Umag y un nuevo crédito millonario

La Universidad de Magallanes se encuentra, otra vez, en la incómoda posición de gestionar un millonario crédito para poder sostener su funcionamiento. No se trata de una cifra menor: 20 mil millones de pesos, con aval del Estado y un plazo de pago que podría extenderse hasta por dos décadas. A simple vista, parece una inyección de recursos importante; sin embargo, el propio rector reconoce que la planilla anual de pagos a trabajadores asciende a unos 21 mil millones. Es decir, el monto del crédito equivale, grosso modo, a lo que la institución gasta en remuneraciones en un solo año.

La magnitud de esta comparación obliga a dimensionar el verdadero alcance de la medida. Este endeudamiento no representa un impulso para crecer o innovar, sino apenas un salvavidas para evitar el naufragio. Se trata de dinero que, en buena parte, se irá en cubrir obligaciones básicas, mientras las causas estructurales del déficit siguen ahí, sin una solución definitiva a la vista.

El superintendente de Educación Superior ha insistido en que no está en juego la existencia de la Umag, pero sí la necesidad de “hacer más con menos” y sanear su base financiera. Esto suena razonable, pero también revela un escenario donde las universidades estatales ya no pueden contar con el mismo nivel de inversión pública del pasado. En ese contexto, la Umag se ve empujada a depender de créditos que hipotecan su futuro presupuestario durante 15 o 20 años.

La constitución del nuevo Consejo Superior, con participación triestamental, abre una oportunidad para revisar de manera transparente y participativa las decisiones estratégicas. Pero la urgencia financiera impone un ritmo que puede dejar poco espacio para el debate profundo sobre un nuevo modelo de gestión. El riesgo es que las medidas de ajuste -como la racionalización de gastos y las readecuaciones de personal- terminen siendo vistas no como una estrategia de modernización, sino como el costo inevitable de una administración a la defensiva.

Más allá de la aprobación o no de este crédito, lo que está en juego es la capacidad de la Universidad de Magallanes de dejar de vivir al filo de la asfixia financiera. Porque mientras cada salvavidas tenga el tamaño de un año de sueldos, el horizonte seguirá limitado a no hundirse. La racionalización de recursos es un imperativo, pero también repensar el modelo ideado para las universidades estatales, el cual, a todas luces, no es el más exitoso, mucho menos para una casa de estudios superiores que está en una zona extrema.