Necrológicas

Visiones en pugna

Por Abraham Santibáñez Lunes 22 de Septiembre del 2025

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Es un duro e inusual contraste: una bandera brasileña en el puente de Londres, banderas de EE.UU. en diversas ciudades de Brasil. Representan opiniones profundas sobre el sentido de la democracia. Unos rechazan cualquier intento de amnistiar al expresidente Jair Bolsonaro: “Amnistía, no”. Los otros están en pie de guerra contra la condena de Jair Bolsonaro.

Es la peor crisis desde que Brasil recuperó la democracia.

La sentencia de 27 años y tres meses de prisión es por ahora el incierto final del proceso contra el expresidente. Fue condenado por su intento de golpe de Estado para mantenerse en el poder tras perder las elecciones en 2022. Entonces triunfó Luiz Inacio da Silva, Lula.

No sólo brasileños están a favor de Bolsonaro. En una actitud inédita entre gobiernos democráticos, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, rechazó el enjuiciamiento. Primero, pidió retirar los cargos. Luego, según The New York Times, “para demostrar que hablaba en serio, impuso aranceles punitivos a Brasil, inició una investigación comercial y decretó algunas de las sanciones más severas a su disposición contra el juez de la Corte Suprema que supervisaba el caso”.

Las razones de la sentencia son categóricas. Un reportaje de la BBC las resumió crudamente: “Hubo señales públicas y complots secretos. Un documento planteaba ignorar las elecciones y declarar el estado de sitio. Y un plan impreso preveía asesinar al presidente electo, su vicepresidente y un juez, con balas o veneno”.

Si se toman en cuenta los frecuentes cambios en el estado de ánimo de Trump, no está claro hasta dónde está dispuesto a llegar, aunque implique poner en  grave riesgo la vida democrática brasileña. En esta vía ya ha utilizado algunas de sus herramientas más poderosas. Lo último fue la revocación de las visas de algunos funcionarios brasileños.

Los abogados de Bolsonaro están en pie de guerra. “La defensa considera que las condenas impuestas son increíblemente excesivas y desproporcionadas y (…) presentará los recursos correspondientes, incluso a nivel internacional”, dijo el asesor de Bolsonaro, Fabio Wajngarten.

El propio presidente Lula reaccionó combinando un llamado al diálogo y la denuncia. Dijo en un documento: “A lo largo de décadas de negociación, primero como dirigente sindical y después como presidente, he aprendido a escuchar a todas las partes y a tener en cuenta todos los intereses en juego. Por eso he revisado detenidamente los argumentos esgrimidos por el gobierno de Donald Trump para imponer un arancel del 50 por ciento a los productos brasileños.

“Cuando en el pasado Estados Unidos enarboló la bandera del neoliberalismo, Brasil advirtió de sus efectos nocivos. Ver que la Casa Blanca reconocía por fin los límites del llamado Consenso de Washington, una receta de políticas de protección social mínima, liberalización comercial sin restricciones y, en general, una desregulación dominante desde la década de 1990, reivindicó la postura brasileña. Pero recurrir a la acción unilateral contra Estados individuales es prescribir el remedio equivocado”.

Parece difícil que Trump ceda en su postura de “defensor de la democracia” en Brasil, tal como no ha aflojado en otras riesgosas decisiones de alcance nacional o internacional.  Está claro, sin embargo, que el gobernante brasileño eligió la vía adecuada para responder a una agresión injustificada.

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