Necrológicas

Catalina Plaza: la joven voz magallánica que revive el bolero

Domingo 24 de Agosto del 2025

Compartir esta noticia
272
Visitas
  • A sus 25 años lidera la agrupación musical con la que llena salas en Santiago, ganó un Premio Pulsar y en octubre debutará en México.

 

Tomás Ferrada Poblete

 

En 2019, cuando su abuelo Jorge Plaza falleció en Punta Arenas, Catalina Plaza Antunovic -de 19 años- tomó el micrófono en medio del funeral y cantó Nuestro Juramento, de Julio Jaramillo. No era una elección casual: después de un ataque cerebrovascular, él olvidaba casi todo, salvo los boleros que había escuchado toda su vida.

“Ese fue un click que me hizo en la cabeza, de lo mucho que me gustaba el bolero, y lo mucho que me hacía sentido cantar este tipo de música”, recuerda hoy desde Santiago.

Ese “click” fue el inicio de una ruta que la ha llevado a cantar por múltiples escenarios en Chile, transformarse en la voz de Catalina y las Bordonas de Oro y a conquistar al público con un proyecto que revive el bolero y otros ritmos latinoamericanos.

Nacida en Punta Arenas el año 2000, Catalina encontró desde muy niña un camino en la música. Estudió en el Colegio Británico, donde integró el coro y participó en montajes musicales. “Aprendí a tocar guitarra como a los seis por una tía, y después en el colegio me metí al coro y a clases de flauta traversa”, recuerda. La influencia vino de su entorno más cercano: su hermano baterista y su padre, “que siempre fue muy melómano”, la acostumbraron desde pequeña a vivir con música en casa.

Con apenas 15 años ya cantaba en Sensations, una banda de matrimonios y eventos donde debía interpretar de todo: cumbias, salsa, soul, disco y clásicos en inglés. Poco después conformó las Gibson Girls, un trío vocal con amigas, y se convirtió en rostro habitual de festivales locales como el Folclórico Estudiantil o el Festival del Don Bosco. Allí obtuvo premios como mejor intérprete y comenzó a forjar un vínculo que años más tarde la llevaría al escenario del Festival Folclórico en la Patagonia. “Yo creo que eso es lo que a mí me dio cancha, lo que me dio la posibilidad de acercarme a escenarios más grandes sin miedo”, dice sobre esa etapa. 

El vaivén de la capital

En 2019 se trasladó a Santiago para estudiar canto en el Instituto Projazz. Alcanzó a estar siete meses cuando el estallido social alteró todo. “Ese día fui a clase y de ahí nos mandaron de vuelta. Nunca más volvimos porque ahí mismo era donde pasaba todo”, recuerda. La pandemia terminó por consolidar un retorno no calculado a Punta Arenas, donde siguió sus estudios online y aprovechó el encierro para explorar nuevas inquietudes: “Me metí harto en el estudio del piano, de la guitarra, y empecé a componer también. (
) Aproveché de investigar un poco más de la composición y leer”.

Al regresar a la capital, se vio enfrentada a otras escuelas: bares, cumpleaños, restaurantes y hasta la micro. De cantar en el transporte público rescata la dureza y el aprendizaje: “Esos escenarios para mí son los más complejos. Y cuando ya pasas eso puedes cantar en otros lados sin drama”.

Catalina y las Bordonas de Oro

El siguiente gran paso llegó en 2022, cuando Catalina comenzó a frecuentar las ruedas de cueca en Santiago. En esos espacios de música popular conoció a Martín Silva, guitarrista, quien la invitó a un ciclo en el Bar Volantín, en la comuna de Ñuñoa.

El 14 de mayo de ese año debutó la primera Noche de Boleros. “En ese tiempo me sabía ocho boleros, así que me aprendí un par más como para tener quince y armamos una hora de concierto”, recuerda. Contra todo pronóstico, el local se llenó y los músicos decidieron repetir la experiencia al mes siguiente.

De a poco, el ciclo se transformó en un fenómeno. Al inicio eran los amigos y conocidos quienes asistían, pero pronto empezó a llegar público nuevo atraído por los videos que subían a redes sociales. El Volantín quedó chico y a fines de 2022 se trasladaron a un local mayor en Bustamante con Rancagua, donde el público alcanzaba las cien personas por función. “Hacíamos dos, hasta tres funciones en una noche porque se llenaba y la gente quería entrar”, cuenta.

En ese proceso, la agrupación adoptó un nombre propio: Catalina y las Bordonas de Oro, conformada por Pablo Castro, Adrián Muñoz y Esteban Pérez junto al mismo Martín Silva. Con ellos, la cantante descubrió que el bolero era más que nostalgia: era un género vigente. El nombre “Bordonas” está ligado a la cuerda gruesa y de sonido grave de la guitarra, preferentemente la sexta.

“La idea también era que la gente se fuera sabiendo un poco más de las letras de las canciones, de quiénes estaban detrás, y a la vez compartíamos repertorio bonito. Era entretenido, había muy buenos comentarios y cada vez un público más fiel”.

