Exhospital regional: el fin de una larga espera
Han pasado casi quince años desde que el antiguo hospital regional cerró sus puertas y quedó abandonado en el barrio Prat. Ha sido una década y media de anuncios incumplidos, plazos que se corrieron una y otra vez, proyectos que no prosperaron y, sobre todo, de un vacío urbano que se convirtió en símbolo de desidia y frustración ciudadana. Hoy, cuando por fin se confirma que en la primera semana de octubre comenzará la demolición, cabe celebrar que esta herida en el tejido de Punta Arenas comience a cerrarse.
El terreno donde se levanta esa mole de concreto no es un sitio cualquiera. Ubicado entre Angamos, Zenteno, Condell y pasaje Ancud, constituye un punto neurálgico del Barrio Prat, cargado de historia, tránsito y vida comunitaria. Sin embargo, en vez de ser motor de desarrollo, ha sido foco de abandono, inseguridad y deterioro. Esa contradicción entre la centralidad del lugar y el estado ruinoso de las instalaciones resume lo que ocurre cuando la burocracia y la indecisión política se prolongan demasiado.
No es exagerado decir que la demolición del exhospital marca el inicio de un uso racional de ese espacio. La ciudad no puede darse el lujo de tener un terreno de más de 18 mil metros cuadrados convertido en escombro urbano. Mucho menos puede dejar que sea un foco de insalubridad, ocupación ilegal y de desórdens.
Su recuperación es una deuda con los vecinos, con la planificación de Punta Arenas y con la dignidad de quienes transitan día a día por el sector.
El anuncio de que allí se construirá el edificio consistorial de la Municipalidad y el nuevo cuartel de la PDI es una señal de proyección: instituciones claves para la vida de la comunidad ocuparán un espacio que por años fue testimonio de la inacción. Se trata de una inversión cuantiosa -más de 35 mil millones de pesos- que debe entenderse no sólo como gasto en infraestructura, sino como una apuesta estratégica por revitalizar el Barrio Prat y darle mayor jerarquía urbana.
El viejo hospital debió haberse demolido hace tiempo. Que recién ahora se concrete no borra el desgaste de años de espera, pero al menos abre la posibilidad de mirar hacia adelante. Punta Arenas necesita que sus espacios más valiosos dejen de estar sometidos a la improvisación y se conviertan en motores de desarrollo.
La demolición del exhospital no es sólo la caída de muros y techos: es, sobre todo, la oportunidad de corregir un error prolongado y comenzar a escribir una nueva historia para ese punto estratégico de la ciudad.




