“Más que una fiesta patria, el 1 de agosto es un símbolo de consenso y comunidad”
- Alberto Pittet destaca el legado vivo de los abuelos colonos y el desafío de mantener esa herencia activa hoy.
Los nombres de las calles nos recuerdan a los pioneros de origen suizo que llegaron a Magallanes, entre ellos Alberto Conus, Nicolás Davet, Conrado Pittet, Emilio Bays, Mauricio Levet, Raúl Verazza, Antonio Dey y Juan Hoeneisen. Igualmente, villa Berna y la plaza Friburgo nos hablan de aquel territorio ubicado en el corazón de Europa.
Llamados por el gobierno para apalancar el desarrollo de Magallanes, los primeros inmigrantes formaron parte de la denominada “Colonia Presidente Errázuriz” en Agua Fresca. “Los únicos requisitos que se exigirían a los colonos serían los de ser prácticos en trabajos agrícolas y en la crianza de animales de lechería”, relata Mateo Martinic Beros en “La inmigración suiza en Magallanes 1875-1890”.
A poco andar, otro pasaje de esta épica historia se escribiría en el aserradero “Puerto Yartou”, en Tierra del Fuego, de la mano y el ingenio de Alberto Baeriswyl Pittet, quien en 1908 se trasladó al sector emplazado a orillas del canal Whiteside para dar vida al primer complejo industrial maderero de la isla fueguina.
Ha sido una larga historia de sacrificios y empeño, lo cual, en parte, ha sido agradecido por Magallanes y su gente a través de distinciones como Ciudadano Ilustre conferidas a Dante Baeriswyl Romualdi (1991) y su hijo Dante Baeriswyl Rada (2012). El hermano de éste, Sergio Baeriswyl Rada, recibió el Premio Nacional de Urbanismo (2014).
Hoy, 1 de agosto, los descendientes suizos residentes en Magallanes conmemoran el Día Nacional de Suiza (Confederación Helvética).
El cónsul honorario de ese país, Alberto Pittet, apunta que, más que una fiesta patria, esta efeméride es importante en cuanto símbolo de consenso y comunidad.
Pittet lleva unos cinco años en esta función consular. Para esta entrevista, acomoda la característica bandera roja de cruz blanca a un lado de su escritorio y a una simpática vaquita de iguales colores.
Sin esperarlo, Pittet nos entrega una buena noticia: el proyecto de restauración de la siniestrada casona que albergó por años al Círculo Suizo ya está concluido y se ingresó al Ministerio de Desarrollo Social para obtener la denominada RS (Recomendación Satisfactoria), paso necesario para poder licitar la obra.
– ¿La restauración de esta casona será su mayor legado como cónsul honorario?
– “No me gusta pensar en esto como un logro personal. Aquí el esfuerzo es del Círculo, de muchas personas. Yo sólo sirvo de nexo. Lo importante es que todo lo que hemos hecho -y lo que estamos intentando construir- es fruto del trabajo de la comunidad suiza en Magallanes. Mi rol es más bien “pinchar” para que las cosas se muevan. Pero el sueño, si logramos reconstruir nuestra casona, es de todos”.
– ¿Cuál ha sido el mayor aporte histórico de la colonia suiza a Magallanes?
– “No creo que tengamos una “gran obra” visible como una iglesia o un edificio emblemático, pero sí un aporte constante y profundo. En sus inicios fue el trabajo forestal, los aserraderos. El desarrollo de Puerto Yartou fue impresionante: desde ahí se exportaba madera incluso a Argentina y Europa. También en la agricultura y la ganadería. Pero más que eso, creo que nuestro aporte ha sido en valores: en cómo se trabaja, cómo se colabora, cómo se construye comunidad”.
Confederación Helvética
– ¿Qué significa para ustedes conmemorar un nuevo aniversario de la Confederación, especialmente desde un lugar tan distante como Magallanes?
– “Para nosotros el 1 de agosto es más que una fiesta patria. Es un símbolo de unión, de pacto, de consenso. Ese día, en 1291, tres cantones -Uri, Schwyz y Unterwalden- decidieron colaborar entre ellos, protegerse mutuamente y trabajar juntos. No fue una independencia ni una guerra: fue una alianza voluntaria. Hoy Suiza tiene 26 cantones y ese espíritu de colaboración sigue siendo el eje de nuestra democracia directa. La conmemoración aquí, en Magallanes, tiene un valor especial porque es también recordar cómo ese mismo espíritu fue traído por nuestros abuelos, que llegaron buscando sobrevivir, trabajar y formar comunidad”.
