Alejandro Goic, un encuentro muy esperado
El lunes 1° de septiembre, el P. Alejandro Goić Karmelić, vivió un encuentro muy esperado: su encuentro definitivo con el Señor Jesús. En Rancagua, a los 85 años partió a la Casa del Padre, luego de una hermosa y fecunda vida como hombre cristiano y pastor. Como él decía: “por gracia de Dios, Él me ha regalado una vida muy hermosa, y también con cruces, gracias a Dios”.
Somos muchos, católicos y no católicos, que en distintos lugares del país damos gracias a Dios por la vida de este hombre justo y bueno que pasó como un don de Dios por nuestras vidas y por el caminar de la Iglesia y de la comunidad magallánica.
En 1966, este magallánico de 26 años, se convertía en sacerdote diocesano al servicio del pueblo de Dios en nuestra región. Así, la vida y el ministerio del P. Alejandro han estado tejidos con la vida de nuestra Iglesia local y la comunidad magallánica, con las cuales siempre ha mantenido un estrecho contacto, a pesar que desde 1979 fue llamado a servir como Obispo en otras diócesis del país.
Comenzó su ministerio en la Parroquia San Miguel, especialmente en el sector del Río de la Mano, creando la Comunidad Buen Pastor. Luego fue párroco en Nuestra Señora de Fátima, en el Barrio 18 de Septiembre, y capellán de la cárcel de nuestra ciudad. El antiguo deportista del Sokol volcó sus energías en la parroquia de Fátima, donde la comunidad cristiana y los vecinos del barrio conocieron la cercanía, amistad y trabajo del pastor siempre disponible a las necesidades de las personas.
En Fátima creó los Centros de Vacaciones (CEVAS), que se han extendido por todo el país. Dio vida a las Comunidades San Francisco de Asís y Santo Cura de Ars, que comenzaron como comedores solidarios para atender tantas necesidades de esos tiempos marcados por la pobreza. Atento a las necesidades del barrio, fundó junto a un grupo de vecinos, la 8ª Compañía de Bomberos.
En agosto de 1973 falleció el Obispo Vladimiro Boric, y el P. Alejandro asumió la conducción de la Iglesia local hasta abril de 1974, cuando llegó el Padre Obispo Tomás González. Eran tiempos difíciles, y muchos magallánicos conocen la cercanía y el trabajo del P. Alejandro en defensa de los derechos humanos y en el acompañamiento a los presos políticos y sus familias, así como a todos los que sufrían persecución y marginación. Conoció en carne propia las arbitrariedades de esos tiempos cuando en 1978 -a través de un decreto firmado por el general Pinochet- fue exonerado del servicio de capellán de la cárcel de Punta Arenas.
En 1979, fue nombrado Obispo Auxiliar de Concepción, luego en Talca, después fue Obispo de Osorno, y hasta 2018 fue Obispo de Rancagua. También presidió la Conferencia Episcopal de Chile en dos períodos, entre 2004 y 2010.
El P. Alejandro hizo de la búsqueda de dignidad para todos los hijos de Dios uno de los ejes de su ministerio pastoral, y eso lo llevó a una decidida acción en temas sociales. Así, en 2007, siendo Obispo de Rancagua, remeció la conciencia de muchos al decir que la discusión no tenía que ser por un “salario mínimo”, sino por un “salario ético”, el cual tenía que ser ético “p’arriba y p’abajo”; es decir, no sólo para que vivan dignamente quienes tienen ingresos insuficientes para llegar a fin de mes, sino que tampoco son éticos los salarios o ganancias con muchos ceros que tienen otras personas, ni son éticas las ganancias desproporcionadas de ciertas empresas. El salario tiene que ser ético “p’arriba y p’abajo”, decía el P. Alejandro.
Muchas veces le oí decir al P. Alejandro, que más importante que las obras es que la persona se haga ella misma una obra de Dios. El P. Alejandro mostró con su vida que lo que engrandece al ser humano y lo hace ser un don de Dios para otros, es permitir que el Señor Jesús actúe en la propia vida, transformándola y conduciéndola; eso lo expresaba en su lema “Cristo es mi vida”, y esa vida ahora se ha abierto al encuentro definitivo -y por él muy esperado- con Jesús Resucitado. El P. Alejandro vivió como un hombre de fe lúcida en el Señor Jesús y su Evangelio, una fe abierta al mundo y servidora del mundo; un testimonio de acogida bondadosa, de servicio y de diálogo con todas las personas.
Damos gracias por este Pastor “con olor a oveja” que sembró la belleza del Evangelio dignificando a todos los hijos de Dios. Ahora que él vive su encuentro definitivo y tan esperado con el Señor Jesús, damos gracias por su vida y ministerio en nuestra Iglesia en Magallanes y en otras regiones del país.




