Necrológicas

“Devo: La banda más incomprendida de EE.UU”

Domingo 24 de Agosto del 2025

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Por Guillermo Muñoz Mieres,
periodista

 

 

Estados Unidos, 2024

Director: Chris Smith

En Netflix

“¿Quieres toda la historia o…?”, pregunta con cierta duda Mark Mothersbaugh, líder y creador de una de las bandas musicales que, como bien dice a modo de resumen, puede ser la más incomprendida sobre la faz de la Tierra: Devo.

Y lo que narra este documental, estrenado el pasado martes en Netflix —aunque ya con cierto recorrido por el circuito cinematográfico desde 2024—, es su historia, pero también su relación con la industria de la música. Pero Mark Mothersbaugh parte más atrás, cuando recibe un libro que describe la involución ascendente del hombre, y la palabra Devo marca el concepto que reúne a este grupo de hermanos y amigos que desea expresar su rechazo al rumbo de las cosas en Estados Unidos.

“Devo: la banda más incomprendida de EE. UU.” no escatima en recursos visuales para ilustrar, con sarcasmo, cinismo y también nostalgia, la cronología de un largo camino hacia el éxito efímero de esta banda originaria de la ciudad industrial de Ohio, que irrumpe en la escena musical de los 70 y 80, en el fin de la guerra de Vietnam, la llegada a la presidencia del militante republicano y ex actor Ronald Reagan, y de MTV a las pantallas televisivas del mundo.

El documental se despliega con versatilidad a través de un collage ininterrumpido de imágenes que recuerda al formato de otro documental sobre una banda: Wham! (2023). Y la similitud no es coincidencia, porque detrás de ambas está la mano del director Chris Smith, que muestra oficio para describir, con su propio lenguaje, la cultura pop de aquellas décadas.

A Mark Mothersbaugh, junto a Gerald Casale, les corresponde en esta ocasión describir la génesis de la banda, que se repite —como con casi todas las bandas emblemáticas— en un encuentro casual, pero también quizás como una obra del destino. Primero como un colectivo experimental de arte y, después, con la música como medio expresivo, buscando nuevos sonidos, creyendo en el poder de lo visual antes de la propagación del videoclip, pero, sobre todo, en su propuesta artística que no cede ni un milímetro a la industria musical, ni tampoco a los consagrados: sean David Bowie, Neil Young o el mismo John Lennon, quien, al final de un concierto, les tararea su estribillo como señal de que no es tonto y se dio cuenta.

Y como ya es una tendencia en este tipo de documentales, la voz en off de un narrador en tercera persona es reemplazada por los testimonios actuales de sus integrantes vivos, fragmentos de entrevistas en programas de antaño, sus primeras presentaciones en salas casi vacías y un juego retórico visual donde cada antecedente encuentra su equivalente en imágenes de archivo de películas de serie B o viejos spots publicitarios.

Devo: la banda más incomprendida de EE. UU., al igual que Wham!, son documentales dinámicos que rompen el formato convencional del documental más clásico, pero también buscan ser coherentes en forma y contenido con la historia que se narra. Es decir, la historia de Devo se cuenta “a lo Devo”.

En ese trayecto hay tributo al cine por todos lados: sea en las películas citadas en el relato; en las que ellos crearon y participaron; en su fuerte apología al mundo de las imágenes; y en la vuelta de mano del cine al reconocerlos e inmortalizarlos en la cultura pop con la película Volver al futuro (1985) y la discreta pregunta del personaje de Marty McFly al Dr. Emmett Brown sobre un tema musical que se escucha en la radio del auto DeLorean: “¿Es Devo?”.

Porque, en el fondo, Devo: la banda más incomprendida de EE. UU. esconde, detrás de su anécdota, una reflexión sobre la relación del arte con la industria, sea el negocio de la música con las empresas discográficas o también del cine, a modo de ejemplo, con Hollywood.

Y sobre la banda Devo se desprende y concluye de este documental aquella lección que el cine y todas las artes ya aprendieron: la última palabra siempre la tiene el paso del tiempo.

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