Necrológicas

Estado de confort

Por Alfredo Soto Martes 19 de Agosto del 2025

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Siempre tuve la idea, cuando tenía el tiempo de pensar en mi futuro, trabajando, jubilado o en el estado que sea, de retirarme de la ciudad porque nuestras ciudades y en todo el mundo al parecer, no son ni están hechas para personas mayores. Con una experiencia tan objetiva de haberme criado prácticamente en gran parte de mi adolescencia, justamente con una persona muy mayor, con mi abuela paterna. Fui testigo de muchas implicancias dificultosas de cómo debía “moverse” la anciana, cómo debía programarse para que sus ir y venir sean lo suficiente productivos, optimizando los recursos y por sobre todo, sacarle el mejor provecho a su falta de agilidad y de todas las dificultades para hacer sus “trámites”. 

El tiempo pasa como dice la canción y me llegó el momento de tomar la decisión y casi de una manera descabellada, tomé cierta propuesta que implicaba objetivamente dejar la ciudad e irme a vivir a una zona rural, en que, al mirar los cielos, me juguetean entre nubes, los cóndores andinos, en cuanto voy a desarrollar alguna labor debo traspasar rutas entre orejas de guanacos, rápidos caminares del zorro y percibir la prepotencia del chingue más que su fétido y agudo aroma y así me fui a vivir a una zona rural. A quien le comentaba siempre me indicaban
 ¿Cómo pudiste dejar tu estado de confort? Mi respuesta entre risas y con contundencia les replicaba
al contrario, esta oportunidad me permite realmente ir en busca de mi estado de confort, que alguien me lo pueda negar, que mejor, que vivir cerca de los árboles, pampas, lagos y ríos y todas las mañanas escuchar a un gallo insistente que me invita a levantarme entre el frío y la modorra, pero con alegría poder compartir estos recuerdos visuales en cuanto fui niño y corría por estos potreros, en donde escuchaba el oxidado fierro sonar para ir al almuerzo junto a trabajadores de estancias, vaqueanos y ovejeros. Un recuerdo potente que se me aproxima en estas circunstancias de ser mayor.

En toda esta magnífica naturaleza, se me hace más recurrente pensar en lo que acontece con el cambio climático y las personas mayores, me asusta a veces pensar en la idea descabellada del trabajo en solitario en contra de estos embates climáticos, pareciera una tarea titánica y difícil de lograr. Pero más nervioso, ansioso y frustrado me resulta ver cómo las tomas de decisiones no salen y las respuestas son a los gritos, tanto de la naturaleza, como de poblaciones a nivel mundial. Estas, a su vez, están viviendo de manera sufriente, sacrificada y cada vez con mayores riesgos los embates climáticos, fenómenos que se están haciendo cada vez más frecuentes y para los cuales todavía usamos “caritas” de susto o “caritas” de sorpresa, como si con esa expresión nos alineamos a lo que está sucediendo. 

Siempre tuve la idea positiva de que cuando llegó el Covid-19, vi la posibilidad de que de aquí para adelante podríamos haber cambiado muchos paradigmas de nuestras propias vidas, pero después de estos años, todos anhelábamos volver a la “normalidad”. También se nos está escapando la posibilidad de olvidarnos de aquella normalidad y en conjunto poder resetear nuestras formas de vivir, borrón y cuenta nueva, ya hemos aprendido ¡¡¡No señores, no hemos aprendido nada!!! Hoy día los reclamos territoriales por el cuidado del medioambiente se tornaron más dramáticos cuando los eslóganes y pancartas hablan de nuestra propia extinción como especie humana, quizás, será el miedo que nos obligue una vez más a reaccionar y tomar conciencia y hacer al menos alguna tarea para cooperar. 

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