Magallanes abre camino para la nueva genética ganadera nacional
La reciente internación a Chile de toros reproductores provenientes de Argentina es un hito ganadero con proyección nacional, que tuvo su origen y concreción en Magallanes y,representa más que un logro puntual: inaugura una nueva etapa.
Cuatro toros, tres de la raza Polled Hereford y uno Aberdeen Angus, ingresaron por primera vez a territorio chileno desde el país vecino, tras un exigente proceso de cuarentena, exámenes y coordinación logística. Su destino no fue una feria de genética del centro del país ni una estación experimental del norte ganadero. Fueron predios regionales que con visión, perseverancia y recursos propios apostaron por elevar el estándar reproductivo del rebaño local.
La operación fue impulsada por la Ganadera San Patricio y la Estancia El Palenque, con asesoría veterinaria, inversiones sostenidas y casi un año de gestiones frente a barreras sanitarias históricamente infranqueables. Lo que en otras épocas se consideró inviable, hoy es realidad. No por decreto, sino por convicción y conocimiento técnico aplicado desde las regiones.
Este hito tiene múltiples lecturas. Primero, pone de manifiesto que la descentralización no es sólo una consigna política, sino una vía real de innovación. Desde el extremo sur del país se abrió una ruta que el resto de la ganadería chilena podrá recorrer, mejorando la diversidad genética de sus planteles y estrechando vínculos con el ecosistema productivo de la Patagonia argentina. Segundo, confirma que la colaboración sanitaria entre Estados -en este caso, con la homologación de protocolos entre el Sag y el Senasa- sí puede destrabar procesos que durante décadas parecían imposibles.
Pero quizás lo más valioso de esta experiencia es el mensaje que deja: en una actividad marcada por el clima, la estacionalidad y las distancias, como la ganadería magallánica, no hay margen para la improvisación ni para el inmovilismo. La apuesta por la genética de calidad, adaptada a las condiciones australes y seleccionada con rigor, es una señal de madurez y futuro. Es también una forma de resistir el retroceso del Hereford, raza fundacional del rebaño local, y de reconvertir con ciencia una producción que compite a escala global.
Ahora queda mirar adelante. El ingreso de estos primeros toros vírgenes debe traducirse en mejoras concretas: mayor rendimiento productivo, eficiencia reproductiva, robustez en los rebaños y transferencia efectiva de conocimiento. Es tarea del Estado, los gremios y las instituciones técnicas respaldar este tipo de iniciativas, multiplicarlas, evaluarlas y asegurarse de que no queden como hechos aislados.
Magallanes, una vez más, no espera que se dicten políticas desde Santiago para avanzar. Desde sus campos, suelos y estancias, ha marcado un camino que puede transformar a toda la ganadería chilena.