El salto llegó en 2023 con un Club Chocolate repleto. Este año, repitieron la experiencia con una banda extendida y 800 personas coreando boleros de todas las épocas. “La gente está muy dispuesta a escuchar boleros y música que viene de los años 20. Una música que no se va a morir, creo yo”, dice Catalina.

Magallanes: raíz y futuro

Pese a la intensidad de su vida en Santiago y las giras que comienzan a abrirse paso, Catalina mantiene un vínculo con sus raíces magallánicas. “Siempre he tenido una relación muy fuerte con la región. Intento siempre al subirme al escenario, en cualquier lugar que esté, con mi banderita. Y siempre aparece algún magallánico por ahí”, cuenta. Lazo que se refuerza con los músicos que la acompañan: el contrabajista Esteban Pérez también es de la región.

En su agenda figura un anhelo pendiente: llevar el proyecto a escenarios como el Casino Dreams o el Teatro Municipal. Ya en la edición recién pasada del Festival Folclórico en la Patagonia -donde el conjunto fue parte de la parrilla- comprobó el cariño del público local: “Fue la primera vez que nos presentamos y recibimos demasiado cariño de la gente. (
) Para mí tiene una emocionalidad muy fuerte cantar frente a mi familia también, frente a gente que me vio cantar de muy chica”.

“Tuve una relación muy fuerte con la naturaleza allá. Y la valoro mucho, y la respeto mucho. Es algo que extraño también todos los días”, dice sobre lo que fue su infancia en el extremo sur.

Mientras tanto, los números confirman el salto de su carrera. En enero de 2024, cuando La Prensa Austral la entrevistó, Catalina y Las Bordonas de Oro contaba con 4.500 oyentes mensuales en Spotify. Hoy, un año y ocho meses después, son 75.700 quienes la escuchan en esa plataforma. 

Catalina y las Bordonas de Oro preparan el lanzamiento de un nuevo disco de folclore latinoamericano, que reunirá tonadas, cuecas, pasillos ecuatorianos y música paraguaya, con composiciones originales y versiones de repertorio tradicional. Como adelanto, ya han liberado en sus plataformas una cueca y una colaboración con la icónica folclorista María Esther Zamora, mientras afinan nuevos estrenos junto a figuras históricas como Lucy Briceño y el maestro Valentín Trujillo.

El próximo gran hito será en el Teatro Nescafé de las Artes, donde se presentarán con un formato extendido de once músicos en escena. “Es el escenario más grande en el que vamos a tocar, ahí entran mil personas”, cuenta. La cita promete una “noche perfecta de boleros” con repertorio clásico e inédito, además de invitados especiales. Un escenario emblemático y un “teatro hermoso () que te envuelve con su acústica” y que confirma que su proyecto ya transita hacia una liga mayor.

 

 

 

Cruzar fronteras

El próximo el desafío de Catalina y las Bordonas de Oro será fuera de Chile. Gracias a un fondo concursable, en octubre partirán a México, con fechas en Ciudad de México, Guadalajara, Xalapa, Querétaro y Puebla. “Era uno de los objetivos que yo tenía en este proyecto, llevar a todos los chiquillos a México. La cuna del bolero está ahí, con tremendos intérpretes y compositores, así que estamos muy contentos de pisar esa tierra”, dice con entusiasmo.

Las estadísticas de oyentes en plataformas digitales refuerzan ese vínculo: México es el segundo país donde más se escucha su música, después de Chile. Le siguen Argentina y Colombia, dos mercados a los que espera llegar pronto. “Nos hablan de hartos lados, preguntándonos cuándo vamos a ir. Mi idea es llevar este proyecto a todos lados, que la gente pueda escuchar el bolero y disfrutar de esta música que es muy linda. (
) Espero que podamos hacer que la gente tenga ganas de volver a escuchar esta música y que no se pierda nunca (
) Nos hablan harto de España también. Eso es cruzar el charco, muy lejano, pero ojalá lograrlo”.

 

 

El bolero no muere

No es ningún misterio que el bolero en Chile vive un renacer. A modo de ejemplo, en sólo unos días, Macha y el Bloque Depresivo -agrupación que revive clásicos del género- agotó un Estadio Nacional para diciembre de este año. Ese fenómeno confirma lo que Catalina Plaza comenta cada vez que le preguntan por su música: el bolero no está en retirada, sino en plena vigencia.

“Yo creo que es una música con una fórmula perfecta. (
) Tiene sus estrofas y su coro siempre arriba. Con una letra pegajosa, siempre súper pasional. O con una letra muy desgarradora, o si no, muy romántica. Se lleva a los extremos el bolero con las temáticas, siento yo. Y logra identificar a muchas personas”, explica.

A su juicio, la clave está en que es un género polifacético, capaz de atravesar generaciones y formatos: “Puede ser tocado con guitarra, con vientos, con cuerdas, con orquesta, a dos voces, a tres voces. (
) Es un género que puede llevar a muchos formatos de música. Entonces eso lo hace muy versátil y lo puedes tocar en todos lados”.

Pin It on Pinterest

Pin It on Pinterest