Rapal y el liderazgo latinoamericano en la Antártica

La apertura en Punta Arenas de la XXXVI Reunión de Administradores de Programas Antárticos Latinoamericanos (Rapal) confirma, una vez más, la importancia de Magallanes como capital natural de la puerta de entrada al Continente Blanco. Sesenta representantes de ocho países se han dado cita en la región para compartir experiencias, coordinar acciones y proyectar una agenda común que trasciende fronteras y que se funda en la ciencia, la cooperación y la paz.

No se trata de un mero encuentro diplomático. La Rapal es, desde hace más de tres décadas, el espacio donde América Latina articula su voz en torno a la Antártica, construyendo consensos que luego son defendidos en los foros internacionales del Sistema del Tratado Antártico. Allí se debate sobre logística, infraestructura científica, protección del medioambiente y desafíos globales como el cambio climático, todos temas que exceden las capacidades de un solo país y que requieren acción coordinada.

Chile, en calidad de anfitrión, asume un rol de liderazgo que no puede ser subestimado. La presencia del Instituto Antártico Chileno (Inach), con su reconocida trayectoria científica y su vinculación estrecha con la comunidad magallánica, le otorga a esta reunión un sello estratégico. “Nos unimos estos ocho países para coordinar aspectos logísticos y científicos”, señaló su director, Gino Casassa, sintetizando la esencia de un foro que busca generar sinergias y fortalecer la cooperación.

Que Punta Arenas acoja esta instancia no es casualidad. Aquí se encuentran las condiciones logísticas y geográficas que han consolidado a la ciudad como nodo fundamental de acceso a la Antártica, pero también un capital simbólico: en Magallanes la Antártica no es una abstracción, sino parte de la identidad y del futuro.

La Rapal llega en un momento en que los equilibrios internacionales en torno al Continente Blanco están en permanente revisión. Frente a actores extrarregionales con intereses crecientes, la articulación latinoamericana resulta más necesaria que nunca. La protección del medioambiente antártico, el desarrollo de investigación de excelencia y la defensa de un régimen basado en la cooperación pacífica constituyen una causa compartida.

Treinta y seis reuniones después, esta red latinoamericana sigue viva y vigente. Que se celebre hoy en Punta Arenas no sólo refuerza la posición de Chile como actor antártico, sino que recuerda a la región y al mundo que el futuro del continente helado depende, en buena medida, de la capacidad de cooperar y de poner el interés colectivo por sobre las disputas.