– ¿Cómo funciona en la práctica la democracia directa suiza?
– “En Suiza, cualquier ciudadano que reúna una cantidad de firmas puede presentar una iniciativa parlamentaria. No sólo eso: muchas decisiones se votan directamente, incluso temas como las vacaciones laborales. No es sólo una votación popular, sino también un ejercicio de conciencia colectiva. La última vez que se propuso aumentar los días de vacaciones, por ejemplo, la ciudadanía votó en contra. Porque entendieron que no era necesario. Eso muestra una cultura cívica que piensa en el bien común más que en el beneficio individual”.
– ¿Y cómo ve esa herencia en los descendientes acá en la región?
– “Nuestros abuelos no vinieron buscando inversión o negocio. Vinieron porque necesitaban un lugar donde comenzar de nuevo y trajeron con ellos ese amor por el trabajo bien hecho, por el detalle, por el esfuerzo compartido. La mayoría se quedó pese a las duras condiciones. A veces decimos en broma que los suizos son “porfiados”, pero eso también es determinación. Y ese legado, aunque ya hayan pasado generaciones, se nota. En la forma de hacer comunidad, en cómo valoramos la palabra empeñada, en la seriedad con que se encara cualquier proyecto”.
– ¿Cuándo se dio el momento de mayor migración suiza a Magallanes?
– “Principalmente en 1885. La primera migración partió en 1876, cuando se pidió formalmente al gobierno suizo que enviara familias a trabajar acá. Mis propios abuelos llegaron en 1886. Fue una migración organizada, no espontánea, enfocada en apoyar el desarrollo agrícola y ganadero. Pero las condiciones reales eran muy distintas de las que se prometían en las cartas de reclutamiento: no era el “paraíso del ganado” que les habían descrito. Aun así, la mayoría decidió quedarse”.
– ¿Cuántos descendientes suizos hay actualmente en la región?
– “Es difícil establecer un número exacto, porque muchos apellidos se perdieron en el tiempo. A diferencia de otras colonias, la suiza no fue tan celosa de conservar sus nombres. Hubo mucha mezcla desde el principio. Pero estimamos que al menos 1.600 personas podrían ser descendientes de suizos. Hoy el Círculo Suizo tiene unas 55 familias activas. Y sí, entre nosotros a veces decimos en broma que somos todos primos”.
– ¿Qué sienten cuando algunos de ustedes han recibido reconocimientos por parte de la comunidad magallánica, por ejemplo nombrándolos Ciudadano Ilustre?
– “Es muy bonito. Hemos tenido ciudadanos ilustres reconocidos por su aporte a la región. No sólo por tener apellido suizo, sino por su labor. Cuando se reconoce a uno, sentimos que es un orgullo colectivo y eso nos impulsa a seguir cuidando este legado”.
Restauración de la casona
– ¿En qué está el proceso de reconstrucción de la casona del Club Suizo?
– “La casona fue completamente destruida. Lo que no se quemó, quedó inutilizable. Desde el primer momento recibimos apoyo del gobierno regional y del gobernador. Hoy tenemos un proyecto de reconstrucción ya terminado, con planos y estudio arquitectónico. Está en proceso de validación técnica para que luego pase al Ministerio de Desarrollo Social. Si todo marcha bien, podríamos postular a fondos de financiamiento público a fines de este año o principios del próximo”.
– ¿La idea es conservar el estilo original del edificio?
“Sí. Queremos reconstruir algo muy parecido por fuera, manteniendo la fachada y el espíritu arquitectónico. Pero por dentro será un espacio moderno, con salón para 200 personas, cocina, equipamiento para charlas, talleres, eventos culturales y reuniones. Lo llamamos “un monumento vivo”, porque no será sólo un edificio patrimonial, sino un punto de encuentro comunitario. Mientras tanto, nos estamos reuniendo en un quincho que hicimos con parte del seguro del incendio”.




