Eleam se reorganiza tras meses de incertidumbre y residentes valoran el cuidado recibido
El Establecimiento de Larga Estadía para Adultos Mayores (Eleam) Cristina Calderón de Punta Arenas atraviesa por un periodo decisivo. Desde el 17 de diciembre, la administración fue asumida por la Fundación Derechos Mayores que debió enfrentar un escenario complejo: deudas acumuladas con proveedores, ausencia de registros actualizados y una forma de trabajo heredada del operador anterior que no se ajustaba a la legalidad laboral.
La directora técnica, Palmira Linco Soto, reconoce que los primeros meses fueron difíciles. “Había muy poca gente trabajando y malas prácticas laborales. Estaban acostumbrados al pago por turnos hechos, sin contrato legal. Costó mucho que engancharan a trabajar con nosotros, porque buscábamos la legalidad con respecto al sueldo, a imposiciones, a salud”, planteó.
A este escenario se sumó la negativa de varios proveedores a seguir abasteciendo al establecimiento debido a deudas impagas. “Cuando uno llamaba nos decían que no trabajaban con el Eleam. Tuvimos que explicar que éramos una nueva fundación, que habíamos asumido recién la operación del recinto. Algunos se engancharon, otros no. Nos costó mucho retomar la alimentación, los insumos clínicos, los productos de aseo”, admitió Linco. La falta de documentación dificultó aún más el trabajo. “No había fichas sociales actualizadas, ni respaldo de compras, todo estaba incompleto o desactualizado”.
Pese a las dificultades, la nueva administración logró estabilizar la operación. Hoy el Eleam funciona a plena capacidad con 70 residentes, tras pasar de un contrato de emergencia en diciembre y enero a un convenio vigente hasta noviembre. En este periodo, las donaciones han jugado un papel clave. Desde el aporte inicial del Rotary -que entregó alimentos e insumos de higiene- hasta contribuciones de colegios y particulares, se ha logrado cubrir necesidades críticas, especialmente en lo referido a pañales, guantes y mascarillas, elementos indispensables en contextos de contagios.
Las donaciones han sido un pilar fundamental para el funcionamiento del Eleam, especialmente en los primeros meses de la nueva administración. Organizaciones como el Rotary y particulares han contribuido con alimentos, ropa, pañales e insumos de higiene, ayudando a cubrir necesidades urgentes de los residentes. Aun así, la demanda continúa siendo alta, y la institución hace un llamado a la comunidad para acercarse y colaborar con cualquier aporte que permita mantener la atención y el bienestar de los adultos mayores, garantizando que cuenten con todo lo necesario para su cuidado diario.
Voces desde adentro
La vida en el Eleam no se explica sólo a través de balances administrativos. Los testimonios de los propios adultos mayores reflejan cómo el lugar se ha transformado en un espacio de cuidados, rutinas compartidas y también de adaptación a los cambios.
Luis Mascareño (79) llegó junto a su hermano. Afirma que recibe buenos cuidados por parte de las enfermeras y cuidadoras, también se lleva bien con los otros usuarios. Padece complicaciones en la visión, pero enfatiza que se mantiene tranquilo y acompañado.
Margarita Carrasco Preller (73) completó cuatro años en el establecimiento de calle Hornillas y recuerda que al principio le costó acostumbrarse. Hoy se declara adaptada: “Me llevo súper bien, ni un problema, ni peleas, ni nada de eso. Los primeros días no me acostumbraba, pero ahora me siento acompañada. Salgo todos los domingos con mi hermano. Me vienen a buscar, y para las Fiestas Patrias voy a su casa: hacemos empanadas, cazuela, a veces mote con huesillo”.
Su rutina diaria refleja el equilibrio entre disciplina y recreación: “Me levanto a las ocho, aunque a veces a las diez. Me ducho, hago mi cama y después veo televisión. También hacemos talleres, bailamos chamamé. Somos alrededor de veinte mujeres y más hombres. Pero me llevo con todos, con las funcionarias también, participo en todo”.
El desafío de la convivencia
La incorporación de residentes provenientes de otras residencias, como la Casa del Samaritano, ha alterado el equilibrio interno. Hoy hay 47 hombres y un número mucho menor de mujeres, situación que ha generado tensiones. “Los más ansiosos lo hacen saber, incluso una residente me llamó llorando porque había muchos hombres circulando”, señala la directora técnica. Para enfrentar este nuevo escenario, se han reorganizado los espacios: piezas compartidas por género y habitaciones de transición que han debido destinarse a varones por falta de cupos.
El equipo de profesionales -kinesiólogos, terapeutas, trabajadores sociales, nutricionistas y enfermeras- también ha debido redoblar esfuerzos para evitar la sobrecarga. Durante las celebraciones de Fiestas Patrias, el compromiso fue levantar al 100% de los residentes para que participaran de las actividades colectivas, evitando que permanecieran aislados en sus habitaciones.
Lo que viene
Con el convenio actual vigente hasta noviembre de este año, el futuro del Eleam depende de lo que resuelva el Servicio Nacional del Adulto Mayor y las postulaciones de otras entidades.
Mientras tanto, la vida en el hogar continúa entre rutinas, cuidados médicos, visitas familiares y celebraciones. Y aunque el desafío administrativo sigue abierto, las voces de Luis y Margarita reflejan lo esencial: que el Eleam, con todas sus dificultades, se ha transformado en un espacio donde la compañía, la atención y la dignidad marcan la diferencia en la vejez.




