Estudiantes elaboran maqueta de Colón 636 en conmemoración al 11 de septiembre

El frío intenso de la tarde del jueves 11 de septiembre no fue impedimento para que un centenar de personas se congregara frente a la ennegrecida fachada de la casona de Colón 636. En un silencio respetuoso, sólo interrumpido por palabras de ex prisioneros políticos, sus familias, autoridades y estudiantes participaron en el acto de homenaje y memoria organizado por la Corporación Sitio de Memoria Colón 636.

El lugar, que durante la dictadura cívico-militar funcionó como un centro de detención y tortura, fue el escenario donde los recuerdos del horror se entrelazaron con la esperanza de las nuevas generaciones. “Lo que vivimos aquí no puede quedar en el olvido”, afirmó con firmeza Ester Huala, una de las sobrevivientes, quien junto a Manuel Aguilante y Julio Pedrol relataron los tormentos sufridos entre esas paredes, pero también la inquebrantable fuerza de la resistencia.

El momento más simbólico de la ceremonia llegó de la mano de estudiantes del Liceo Luis Alberto Barrera. Un grupo de alumnos entregó solemnemente a la Corporación una detallada maqueta que reproduce el frontis de la casona. Este gesto, fruto de una investigación escolar que los llevó a descubrir la historia silenciada de su ciudad, se erigió como un poderoso puente entre el pasado y el presente.

Magda Ruiz Méndez, presidenta de la Corporación, valoró profundamente la iniciativa. “Este tipo de gestos son clave para rescatar la memoria y abrir espacios de verdad. Representa un puente entre generaciones y un compromiso con el porvenir”, destacó.

Durante la ceremonia, Soledad Ruiz Ovando, secretaria de la Corporación, evocó la memoria de su padre, Daniel Ruiz Oyarzo, también víctima, y relató la sobrecogedora experiencia de volver a pisar la casona décadas después. En su intervención, expuso los objetivos del proyecto que busca convertir el inmueble en un Sitio de Memoria oficial.

La música también tuvo su lugar de la mano de Sergio Reyes Soto, otro sobreviviente, quien convirtió su guitarra en un acto de resistencia, entonando acordes que sirvieron de homenaje a los que ya no están.