La irrupción rusa
No es el primer canal extranjero de TV en Chile. Pero está haciendo más ruido que todos los anteriores.
Lejos del modelo ideado por el Presidente Jorge Alessandri, quien quería una televisión esencialmente educativa y no comercial, las pantallas chilenas se nutren actualmente de cientos de canales que llegan de todas partes, empezando por pequeñas estaciones comunitarias locales, otras plenamente comerciales que batallan sin tregua por financiarse, y no pocas a las cuales la revolución tecnológica nos permite enganchar a nuestros computadores.
A mediados de junio se sumó a esta larga lista, mayoritariamente de entretención, la señal informativa “RT” (Russia Today), proveniente de Moscú. Llegó por convenio con Telecanal y generó de inmediato un debate sobre la calidad de la información, la objetividad y los puntos de vista imperantes en los comentarios. ¿La razón? Su financiamiento proviene directamente del Estado ruso. No es la antigua Unión Soviética, pero reivindica las características más profundas de la Madre Rusia.
Su parrilla incluye contenido noticioso, entrevistas y documentales bajo una línea editorial que claramente intenta contrapesar a los medios occidentales. Algunos programas específicos (como “Impacto Directo con Rick Sánchez” y “La Lista de Erick”), son críticos permanentes de la política de Estados Unidos y Europa.
Se ha recordado que, conforme a la legislación vigente en Chile, Telecanal está obligado a mantener programas locales o propios. Pero las críticas van por otro lado, el aspecto político.
El 17 de junio, al día siguiente de la llegada a Chile de “RT”, los diputados Natalia Romero y Gustavo Benavente, ambos de la bancada de la Udi, enviaron un oficio al Consejo Nacional de TV pidiendo una investigación acerca del acuerdo comercial entre Telecanal y RT en Español.
Sostienen que la señal rusa, al ser propiedad del Estado, representa un riesgo de “propaganda”. Hacen notar, además, que “RT no cumple con los mínimos estándares de independencia periodística”.
Este debate se hace presente en momentos en que el desarrollo tecnológico pone en jaque algunos principios tradicionales del periodismo y la liberad de información. En mayo, en el día de la libertad de prensa, Amnistía Internacional hizo un resumen alarmante: “En todo el mundo se está acallando, encarcelando y haciendo desaparecer a periodistas, simplemente porque hacen su trabajo. En países como Guatemala, Estados Unidos de América, Rusia o Pakistán, los gobiernos recurren cada vez más a prácticas autoritarias y utilizan como armas unas leyes ambiguas, los sistemas judiciales y la fuerza bruta para reprimir la libertad de prensa”.
En el mismo sentido se pronunció Irene Khan, relatora especial sobre la promoción y protección del derecho a la libertad de opinión y de expresión de Naciones Unidas.
En esta perspectiva, la discusión planteada por la llegada de “RT” a Chile no es banal.
La pregunta de fondo es si la libertad de expresión nos gusta sólo cuando coincide con nuestras ideas políticas o religiosas.
Puede no ser el caso de “RT”, pero esa no es razón para limitar su llegada a nuestras pantallas.




