El Rey del Ring: En todas partes hay un chileno

Por Guillermo Muñoz Mieres,
periodista

Chile, 2025

Director: Rodrigo Sepúlveda

Protagonistas: Marko Zaror, Benjamín Vicuña, Fiorella Bottaioli

En salas de cine de Punta Arenas y Natales

Cuentan que al estadounidense Joe Louis, campeón mundial de boxeo peso pesado por más de una década —desde fines de los años 30 hasta fines de los 40—, le preguntaron en una ocasión, ya retirado, qué rival le había costado más derrotar en una pelea. Respondió: “Un chileno”.

Y sobre ese chileno se basa “El Rey del Ring”, interpretado por otro chileno, quien —a punta de combos y patadas— ha hecho su carrera en el cine y, hasta ahora, es el único que puede decir que ha peleado cuerpo a cuerpo y de principio a fin con John Wick (sí, ese John Wick de Keanu Reeves, en John Wick 4, 2023). ¿Quién más puede decir eso?

Se trata de Marko Zaror, compatriota, modelo y cultor de las artes marciales que, sin pedirle permiso a nadie, se volvió actor e inmortalizó su nombre en el cine chileno con películas como Kiltro (2006) y Mirage Man (2007). Hoy ha extendido su presencia a superproducciones extranjeras, convirtiéndose en el actor chileno que, desde Chile hacia el mundo, más horas ha sumado en la pantalla gigante.

En El Rey del Ring, Zaror se transforma en Arturo Godoy, un boxeador —por supuesto, chileno— que llega al Nueva York de fines de los años 30 para desafiar a Joe Louis, considerado el más grande de aquel momento, antes de Muhammad Ali, antes de Mike Tyson.

Y aunque fue filmada en Chile, la historia se ambienta completamente en Nueva York, lo que tiene doble mérito: además de reconstruir la época de un país que no es el propio, también logra transmitir, a través de sus personajes, ese sentir latinoamericano, sudamericano y, en particular, chileno. Porque aún lejos, lo chileno vuelve —ya sea en el idioma, en algún modismo, o en una forma muy particular de tomarse la vida.

Lo que filma el cineasta nacional Rodrigo Sepúlveda en su sexta película es, en parte, la historia de un “Chilean man in New York” que anhela ser campeón mundial o, quizás, algo que no tiene tan claro: tal vez un héroe. Como el homosexual travesti de Tengo miedo torero (2020) —su cuarto largometraje— que se vuelve colaborador de un grupo guerrillero para atentar contra un dictador, aunque lo haga más por amor que por querer pasar a la historia.

A Arturo Godoy se le une Leda Urbinati, una mujer de nacionalidad argentina que, como él, persigue el sueño de conquistar Broadway como bailarina. Y también Gabriel, interpretado por Benjamín Vicuña, un actor ya parte de la historia del cine trasandino, que aquí encarna a un empleado de cabaret, algo chamullento pero astuto y ambicioso, que sueña con ser dueño de un centro de espectáculos.

La película los reúne y los convierte en un trío de cómplices, aunque con un flanco abierto a la traición. Sin embargo, el relato deja entrever que, al final, eso no importa tanto: lo esencial es lo que ocurre con Arturo Godoy y su desafío al destino.

Y si bien los diálogos más extensos recaen en Leda y Gabriel, es la figura de Arturo Godoy, interpretada por Marko Zaror, la que se roba la película. Porque muestra a un retador tosco, algo bruto, pero finalmente tierno. Y uno no sabe si eso es resultado de una actuación débil… o si así son, en verdad, las cosas del boxeo.

Quizás por eso el conflicto entre personajes se siente algo flojo en términos de montaje narrativo. Pero eso no ocurre arriba del ring: entre golpes que van y vienen, la cinta despliega una coreografía visual que demuestra el poder del cine para construir leyendas.

Y aunque El Rey del Ring no tenga la maestría de Toro salvaje (1980) de Martin Scorsese, ni el espectáculo emotivo de Rocky (1976), es una película chilena que, como el Arturo Godoy real (y el de la película), quiere ganarse su lugar en la historia del boxeo.

Algo que Marko Zaror, a estas alturas —por puntos y por nocaut— ya está logrando en el ring de la historia del cine.