El “Chuqui”
Por Vladimiro Mimica Cárcamo
Rafael Quiroga Soto ha partido. Liceano de tiempo imborrables, cuando don Angel Rivera Rioseco era su rector, Antonino Reyes el inspector general, y Alejandro Karelovic el profesor de Educación Física y preparador de los grandes equipos liceanos que participaban en nuestras competencias atléticas y basquetbolísticas.
Rafael Quiroga fue parte de esa legión junto, por ejemplo, a Emilio Amarales, los hermanos Ríspoli, “Lalo” Garay, John Skirving, o Esteban Livacic entre otros jóvenes próceres que apuntaban ya al éxito deportivo.
Fue funcionario civil de la Armada y allí defendió los colores albos del Naval junto a Carriel, Valladares, Muñoz-España, Nazmy Reyes, Rubén Aguilar, Antonio y Miguel Ríspoli, más el propio Quiroga, fueron parte de un plantel que supo de éxitos, tantos, como el alcanzado en 1962 -con la conducción del inolvidable de Ivo Radic- logrando el título de campeón de Punta Arenas.
DIRIGENTE DE PRIMERA
Se llamaba Rafael, pero para nosotros fue siempre el “Chuqui”, amigo entrañable que, una vez colgadas las zapatillas, se constituyó en dirigente de primera línea de nuestro baloncesto, en el Deportivo Español primero, que lo adoptó, y en la mismísima Asociación de Básquetbol donde fue laborioso director.
Rafael fue amigo a carta cabal, de genuina espontaneidad e ingenio, hombre bueno honesto y generoso que de la amistad hizo un verdadero culto. Como el agua, la vida se escurre como cascada infrenable, a veces intratable, pero siempre dejándonos nostálgicos recuerdos de otros tiempos, de otra cultura, donde la sencillez de nuestros actos eran una forma del cotidiano buen vivir.
Rafael, amigo, “Chuqui”, inolvidable, gracias por habernos hecho parte de un trozo de tu vida, que prolongamos por todos los tiempos, incluyendo cuando la fe te golpeó el hombro para transformarte en apóstol de tu iglesia María Auxiliadora, donde era fácil encontrarte todos los días, cuando repicaban las campanas que anunciaban, en el corazón de la ciudad, la misa vespertina.
Espero que ese Padre, en el que depositaste tu amor y tu confianza, haya abierto sus brazos para recibirte y brindarte la paz que mereces y que tanto esparciste por donde en esta tierra transitaste. Hasta siempre Rafael y que la nueva vida te sea hospitalaria y generosa. Hasta la vista “Chuqui”.




