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Los inocentes al poder

Por Diego Benavente Viernes 15 de Agosto del 2025

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En Los inocentes al poder, Daniel Mansuy realiza una lectura crítica, lúcida y provocadora sobre la irrupción del Frente Amplio en la política chilena y su posterior desmoronamiento. A través de un ensayo ágil pero profundamente analítico, Mansuy dibuja el itinerario de una generación que llegó al poder con la promesa de una transformación histórica, pero que, en sus propias contradicciones y límites, terminó ampliando el camino de la continuidad antes que el de la ruptura.

Uno de los ejes centrales del libro es la relación entre la identidad generacional y la política. Mansuy sugiere que el Frente Amplio -y particularmente sus figuras más emblemáticas- operó más como una expresión cultural que como un proyecto político maduro. “La suya es una generación más interesada en dar testimonio de su pureza, que en cambiar el mundo”. Esa pureza, entendida como una superioridad moral autoatribuida, se convirtió en trinchera y escudo. Pero también en lastre: al rechazar las complejidades y negociaciones propias del ejercicio del poder, la generación que creció bajo el mito de los movimientos estudiantiles terminó atrapada en su propia imagen.

Lejos de encarnar un verdadero impulso popular, el Frente Amplio surgió de una élite ilustrada, de sectores medios profesionales con capital educativo, pero desconectados de las urgencias más apremiantes de los sectores populares. Como dice Mansuy, “el movimiento estudiantil tenía un evidente sesgo de clase, pues sus demandas no arrancaban de los estratos populares, sino de clases medias, acomodadas”. Esta afirmación permite comprender por qué las reformas prometidas nunca tocaron el corazón del modelo heredado, y por qué el entusiasmo inicial no se tradujo en apoyo transversal.

El clímax de este fracaso, según Mansuy, fue el plebiscito del 4 de septiembre de 2022. Allí se reveló no sólo el rechazo a una propuesta constitucional percibida como ideológica y maximalista, sino también la desnudez política del conglomerado que la impulsaba. “El plebiscito dejó al descubierto la indigencia teórica y política del Frente Amplio: no sabían dónde estaban ni qué estaban haciendo. Se ignoraban a sí mismos. En definitiva, el 4 de septiembre terminó de morir lo que aún sobrevivía de la tesis autonomista”.

El Frente Amplio, lejos de representar una ruptura con la transición, terminó por insertarse en su lógica. “El gobierno del Frente Amplio no fue capaz de producir una propuesta política autónoma de la transición y, por tanto, está en plena continuidad con ella. El primer motivo es que la nueva generación nunca pudo librarse de su origen de clase: la predominancia de las clases medias profesionales condujo al acomodo con la transición. El segundo motivo es que ni siquiera se realizó un esfuerzo por librarse de estos factores condicionantes: toda la rebeldía quedó en nada. Una montaña de movilizaciones terminó pariendo un modesto ratón reformista”.

Mansuy no escribe desde el resentimiento ni la nostalgia. Su crítica es despiadada, sí, pero busca ser también una advertencia: sin madurez política, sin renuncia a la comodidad de la autocelebración moral, no hay cambio posible. La política exige más que buenas intenciones o discursos identitarios. Exige coraje, pero también responsabilidad, pensamiento y estrategia. Y en ese sentido, el veredicto del autor es lapidario: “Los inocentes no pueden ni quieren transformar el mundo, pues prefieren permanecer fieles a sí mismos, antes de darse el trabajo de pensar”.

Este ensayo, en definitiva, es una interpelación incómoda pero necesaria. Nos invita a mirar de frente los límites de una generación que creyó que bastaba con querer cambiar el mundo para lograrlo. Pero en política, como en la vida, la voluntad no alcanza si no va acompañada de lucidez, profundidad y oficio.

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