“Una batalla tras otra”: Lejos de la revolución
Tres son las razones por las cuales hay que ver esta película estrenada el pasado jueves, Punta Arenas incluida, a nivel mundial. La primera, que es protagonizada por Leonardo di Caprio, un nombre y rostro que, a estas alturas, ya suena a leyenda y que, aunque pasen los años y sus actuaciones en la pantalla del cine son más espaciadas, nunca lo hace en obras menores.
La segunda, que la película está dirigida por Paul Thomas Anderson, un realizador que no pasa desapercibido para los cinéfilos, porque sus películas son verdaderas óperas visuales que respiran intensidad y la realidad se confunde con cierta poesía dónde el cine pornográfico puede volverse arte, una lluvia de ranas anunciar el fin del apocalipsis, mientras el estallido subterráneo del petróleo el inicio de la tragedia. Y tercera, que es la primera ocasión de ambos juntos en esta adaptación de la novela “Vineland” de Thomas Pynchon, un autor no menor, pues ha sido candidato al Nobel de Literatura.
Y lo que la película cuenta transcurre en un Estados Unidos quizás del futuro, pero nunca tan lejano, porque hay detención masiva de inmigrantes y grupos de poder racistas que cambian el nombre Ku Klux Klan por algo más navideño. Y al otro lado está el grupo French 75, que operan como guerrilla urbana, con claves secretas y una revolución que, como toda revolución, sueña con un mundo mejor. Y, hasta el momento, ese objetivo se traduce en liberar a inmigrantes detenidos en campos de prisioneros.
Y en esta misión, la líder es Perfidia Beverly Hills, una mujer negra que arde por esta revolución en cuerpo y alma. Y al lado suyo está su pareja, cuyo nombre de guerra es “Ghetto”, quién también quiere la revolución, pero quizás más a Perfidia, por eso la frena en ocasiones. Y cuando ella se embaraza de Willa, él asumirá su rol de padre, porque a Perfidia nada ni nadie la detiene. Y entre medio de ellos, irrumpe el Capitán Lockjaw, un militar duro por fuera, pero quizás blando por dentro, porque en una emboscada guerrillera se obsesiona con Perfidia y sabe que atraparla es más que un trofeo de guerra.
Todos ellos configuran este mosaico donde Paul Thomas Anderson busca quizás retratar de forma metafórica al Estados Unidos actual, con sus contradicciones y extremos, dónde si hasta un tiempo se pensó que algo así era imposible, el cine se encargó de hacerlo posible. Y entonces no es coincidencia que aparezcan películas como “Guerra civil” (2024) o “La Purga” (2013) que imaginan situaciones extremas con un país enfrentado en armas o temeroso de lo que ronda por allá afuera.
Y lo que narra “Una batalla tras otra” es, en la primera parte, cómo procede este grupo de revolucionarios con sus sabotajes y consignas, para trasladarse 16 años después y contar con acción químicamente pura los avatares de una persecución, dónde quizás por las mismas razones, Ghetto- ahora Bob Ferguson- y Lockjaw- ahora Coronel-, buscan recuperar a Willa- ahora adolescente-, y donde no importa si ella sabe o no de revoluciones, porque esta chica la lleva sí o sí en la sangre.
Se trata de una película algo desatada que combina drama, acción con algo de comedia. Y por cada una de ellas tiene escenas delirantes, sea en la desesperación de Ghetto por rescatar a su hija, en el humor negro cuando se exige una contraseña olvidada o en la escena de persecución final, quizás lo mejor de la película, dónde una autopista montada sobre cumbres asimila el trayecto de una montaña rusa.
Y en el fondo están también los temas del cine de Paul Thomas Anderson, sobre todo el de la familia, como en el equipo de producción porno de “Boogie nights” (1997), el vínculo misterioso y algo esotérico que une a los personajes de “Magnolia” (1999) y la autodestrucción de ella en “Petróleo Sangriento” (2007).
Pero de eso ya ha pasado harto tiempo y la revolución que describe en “Una batalla tras otra’ por más “sui generis” que quiera hacerla ver, se nota demasiado aterciopelada, mientras que el drama y la acción del padre que busca a su hija no le gana en intensidad, salvo la escena de la persecución en las carreteras, al de Liam Neeson en “Búsqueda implacable” (2008).
Y si bien es un deleite ver a Leonardo di Caprio, Sean Penn y Benicio del Toro juntos. Después de tantas ráfagas, consignas y persecuciones, uno siente que, al igual que el Estados Unidos real y el de la película, algo se va perdiendo en el camino.




