Murales y el embellecimiento de la ciudad

La inauguración de cinco nuevos murales de mosaicos en el Cerro de la Cruz no sólo embellece un barrio histórico de Punta Arenas, sino también nos recuerda cómo la cultura, cuando nace desde la comunidad, tiene la capacidad de transformar espacios, rescatar memorias y proyectar identidad. Lo que comenzó en 2022 como un esfuerzo de la junta de vecinos Nº28 y Aguas Magallanes para recuperar muros rayados y sin vida, hoy se consolida como una verdadera Ruta Cultural, con quince obras que relatan la historia regional y vecinal a través del color, el vidrio y la cerámica.

El arte de Rodrigo Barría Cárcamo, quien dejó la podología para reinventarse en el mosaico, es aquí más que una técnica: es un acto de memoria. Cada obra, inspirada en fotografías y relatos orales, rescata episodios e íconos de la vida magallánica -desde la Goleta Ancud hasta pichangas callejeras, pasando por el mítico cóndor Conono- y los devuelve al espacio público, donde vecinos y visitantes pueden apropiarse de ellos. Que estas piezas se hayan mantenido prácticamente libres de vandalismo no es casualidad: cuando una comunidad reconoce en una obra parte de su identidad, la protege.

La Ruta Cultural del Cerro de la Cruz también encierra un gesto de descentralización cultural. No se trata de murales concebidos desde una lógica turística o institucional distante, sino de un proceso arraigado en la participación barrial. Los talleres de mosaico, los relatos compartidos, las horas invertidas en cada diseño, construyen un tejido social tan valioso como las piezas que forman cada mural. Y en ese sentido, el proyecto abre un camino: el arte no sólo adorna, también cohesiona.

Mirando hacia adelante, la incorporación de códigos QR y la idea de iluminar los murales son pasos que refuerzan el vínculo entre tradición e innovación. La ruta no sólo será un atractivo visual, sino también una experiencia educativa, que permita a turistas y habitantes descubrir las historias detrás de cada obra.

En un tiempo en que los barrios muchas veces quedan relegados a la sombra de los grandes proyectos urbanos, la experiencia del Cerro de la Cruz ofrece una lección: con creatividad, compromiso y memoria colectiva, es posible convertir un muro en un relato, y un sector olvidado en un destino cultural. Que esta ruta siga creciendo es, sin duda, un triunfo del arte comunitario y de la identidad magallánica.