Presidenciables con poca mística
Bien se les podría motejar como “los ocho de la papeleta”. Del otro lado de la pantalla, miles de chilenos siguiendo el primer debate televisivo. Un Parisi que no dejaba de parpadear fue lo más molesto de la emisión. Una Jeannette incómoda que buscaba eludir el toreo constante de Kaiser y Kast. Un Meo imperecedero, con una labia infernal, pero que ya no sorprende a nadie -sólo molesto para la abanderada oficialista, a quien constantemente quiso sacar de quicio con eso de “la ministra”-. “Tata Artés”, más de lo mismo, aunque fiel a su discurso ortodoxo de ultra izquierda y hoy por hoy la coherencia se agradece.
Evelyn, impecablemente vestida, emulando a alguna estadista europea y buscando hablar firme, pero con calidez y esperanza.
Y Harold, nuestro Harold. El hombre de la prudencia, la mesura y el pragmatismo.
Muchas preguntas. Algunas obvias y otras al hueso; otras ni tan obvias ni tan al hueso.
Una vez más las regiones no estuvieron ni por asomo, salvo para hablar del cobre y de los problemas migratorios.
Al final, se echó de menos algún discurso cautivante, motivador, esperanzador…
¡Dónde está la oratoria de los grandes personajes! Lincoln, Churchill, Mandela y hasta nuestra Thatcher.
Pero, no nos vayamos tan lejos y en el mes de las Fiestas Patrias, recordemos a los nuestros. La primera que se viene a la mente es la arenga de Bernardo O’Higgins durante el combate de El Roble, cuando el ejército patriota estaba sufriendo una gran derrota: “¡O vivir con honor o morir con gloria; el que sea valiente que me siga!”.
Y qué decir de nuestro Manuel Rodríguez con eso de “aún tenemos patria, ciudadanos”, tras la derrota en la batalla de Cancha Rayada.
Si nuestros candidatos hubieran estado en aquel tiempo, aún seguiríamos bajo la hegemonía española.




