Necrológicas

“Mi pobre tercer deseo” (Parte 1)

Domingo 19 de Octubre del 2025

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En 1990 la Editorial Planeta lanza su colección “Biblioteca del sur”, esa de de cubierta blanca y tamaño mediano. Gran parte de los títulos y autores de esta colección se asocian a la llamada “Nueva narrativa chilena”, denominación que, hasta la fecha se discute si alude a una Generación Literaria o simplemente a un fenómeno editorial con gran éxito de difusión y ventas, atribuible a Bartolo Ortiz, gerente de Planeta en Chile y al editor Carlos Orellana. Algunos de los autores encasillados en la “Nueva narrativa” son Jaime Collyer, Alberto Fuguet, Arturo Fontaine Talavera, Gonzalo Contreras, Ana María del Río, Sergio Gómez o René Arcos Levy .

Biblioteca del Sur también incluyó a Enrique Lafourcade, Germán Marín, José Miguel Varas, Diamela Eltit o Ramón Díaz Eterovic, entre otros. 

Además, no todos los libros de la colección se publicaron en el formato de cubierta blanca y diseño uniforme, hubo algunos de tamaño más pequeño (casi de bolsillo) con otro diseño de cubierta y en el interior, letra chica y apretada. A esta categoría pertenece “Mi pobre tercer deseo” (1990) que, en su momento, no contó con la promoción que tuvo la “Nueva Narrativa” (aclaremos que Ágata Gligo, no está encasillada en este grupo). 

“Mi pobre tercer deseo” nos lleva a 1975 o 1976 Karla, cuando Karla, una mujer adulta en compañía de su amiga Elena, retorna a los escenarios de su infancia y juventud en Tierra del Fuego. El objetivo del viaje es un estudio que desarrollará Elena sobre los Selknam y en el cual Karla hace las veces de ayudante.

Esa infancia y juventud transcurrieron en parte en Porvenir, la capital de la Tierra del Fuego Chilena, que no es nombrada en toda la novela, pero es continuamente aludida y el lector informado no tiene otra opción que deducir que se trata de dicha ciudad. Completa el escenario de esos primeros años, “La Piedad”, estancia ganadera de su familia.

Al llegar a la isla vía aérea la esperaban su tía Leonora (hermanastra de su mamá) y su marido Ladislao y se dirigen de inmediato a “La Piedad”, pese a la resistencia inicial de quedarse en Porvenir. En la estancia, su amiga Elena se da cuenta que le falta una carpeta con material de trabajo y decide viajar a la mañana siguiente a Porvenir a recuperarla. Salen de madrugada y a media mañana se desata una tormenta de viento y nieve, Karla y su tío Ladislao son alertadas por un vecino que la tormenta tendrá para algunos días y que Leonora con Elena habían llegado a Porvenir y no volverían pronto (ya le había advertido Ladislao que no viajaran en invierno).    

Ese retorno y un par de hechos fortuitos hacen posible que Karla dé rienda suelta a una revisión crítica de su vida y a algunos ajustes de cuentas con terceros y con ella misma. Recordó que cuando niña abría la puerta (la “puerta doble”) de la galería de la casa mayor de la estancia, entraba la nieve que pronto se transformaba en agua. Esta vez, sin un propósito claro lo hizo nuevamente y todo fue un remolino, adentro y afuera (“pensé que en ese espacio quebradizo podría por fin hablar con Ladislao, de todo lo que debíamos hablar, de lo que siempre quise hablar con él”). La galería –y específicamente la puerta abierta- permanece en la novela como el espacio para el ejercicio de la memoria y de esos “ajustes de cuentas” que ya referíamos. Pese a su insistencia, Ladislao se negó a acompañarla en la galería.

En un pasaje de la novela, antes del retorno a Tierra del Fuego, una amiga (Mara, de inclinaciones esotéricas) le sugiere a Karla que escriba en algún momento sobre lo que estaba viviendo, que empezara con cualquier pretexto, por ejemplo: “un hombre y una mujer aislados en una casa vacía y de ahí va saliendo un “raconto” que llega quizás hasta dónde”. Karla reflexionó: “Sin darse cuenta, profetizó lo que vendría: que las sombras caerían sobre una tarde blanca y me exigirían narrar esta novela”. Es decir, en la misma novela la protagonista-narradora toma la decisión de escribir la novela que uno está leyendo. Ello constituye un muy buen manejo de técnica literaria por parte de Ágata Gligo.

La narración, dejando de lado la llegada a la isla y la primera noche, se inicia ese día de invierno, el de la tormenta y termina antes de replegarse al descanso nocturno de ese mismo día; un día para recorrer una vida entera.

Continuará…

En la foto las escritoras Diamela Eltit, Ágata Gligo, Raquel Olea, Eugenia Brito y Nelly Richard (Congreso Internacional de Literatura Femenina Latinoamericana, Santiago 1987).

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