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Pequeños guardianes verdes: niños del jardín Sueños de Infancia aprenden a cuidar el medioambiente desde la sala de clases

Jueves 25 de Septiembre del 2025

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  • Lo que podría parecer un simple ejercicio escolar, se transforma en una experiencia viva donde el juego se entrelaza con la reflexión, y la teoría se convierte en práctica.

 

En el jardín infantil Sueños de Infancia de Punta Arenas la educación va de la mano con el respeto por la naturaleza. En el nivel Medio Mixto, un rincón verde dentro del aula se ha transformado en escenario de descubrimiento, cuidado y responsabilidad para los párvulos. La propuesta nació de la educadora de sala, Stephanie Alvear Palma, junto a las técnicas en párvulos Mérida Bello Soto y Paola Vargas Vargas, quienes idearon una experiencia sencilla pero significativa: que cada niño llevara desde su hogar una planta, con la ayuda y compromiso de sus familias, para instalar un espacio compartido que llenara de vida la sala.

Con el paso de los días, las plantas comenzaron a convertirse en parte de la rutina. Los pequeños asumen con entusiasmo el riego, la limpieza de las hojas y el cuidado constante, comprendiendo que cada acción tiene un efecto directo en el bienestar de aquello que cuidan. Lo que podría parecer un simple ejercicio escolar, se transforma en una experiencia viva donde el juego se entrelaza con la reflexión, y la teoría se convierte en práctica.

Para la educadora, el valor de la propuesta está en que los párvulos logran comprender la importancia de cuidar la naturaleza a través de la experiencia directa. El contacto cotidiano con las plantas abre un espacio de aprendizaje que no solo enseña sobre el ciclo de la vida, sino que también fomenta sensibilidad, respeto y responsabilidad hacia el entorno. En cada gesto de cuidado se esconde una oportunidad para hablar sobre el planeta, sus necesidades y el rol que cada persona cumple en su protección.

El involucramiento de las familias ha sido clave. Al aportar con una planta desde el hogar, madres, padres y cuidadores refuerzan el lazo entre lo que sucede en la casa y lo que ocurre en el jardín, confirmando que la educación ambiental no depende sÓlo de una institución, sino de la corresponsabilidad que se genera en comunidad. Este vínculo tangible ayuda a consolidar hábitos que no terminan cuando los niños salen de la sala, sino que se proyectan hacia la vida cotidiana de sus hogares.

La iniciativa también refleja un sello propio del jardín infantil: la preocupación por el medioambiente como parte integral de la formación de los niños. No se trata de actividades aisladas ni de proyectos esporádicos, sino de una mirada que atraviesa cada experiencia pedagógica. Desde las rutinas diarias hasta las celebraciones comunitarias, la naturaleza ocupa un lugar central como elemento que merece respeto y cuidado.

El entusiasmo con que los niños han asumido este desafío ha sorprendido gratamente al equipo educativo. Observar cómo se responsabilizan de sus plantas y cómo se emocionan con cada brote nuevo confirma que el aprendizaje cobra verdadero sentido cuando se experimenta de manera concreta. Esa motivación espontánea es prueba de que sembrar conciencia ecológica en la primera infancia no sólo es posible, sino necesario.

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