estudiantes tienen que estar preparados para eso”, sostiene el director.
A nivel de infraestructura, el establecimiento avanza con recursos limitados, pero con participación activa de toda la comunidad. La remodelación del antiguo salón para convertirlo en una sala de conferencias, con butacas donadas del cine local, el reacondicionamiento de talleres, la recuperación del pabellón de calle Chiloé y la pintura de pasillos y espacios comunes son algunos de los proyectos en marcha. Lo notable es que muchas de estas tareas han sido ejecutadas por los propios estudiantes, docentes y funcionarios, en un ejercicio de autogestión y sentido de pertenencia.
“Todo lo que ves se ha hecho con nuestras propias manos”, dice Alvarado. “Los alumnos pintan, reparan, aprenden haciendo. Eso es educación técnica real. Y no sólo aprenden un oficio, también aprenden valores: trabajo en equipo, respeto, compromiso”.